Opinión. “De la masacre de Niza a la noche sevillana”. Antoinette Molinié
Un amigo mío, que me ha iniciado en lo más intimo de la religiosidad popular sevillana, tuvo la delicadeza de enviarme una magnifica foto del Cristo de La Buena Muerte el día siguiente de la matanza de Niza del 14 de Julio pasado, en Francia, mi país, el día de nuestra Fiesta Nacional. Digo la delicadeza, porque no hay nada más opuesto a la barbarie islamista que una procesión sevillana de Semana Santa.
Siempre me ha llamado la atención el civismo de la muchedumbre cofrade. Para mí es un misterio; ¿cómo se pueden reunir, en una bulla de lo más exaltada, a la vez el entusiasmo explosivo y la civilización más serena? No puede ser nada más que la cultura de un pueblo refinado con la sabiduría de años. En eso El Cristo de la Buena Muerte es un ejemplo, por salir este Jesús de un Rectorado rodeado de estudiantes y universitarios: es para mí como la reconciliación entre la fe y la ciencia, ó sea la esencia de la cultura.
No se trata de creer o no creer en lo que al final son imágenes, sino de compartir un arte de vivir juntos que solo existe en Sevilla. Hay que ver la dulzura con la que el pueblo se comunica con sus dioses o devociones en las propias procesiones. Hay que embriagarse de los perfumes de las flores que se mezclan con el olor a cera de los cirios y el incienso, rodeando a la Virgen como icono de sensualidad y a la vez amor y cariño. No se puede imaginar el silencio de una calle macarena cuando estalla una saeta en el cielo dedicada a Maria. Los mejores expertos no pueden explicarnos como puede existir una osmosis tan calibrada del pueblo con su propio entusiasmo.
En realidad la tranquilidad emotiva de los sevillanos en la fiesta pasionista viene de una larga trayectoria histórica durante la cual se han negociado y consensuado los intereses de cada uno de los participes, los de la iglesia de los poderosos, y los de un pueblo que no quiere que le quiten la libertad de su fervor y la profundidad estética expresada en su arte barroco. Es así como se han inventado poco a poco las propias cofradías para contrabalancear otros poderes ya existentes que quieren imponer su protagonismo, así con los años y la propia historia de esta ciudad se han ido diseñando y formando los tramos de las procesiones, y como los fieles o devotos han conseguido darle vida propia a estas imágenes de madera a través de los ritos de cuaresma. Se han organizado poco a poco hasta los sonidos del fervor, cuando la música de capilla se introduce dulcemente en los gemidos de las trompetas de la pasión, y en los ritmos triunfales de las marchas procesionales.
Esta sabiduría se ha ido forjando durante siglos, pues lo que nos enseñan los sevillanos a nosotros los que venimos de fuera durante toda la Semana Santa, es más que su fe, sus rituales, su fervor y devoción , es sencillamente la propia esencia de su civilización . Vosotros los sevillanos y cofrades nos muestran lo que les falta a estos barbaros que perpetraron el horror y la muerte en mi país y desgraciadamente en tantas partes del mundo, y para mí no es otra cosa, que se puede expresar una devoción y fe ardiente a través de la cultura.
Antoinette Molinié. Directeur de recherche au CNRS, Laboratoire d´etnologie et de sociologie comparative /Université de París
Foto: Mariano López Montes