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El Santoral Sevillano. Jesús Luengo Mena


El próximo 16 de octubre de 2016 será canonizado en Roma, por el papa Francisco, el sevillano Manuel González García. Un santo sevillano más a quién pedirle su intercesión y a quien imitar.  Y una excusa para escribir este artículo, en dos entregas, sobre el santoral propio de la Archidiócesis de Sevilla.

En un principio vamos a distinguir entre santos sevillanos en sentido estricto, o sea, santos nacidos en Sevilla o su provincia y otro grupo de santos que la Iglesia local celebra y considera como suyos, aunque no hayan nacido en Sevilla.

En esta primera entrega vamos a relacionar solamente los santos sevillanos de nacimiento. Y empezamos por el final, citando al beato y pronto santo Manuel González García, nacido en la calle Vidrio el 25 de febrero de 1877 y fallecido en Madrid en 1940, fundador de la Congregación de las Hermanas Misioneras Eucarísticas de Nazaret, congregación con presencia en Sevilla, en la calle  Mateos Gago.

Cronológicamente, las primeras santas sevillanas son las hermanas Justa y Rufina, «alfareras de Triana que hacían loza fina», mártires por su fe, en cuyas vidas se mezclan las leyendas y lo mítico. Murieron sobre el año 287 por condena del prefecto Diogeniano, tras múltiples torturas y penalidades. Son consideradas patronas de la ciudad de Sevilla y las celebramos el 17 de julio. Procesionan en el Corpus y tienen gran devoción en el barrio de Triana, dando nombre a una parroquia. Numerosos pintores y escultores las han representado, desde Murillo y Goya a Duque Cornejo.  La Hermandad de la Estrella las tiene por titulares y le dedican función en su día. Su culto no queda reducido a Sevilla, sino que se extendió a otros lugares, como Toledo, Palencia, Cuenca y algunas localidades más.

San Crispín nació en Écija, ciudad de la que fue obispo. Fue martirizado por defender su fe y no adorar a ídolos paganos. Vivió entre los siglos III y IV.  

San Hermenegildo pudo haber nacido en Sevilla, sobre el año 564 y murió mártir por no renunciar a su fe en el año 585. Era hijo del rey visigodo Leovigildo y hermano de Recaredo. Se convirtió al catolicismo por las predicaciones de san Leandro. Santo muy reproducido en la iconografía sevillana, destacamos el enorme cuadro del Museo de Bellas Artes de su «Transito», obra de Alonso Vázquez, y «La Apoteosis de San Hermenegildo», obra de Francisco Herrera el Viejo. Una iglesia sevillana lleva su nombre.      

San Diego de Alcalá o de San Nicolás nació en San Nicolás del Puerto en 1400. Fue fraile franciscano lego, de la Orden de los Frailes Menores de la Observancia. Ejerció su pastoral en Canarias y otros lugares, destacando por su caridad y entrega a los demás, siendo muy popular entre los más humildes. Murió en 1463.

San Juan Grande (Carmona 1546-Jerez de la Frontera 1600) fue un religioso de la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios, destacando por su dedicación al cuidado de enfermos y marginados, de tal forma que falleció por el contagio que le produjo la atención a los enfermos. Es patrono de la diócesis de Asidonia-Jerez y sus restos se veneran en el «Santuario Diocesano San Juan Grande», en Jerez. Su fiesta en Sevilla la celebramos el 4 de junio.

San Juan de Ribera, obispo, nació en Sevilla en 1532 y murió en Valencia en 1611. Era hijo natural de Per Afán de Ribera y Teresa Pinelo. Defendió la fe católica con sólidas enseñanzas, implantando las directrices de Trento en Valencia y creando un seminario. Su trayectoria pastoral la desarrolló sobre todo en Valencia, ciudad de la que fue arzobispo. La Hermandad de San Esteban le tiene por titular, por su vinculación con la Casa de Pilatos, celebrando función en su día, el domingo más próximo a su fiesta, el 7 de enero.  

San Francisco Díaz, presbítero, fue fraile dominico. Nació en Écija en 1713 y se ordenó en Filipinas, siendo martirizado en China en 1748. Forma parte de un grupo de cinco dominicos mártires por predicar la fe católica en China. Su fiesta es el 29 de octubre.

Y Santa Ángela de la Cruz, santa popular con innumerables devotos de la que ya está todo dicho. Fundadora del Instituto de las Hermanas de la Compañía de la Cruz, celebramos su fiesta el 5 de noviembre, fecha en la que las visitas a sus restos mortales en el convento de la calle que lleva su nombre forman larguísimas colas que evidencian su popularidad y cariño entre el pueblo cristiano.

Como grupo aparte vamos a relacionar a varios santos sevillanos, poco conocidos, que fueron mártires en la época musulmana. Concretamente, durante los emiratos de  Abderramán II y Mohamed I, en el siglo IX,  casi todos entre los años 850 y 859. Son los conocidos como «mártires de Córdoba», población mozárabe que rechazaba públicamente el Islam. Estos martirios se conocen gracias a una única fuente, la hagiografía que escribió San Eulogio de Córdoba, «Memorialis Sanctorum», obispo electo de Toledo y mártir él mismo. San Eulogio registró la ejecución de cuarenta y ocho cristianos que desafiaron la ley islámica. En su mayoría hicieron declaraciones públicas de rechazo del Islam y proclamación de su cristianismo.

A este grupo pertenecen Pedro, presbítero y Wistremundo, monje, ambos de Écija y martirizados en Córdoba en el año 851, cuya fiesta se celebra el 7 de junio. También fue martirizada en Córdoba Santa Aúrea, en el año 856, virgen que recordamos el 19 de julio. Previamente, habían sido martirizados sus hermanos Adolfo y Juan, alrededor del año 825, que celebramos el 28 de septiembre. Otro santo de este grupo es Teodomiro de Carmona, martirizado en el año 851 y patrono de dicha ciudad. Celebramos su fiesta el 27 de julio.

Y nos quedan algunos beatos, como Luis de Sotelo y Pedro de Zúñiga, presbíteros, martirizados en Japón ─17 de agosto─ y varios más, mártires de la Guerra Civil española asesinados en el año 1936, como la beata Victoria Díez y Bustos de Molina ─12 de agosto─; el beato María José de Miguel Arahal, presbítero ─18 de septiembre─ y el beato Antonio Martínez, novicio de los Hermanos Hospitalarios ─29 de noviembre─.

Además, la Iglesia de Sevilla celebra el 3 de noviembre a todos los santos hispalenses, especialmente a los que no tiene una memorias propia, tales como san Pedro Mártir, san Félix, diácono y mártir y san Florencio.

Foto: Francisco Santiago.










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