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María Santana pronunció su Pregón Universitario de la mano de la Virgen de la Angustia


Juan Manuel Labrador. Entraba la última luz solar por la balconada que se ubica por encima de la puerta principal del Rectorado de la Universidad de Sevilla, aquel ventanal que ilumina un paraninfo en el que brillaba resplandeciente el rostro de la Angustia fielmente retratado por May Perea para anunciar un nuevo pregón universitario que, en esta ocasión, todo quedaba con nombre de mujer. La Madre de Dios en el cartel, una eterna joven su autora, y una muchacha sería quien elevaría su voz sobre el atril: María Santana Martínez, quien venía a cumplir con la tarea encomendada aquel ya lejano noviembre de un otoño que se diluye en la memoria cuando la primavera florecía en la garganta de la pregonera, estudiante del 4º curso del grado de Enfermería en su facultad correspondiente de la Hispalense.

Elegantemente vestida de azul, con su pelo recogido y acompañada de un rosario que portaba inicialmente entre sus manos, esta cofrade de Jesús Despojado comenzó su disertación, a la que tituló "En el regazo de la Madre está la Sabiduría del Padre", hablándole directamente a la dolorosa de la cofradía universitaria, la que concibió en sus entrañas tras la Encarnación del Verbo al Cristo de la Buena Muerte. Asida de la mano de la Virgen, defendió la unión de la ciencia y la fe, algo que Santana comprueba diariamente como enfermera, porque Dios está presente en todas partes, y quiso mostrar y compartir con todos un vía lucis con el que deja patente que la Pasión y la Muerte no tiene sentido si no tiene lugar al final la Resurrección. Habló de María Santísima de la Concepción del Silencio para hacer un alegato en pro de la vida, y se centró igualmente en una Natividad que descubre ante la Hiniesta y el Patrocinio en San Julián y en Triana respectivamente.

En ningún momento dejó de sentir la pregonera la caricia de los dedos de la Virgen de la Angustia durante los cuarenta y ocho minutos que duró su intervención mientras recorría junto a Ella misma su propia vida, y mediante la devoción mariana contemplaba, al mismo tiempo, la Pasión del Señor. Así se detuvo en el misterio de la Encarnación en La Calzada, donde Cristo es presentado al pueblo por Pilatos en un barrio que este año vive los veinticinco años de la coronación de su Reina. Y desde los Caños de Carmona fue buscando María Santana la muralla para encontrar la Esperanza en la Macarena, la misma que también llega en la madrugada del Viernes Santo desde la trianera calle Pureza, uniendo ambas devociones que son una sola, rogando "que todas las puertas se abran para que Sevilla se colme de Esperanza".

Se adentró con su suave y melódica palabra la pregonera universitaria en el Parque de María Luisa para buscar la Paz un Domingo de Ramos en el que desde el otro lado del río llega la Estrella, y su luz la condujo hasta San Nicolás para orar ante la Candelaria cuando su Hijo fue presentado en el templo. A partir de aquí hizo María Santana un recorrido por la Pasión desde que Jesús baja por la rampa del Salvador, transitando de este modo por toda una ciudad de la que ella se enamoró de la mano de sus padres. Al detenerse ante la Sentencia de Cristo, evocó aquél mítico diálogo de Rafa Serna con su Señor durante el Pregón de la Semana Santa de 2016, esa conversación que ya tiene lugar en el cielo. Y finalmente, en San Lorenzo se encontró con el Gran Poder, a Quien siempre rezará en la misma esquina de su plaza.

Llegó esta futura enfermera a Molviedro, para encontrarse, bajo su antifaz nazareno, con su Jesús Despojado y su Madre de Dolores y Misericordia, justo en ese Calvario donde el Hijo de Dios expirará y dará su Vida por nosotros, padeciendo la Señora su más profunda Soledad. Y tras todo ello, Cristo resucitó, siendo lo que da sentido realmente a toda nuestra Semana Santa.

Iba culminando su itinerario sentimental, y María Santana vuelva hasta Doña Guiomar para detenerse, ahora sí, ante los titulares de su hermandad, la de Jesús Despojado, evocando momentos familiares, el beso de su hermano, la emoción de sus padres y las vivencias junto a los suyos en su cofradía. Pero el pregón lo depositó a los pies del Santísimo Cristo de la Buena Muerte, preguntándose qué podía decirle que no le hubiesen dicho ya a lo largo de la historia, concluyendo sus palabras al afirmar que Él siempre está en guardia.

No faltaron en la presidencia del acto, encabezados por la vicerrectora de Relaciones Institucionales, María Elena Caro Bazaga, el presidente del Consejo, Francisco Vélez, el director del S.A.R.U.S., el sacerdote Álvaro Pereira, el decano de la Facultad de Enfermería, Máximo Jesús de la Fuente, la pregonera de la Semana Santa, Charo Padilla, así como el propio hermano mayor de la Hermandad de los Estudiantes, Jesús Resa, quien presentó a la pregonera universitaria como viene siendo acostumbrado. Así mismo, estuvieron presentes, entre otros, la delegada de Glorias en el Consejo Milagros Ciudad, el pregonero de la Semana Santa de 2011, Fernando Cano, el de 2018, José Ignacio del Rey, y el de las Glorias de este año y último pregonero universitario, Manuel Martín Fajardo. Por último, tampoco faltaron otros anteriores pregoneros universitarios, tales como Juan Moya Gómez, Alejandro Mañes, Isabel Serrato, Francisco Vázquez Perea.

Galería del acto

Fotos: María Santana/Juan Alberto García Acevedo.










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