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Provincia. Crónica de los cultos de La Adoración Nocturna Española al Santísimo Sacramento, en Alcalá de Guadaíra


Arte Sacro. La Antigua y Franciscana Sección de Alcalá de Guadaíra de la Venerable Archicofradía Sacramental de Adoración Nocturna al Santísimo Sacramento, celebró, como es habitual, durante la Octava del Santísimo Corpus Christi los cultos solemnes a su Titular, el Señor Sacramentado, en el Monasterio de Santa Clara, donde radica.

Consistieron en el Solemne Quinario, durante los días 25 al 29 de junio, para finalizar el domingo 30, en que se cumplía la Octava de la gran festividad del Cuerpo y Sangre de Cristo, con la Función Principal de Instituto. El predicador del Quinario fue el Rvdo. P. D. Juan Manuel Melgar González, SDB, Director de la Casa Salesiana de la ciudad y Titular de la Capellanía del Monasterio, mientras que la Función Principal fue oficiada por el Rvdo. D. Manuel María Roldán Roses, Cura Párroco de Santiago el Mayor, parroquia en la que se fundó la Sección alcalareña, la noche del 31 de octubre al 1 de noviembre de 1902, Solemnidad de Todos los Santos.

El Quinario consistió en la celebración de la Santa Misa, Exposición Mayor y Bendición con Su Divina Majestad. Durante los cinco días se aprovechó para agradecer a los distintos colectivos que habían participado activamente en el Primer Vía Crucis del Santísimo Cristo de la Vera+Cruz, que tuvo lugar el Miércoles de Ceniza anterior, haciendo posible la realización de tan piadoso ejercicio. Así, se ofreció una bella lámina con la efigie del Señor en su ya tradicional iconografía cuaresmal del Velo de Tinieblas, a miembros de la Octava Trabajadera, grupo formado por antiguos costaleros, ya retirados del costal, pero que siguen llevando a gala el haber portado sobre sus hombros el Paso de Jesús Nazareno; de las cuadrillas de la Agrupación de Nuestro Padre Jesús de la Paz en el Beso de Judas y María Santísima de la Estrella; del Señor de la Divina Misericordia y Nuestra Señora de la Trinidad; y de la cuadrilla de Miguel Ángel Pascual. Asimismo, se ofreció también la lámina dedicada a varias señoras que en una de las estaciones portaron al Santísimo Cristo; igualmente al Rvdo. P. D. Juan Manuel Melgar González, SDB, quien dirigió el ejercicio cuaresmal, así como al referido párroco, Rvdo. D. Manuel María Roldán Roses; a cada una de las Hermanas Clarisas que tanto colaboran con la Sección en todo lo que se lleva a cabo, participando también en las vigilias mensuales de adoración (la Comunidad es Adoradora Honoraria) y que portaron al Santísimo Cristo en una de las estaciones por el Claustro, a los dos lectores que condujeron el acto, a diversos miembros de la Sección, por su gran esfuerzo en la preparación y organización del evento, y al Presidente y Secretario del Consejo Diocesano de Adoración Nocturna Española en la Archidiócesis de Sevilla, D. José Enrique González Fernández y D. Eduardo Alcina Parodis, respectivamente. La elección de los días del Quinario para la entrega de estos agradecimientos respondió, no solo a ser estos los cultos más inmediatos a la realización del Vía Crucis, sino, y sobre todo, que el mismo Jesús que se entregó por nosotros, sacrificándose en la Vera+Cruz para salvarnos, es el que se adora real y verdaderamente presente en las Sagradas Especies del Pan y del Vino, ya que, antes de padecer, quiso quedarse en la Sagrada Eucaristía, para acompañarnos hasta el final de los tiempos.

El sábado, último día de quinario, en presencia del Presidente Diocesano de Sevilla de la Adoración Nocturna Española, y ante la Bandera de la Sección alcalareña, se incorporó a la Sección Adoradora un nuevo adorador, el profesor Agustín García Luque, haciéndole partícipe de todas las gracias y bienes espirituales, siéndole entregada la insignia, tras ser bendecida, pidiendo el sacerdote celebrante que el distintivo que le era impuesto fructifique en su santidad para gloria y alabanza de Dios, e indicando que recibiera el signo de la Adoración Nocturna para que le sirva de escudo en las luchas de la vida, le recuerde la necesidad de buscar constantemente la gracia del Señor y le haga alabar y bendecir al Santísimo Sacramento. También le entregó la vela encendida, para que sea luz del mundo y conserve en él íntegra la fe, fortalecida la esperanza y aumentada la caridad.

La Función Principal contó con la asistencia de representaciones de diversas Hermandades Sacramentales, de Penitencia y de Gloria, Agrupaciones y Asociaciones Parroquiales de la localidad, que amablemente habían atendido la invitación realizada por la Sección. Como se ha dicho, fue oficiada por el Rvdo. D. Manuel María Roldán, quien solemnizó la Santa Misa cantando diversas partes de la misma, especialmente la Consagración, momento en que se realiza el milagro de la Transubstanciación, por el cual, el pan se transforma en el Cuerpo de Cristo y el vino en su Sangre, derramada por nosotros.

