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“Aquel niño de Mañara, que de joven guió los pasos del Señor de La Sentencia”. Mariano López Montes


Dedicado a la memoria de Miguel Loreto Bejarano.

Si a ti Miguel, porque has caminado estos tus últimos años con el paso cansino que dan los años y la enfermedad, con aquellos otros niños  que habitan aquel caserón barroco del Venerable, ahora  con el paso lento y vencido de aquellos pasos de antaño que año tras año les  ganaban el pulso a aquellos viejos costaleros de siempre.

Palacio e iglesia, que ya en sus puertas indica la frase “Domus Pauperum  scala coeli”, lo que significa nada más y nada menos que esta,  la casa del pobre es la escala del cielo. Casa que acoge a aquellos que quizás el destino o las circunstancias Sentenció los últimos años de su vida. Casa de la vida y de la muerte. “In Ictu Oculi” (1671) y “Finis Gloriae Mundi” (1672), donde el  genial Valdez Leal  supo plasmar en sus lienzos la filosofía barroca de “las vanitas” y como la muerte es capaz de cegar para siempre, las vanidades, riquezas, placeres y glorias terrenas.

Miguel Loreto era algo más que un  hermano al uso, un capataz o armao, ya que su Macarena, su barrio y sobre todo su Señor de La Sentencia eran para El una forma de vida, una fe que se convertía en una filosofía de su propia existencia y así quizás en la soledad y el silencio de estos últimos años siempre lo llevó a gala.

¡Qué olvidadiza  e injusta es esta Sevilla que nos vio nacer!  Que nos ensalza  y sobredimensiona cuando somos alguien  y estamos en la cresta de la ola, y nos sentencia al olvido y al ostracismo cuando ya no somos los protagonistas.

Un viejo capataz ya desaparecido con el que intime cuando realizaba mi Tesis Doctoral en Antropología, me manifestaba con cierta pena y decepción la siguiente  frase; “Cuando yo tocaba los martillos, todo el mundo quería ser mi amigo, invitarme y no sé cuantas cosas más, cuando dejé de tocarlos y ya no tenía poder, estos mismos se cambiaban de acera pa no saludarme”.

Pero hoy, que has partido hacia tu cielo  de color verde o mejor dicho “morao” , te has ido a esa prolongación de la Macarena que está llena de cipreses y que conociéndote seguro que no te gustaba un pelo.¿ Y cómo te has ido?; no como la mayoría de la gente, de forma cortita seria y discreta , no, esta vez a tu estilo, del Miguel de siempre que al igual que aquella parodia de Gandía  que titulaba “Un gran entierro en Sevilla” con coche de caballos, cochero con chistera y cuello duro y prietos caballos con penachos de plumas negras.

Gracias amigo por haber formado parte de ese grupo a veces incomprendido  que siempre han existido y que por suerte aun existe, que con su filosofía de vida y su gracejo aportan, ese arte que hacen de esta ciudad algo diferente  y vuestra “desmedida” es el bálsamo que cura tanta mesura, tanta monotonía y tantos comportamientos política y socialmente correctos, aunque estos modernos inquisidores vuelvan a sacarnos una y otra vez sus particulares tribunales de la inquisición, para justificar y condenar lo que a muchos le ha deparado el futuro.

Miguel el silencio de las eternas noches de la calle Temprado, donde habrás vuelto a vivir los recuerdo de aquellas otras noches de sonidos de Centuria, de plumas que se agitan con los vientos de la noche y del amanecer, de saetas que rompen el silencio , de capirotes morados y verdes, de gentes que viven al contemplar a ese bello Pilatos, a su mujer la no menos bella Claudia, e incluso al menos favorecido ciudadano de color, como sería actualmente más correcto denominarlo  y que realiza acciones de servicio laborales, portando la palangana, o tal vez de aquel portavoz del pretor que comunica al pueblo la sentencia. Pero sobre todo a tu Señor, TU SEÑOR DE LA SENTENCIA, que desde ayer te ha tomado de nuevo como lazarillo avieso para que sigas en tu eternidad macarena, guiando sus pasos.

Y de nuevo en el Silencio de la noche de la calle Temprado  otros niños de Mañara seguirán  durmiendo los eternos sueños de los rosales del venerable Don Miguel, pues en esa casa siempre ha habitado LA CARIDAD y sobre todo algo tan grande como LA ESPERANZA.

Fotos: Mariano López Montes.










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