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Cofradías de negro ruán y esparto: ¿universalización del folklore negro? Javier Ramos Sáez


¿Existe el folklore negro? Esta es la pregunta crucial en la que lo voy a abordar con unos supuestos que verán si al final de este artículo es verdad o es ajeno al caso que nos atañe.

No hay ninguna duda de que la fundación de la Semana Santa se debe a ciertos aspectos ortodoxos que proliferaron entre los siglos XV y XVI. Dentro de esa ortodoxia cristiana se impuso la idea de motivar al fiel a hacer estación de penitencia para purgar sus pecados y así elevar su espíritu hacia la santidad. Así se formaron las cofradías de luz y de sangre.

Hoy en día se han conservado ciertas pautas que no han pasado de moda. Las cofradías de negro o de silencio guardan esa compostura inicial y esa ortodoxia que se ha hecho tradicional y universal en esta Semana Santa de hoy.

Podemos decir que en  nuestros tiempos existen dos clases de cofradías -que no hermandades-; unas de silencio que suelen ser muy respetuosas y muy cuidadas en su compostura como en su aspecto externo y otras que son más radiales y más alegres que guardan y custodian el título de “fiesta de primavera”.

He de decir que kanicofrades -término que acuñó el magnífico Antonio Burgos- los hay en todos sitios, dentro de las hermandades de negro y de las hermandades de barrio.  No es mi intención describir ni meliorativamente ni peyorativamente  sino sólo hacer un análisis dentro de la objetividad.

Como el término folklore viene acuñado del pueblo como lo propio del pueblo, es decir, como el conjunto de las tradiciones y costumbres de un pueblo, país o región, las cofradías penitenciales de negro son también folclóricas, no en el sentido de juerguista sino en su sentido más profundo, en el sentido de algo raigal, propio de su pueblo.

Su constitución viene dada por la aristocracia, como praxis de una penitencia -como la flagelación- para la salvación próxima. Su sentido es serio, profundo y martirizante. Por el contrario en los estratos poco pudientes, lejos de la proliferante burguesía y nobleza se constituyeron hermandades más alegres como praxis de una fiesta religiosa para así olvidar sus penurias. Se fundaron como desahogo y como simple fiesta, mientras que las hermandades aristócratas se fundaron para redimirse de sus pecados de una forma más ortodoxa.

Así que folklore existe tanto para las hermandades de silencio como para las hermandades de barrio. El conjunto de estas dos son la verdadera cara de la Semana Santa en Sevilla. También hay mucho folklore estúpido, tanto negro como alegre, que ha salido hace dos días, pero en definitiva, se sigue conservando la esencia de esta Semana Mayor.

Javier Ramos Sáez










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