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Vivencias y emoción en el Pregón de la Semana Santa de Alberto García Reyes


Daniel García Acevedo. Alberto García Reyes pregonó a la Semana Santa de Sevilla como él sabe, con su bella prosa y sus preciosos versos, levantando en más de una ocasión al respetable de sus asientos.

Durante la hora y veintiocho minutos que duró la pieza, tuvo hasta quince aplausos e innovó en un momento determinado en el que el pregonero estuvo acompañado por una guitarra por soleares mientras hablaba.

Comenzó García Reyes su alocución con una antífona de entrada titulada de la Cruz de Guía al preste donde recorrió en una poesía larguísima, dividida en nueve tramos, por los distintos vericuetos de la ciudad, como si de un cofrade buscando cofradías se tratara, que terminó con este poema:

“Y a la hora de morir,

Él muere en el Salvador

y yo muero en San Gil”.

El pregón tuvo mucho de vivencias del pregonero, como la parte dedicada a su infancia y al barrio donde estuvo, el Tiro de Línea y la cofradía de Santa Genoveva, que hizo emocionarse a García Reyes al acordarse de aquella abuela a la que le ponían una silla en Felipe II para ver la cofradía. Este emotivo pasaje concluyó de esta forma:

“Solo como está la silla

de la abuela en la avenida

donde se sienta mi herida

a recordar su Sevilla

que cada Lunes revivo

y sólo queda el Cautivo”.

También tuvo palabras para la cofradía de sus hijos, las Siete Palabras. En este apartado, queremos resaltar este párrafo, que creemos que pudiera pasar inadvertido pero está lleno de simbolismo.

“Esa bola representa para mí la Esperanza de Vida con la cual ha empezado hoy todo aquí, pues ningún compositor del mundo ha logrado hacer jamás una marcha mas bella que la que compuso Dios en la primera célula de nuestra existencia: el corazón latiendo”.

Tras sus hijos, fue el turno de las madres, a las que el pregonero la ve en la Virgen de la Caridad del Baratillo. Por ello, hizo un bellísimo verso, lanzándole piropos desde el tendido, utilizando símiles taurinos, el cual terminó de esta forma:

“Eres la niña más pura

y no te vale un novillo.

Tu destino es un miura

que escarba la sepultura

del Señor del Baratillo”.

 Continúo con otro gran pasaje dedicado al Cachorro, para adentrarse en uno de los momentos mágicos de la pieza y que García Reyes había guardado en privado para que fuera una sorpresa para todos.

Hablaba el pregonero del Rerre de los Palacios, gran cantaor de flamenco y de Paco Jarana, guitarrista, cuando este último subió al escenario para tocar unas soleares a la vez que el pregonero recitaba unas poesías, la última de ellas decía así:

“Cristo vence a su destino,

Él resucita y yo muero

cuando se asoma al tendido

con su mata de romero”.

Prosiguió con un pasaje dedicado a la Esperanza y a la Amargura ya que las marchas “Solea dame la mano” y “Amarguras” se le cruzan en la cabeza al pregonero por lo que les habló a las dos a la vez.

Continúo con la hermandad de los Gitanos y contando anécdotas de personas de esta étnia, que enlazó con los doce Nazarenos de Sevilla, haciendo una bella poesía de estos Cristos con la Cruz al hombro.

De nuevo las emociones se pusieron a flor de piel cuando García Reyes narró su experiencia de ir a ver al Gran Poder con su amigo Manolo Lara que, debido a una enfermedad degenerativa, estaba perdiendo la vista. Contó como aprendió a ver al Señor con el alma, como lo hacía su amigo, porque muchas veces no hacen falta los ojos para ver. Terminó este emotivo trozo con esta poesía:

“Lo siento Señor, perdona,

yo nunca te hablo de ti.

Tu siempre dices que sí.

Soy espina en tu corona

y mi razón no razona

cuando me vas a absolver.

Tanto te miro sin ver

que en tu ráfaga me ciego,

por eso, Señor, te ruego:

Perdóname, Gran Poder”.

La penúltima pieza, y la más larga, fue la dedicada a la Macarena, donde García Reyes puso toda la carne en el asador, hablando de los “manosblancas” o guardamantos, celadores que, con sus guantes, se encargan de que no le pase nada al manto de la Señora. El largo verso terminó así:

“Y Sevilla es el letargo

que la Esperanza almacena

entre que se va de largo

y vuelve la Macarena”.

Y por último, el rito de conclusión, lo hizo con Sevilla, a la que le dedicó bellos versos, concluyendo su pieza de la siguiente manera:

“Eres mi adentro y mi afuera,

eres mi cómo y mi quién,

tierra final y primera

que enterrará con desdén

el alma de mi quimera,

mi origen, mi último tren,

lo que perdí, quién me espera,

reloj parado en mi andén,

donde nací y donde muera,

mi principio y mi huesera,

mis alas y mi sostén,

mi destierro y mi bandera,

mi amada y mi carcelera,

mi Calvario y mi Belén,

y ante Dios, cuando Dios quiera,

mis dos palabras postreras

serán Sevilla y amén”.

La presentación del pregonero estuvo de nuevo a cargo del Delegado de Fiestas Mayores, Juan Carlos Cabrera, que dejó varias perlas entre las que destacamos está sobre la duda de si sobran o no cofradías en la calle:

“Como cada año al llegar estas fechas, se acentúan los debates de todo tipo sobre la Semana Santa. Algunos, por ejemplo, vuelven a plantear la duda sobre si sobran cofradías en la calle.

Es cierta la necesidad de buscar un equilibrio en la convivencia, pero aquí no sobra nadie, y menos nuestras hermandades, porque cuando todos nosotros vimos la luz ellas ya llenaban nuestras calles de bondad, de Salud y de Esperanza”.

También dijo “Si alguien quiere debatir, hagámoslo, pero no volvamos a los debates estériles, de artificio, vacíos, usando el laicismo como arma arrojadiza”.

Tuvo recuerdos para las obras sociales de las hermandades, para el malogrado hermano mayor de San Pablo, Miguel Ángel Campos, para los donantes de órganos y los cirios que se funden en las candelerias de los palios, en la que el Delegado quiso fundir uno por las mujeres que han muerto por la violencia machista, y para las bandas de música, con el recuerdo del conflicto que en pasadas fechas ocurrió con la Banda de la Centuria de la Macarena y su imposibilidad de ensayar en la calle, de las que dijo:

“Tampoco quiero olvidar, la labor de las bandas de música de la ciudad, esas que acogen a miles de jóvenes sevillanos a los que dan mucho más que una simple formación musical, y por lo que les estamos profundamente agradecidos”.

Al acto acudieron tanto el arzobispo de Sevilla, Monseñor Asenjo, como el obispo auxiliar, Santiago Gómez, el alcalde de Sevilla, Juan Espadas, y el ministro del interior y anterior alcalde de Sevilla, Juan Ignacio Zoido, entre otras personalidades.

La Banda municipal de Sevilla, dirigida por Fco. Javier Gutierrez Juan, interpretó las marchas "Esperanza de Vida" y "Amarguras", junto con los Himnos de Andalucía y Nacional.

Galería Antes y Después del Pregón

Fotos: Miguel Ángel Osuna Abril.










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