Antes, tras el Credo, la Sección había hecho su Profesión de Fe, realizando formal y público juramento de defender todos los dogmas, verdades, creencias y misterios de la Sacrosanta Religión Católica, poniendo especial énfasis en el de la Transubstanciación. Y también todos los relativos a la Bienaventurada y Siempre Virgen María, como son: su Concepción Pura y sin mancha, su Maternidad Divina y Virginal, su Asunción en Cuerpo y Alma a los Cielos, su Mediación hacia la Humanidad… Se prometió especial fidelidad a Su Santidad el Papa, y a los Obispos diocesanos. Y se renovó igualmente el voto, por duodécimo año consecutivo de “… defender el milagro de la vida humana desde el primer instante de la concepción en el vientre materno hasta que Dios nos llame a su presencia, al final del camino…” Y todo ello poniendo por intercesores a los Patronos y Protectores de la Sección: el Santísimo Cristo de la Vera Cruz, la Santísimo Virgen Reina de los Ángeles, Consolación y Gracia del Género Humano, San José, San Pascual Bailón, Santa Teresa de Jesús, San Francisco y Santa Clara de Asís, así como a todos los adoradores que gozan de la presencia del Señor.

Este rito se realizó, como es costumbre, por representación, es decir, la fórmula fue leída por el Presidente, en nombre de toda la Sección y varios adoradores y adoradoras realizaron el juramento, en nombre de todos los demás hermanos.

En la Oración de los Fieles, se pidió por toda la Iglesia, por el Santo Padre; por el Cardenal Fray Carlos Amigo (presidente honorario de la Sección Adoradora); nuestro Arzobispo, Juan José Asenjo y su Obispo Auxiliar, Santiago Gómez; por el Vicario General, Teodoro León; por los párrocos de Alcalá, especialmente por el de Santiago el Mayor, Manuel María Roldan (promotor de la bendición del Santísimo Cristo de la Vera+Cruz), y por los Vicarios Parroquiales, especialmente por el Vicario Parroquial de Santiago, Manuel Ángel Cano (autor de la cruz); por la Comunidad de Padres Salesianos y por la de Hermanos de San Juan de Dios; por las Hermanas Clarisas, las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paul, las Siervas del Hogar de la Madre y las Misioneras de Acción Parroquial; por el Consejo y las Hermandades y Cofradías de la ciudad; por las autoridades; por la Sección adoradora alcalareña y todos sus hermanos y hermanas; y por los enfermos.

En el Ofertorio, mientras el sacerdote incensaba la oblata, se repartió a los asistentes, a modo de recuerdo, una bella estampa, en forma de tríptico, con el Santísimo Sacramento, el Santísimo Cristo de la Vera+Cruz, y Nuestra Señora Reina de los Ángeles, Consolación y Gracia del Género Humano, los tres Titulares principales de la Sección, al ser esta la Función Principal de Instituto.

Acabada la Comunión, se expuso el Santísimo Sacramento en la custodia, con el ritual acostumbrado, mientras, las Hermanas Clarisas entonaban desde el coro bajo, el conocido himno de Santo Tomás de Aquino “Tantum ergo…”, con la misma solemnidad y belleza que cantaron durante todos los Cultos al Santísimo Sacramento. Se organizó la procesión, que encabezaba la bandera de la Sección, seguida de los fieles con velas encendidas, terminando con el palio que cobijaba la Majestad de Dios, portados sus varales, en varios relevos, por adoradores y por miembros de las diferentes representaciones que habían asistido a la Función. Con el recorrido habitual, se salió al patio contiguo al templo para entrar en clausura por la Puerta Reglar, abierta por la Comunidad para la ocasión, haciendo una estación ante el altar de la Santa Cruz, instalado por ellas mismas en el vestíbulo de la cripta; ya en el claustro grande, se hizo una segunda estación en el altar de Santa Clara, y una vez en la calle Nuestra Señora del Águila, ante el azulejo de San Pancracio, que adorna la sobria fachada lateral de la iglesia, para volver a entrar por la puerta principal hasta el presbiterio, donde se impartió la bendición con Su Divina Majestad, antes de proceder al rezo de las tradicionales Alabanzas, y la reserva en el Sagrario.

Una jornada dominical que puso un sentido colofón a los cultos principales de la sección adoradora alcalareña, dedicados a su principal Titular, el Santísimo Sacramento del altar, que da razón de ser a esta Venerable Archicofradía, extendida por todo el mundo.

HOMILÍA DEL RVDO. PADRE SALESIANO D. JUAN MANUEL MELGAR GONZÁLEZ, EL VIERNES DEL QUINARIO.

Madre abadesa y comunidad de hermanas clarisas, queridos hermanos y hermanas todos: dentro de este quinario que estamos haciendo en recuerdo del Corpus y la Eucaristía, hoy celebramos la solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús. Ya hace cien años que se instituyó en España: se erigieron monumentos en muchas ciudades y lugares, para que el corazón de Jesús bendijera y protegiera nuestra nación. Esta imagen que en la lectura de hoy va asociada al buen pastor, porque el corazón de Jesús refleja el amor que Dios y su hijo Jesús tienen por la humanidad, y no desprecia a la humanidad caída, ni a la humanidad pecadora, al contrario, intenta por todos los medios, que la humanidad alejada de Jesús, la humanidad alejada de Dios, vuelva al redil, vuelva a Él. Y Él perdona tanto a las personas que vuelven, que las pone por delante de los que siempre han sido sus servidores. Las carga sobre sus hombros para que no se fatiguen, para que no se cansen, y hace en el cielo una gran alegría por una persona que se convierte, porque el señor nos quiere a todos, y nos quiere suyos. Venid a mí los que estáis cansados, los atribulados. No tengamos nunca miedo de acudir al Señor, aunque nos parezca que estamos alejados de Él, que ha pasado mucho tiempo olvidándonos de Él: hay más alegría en el cielo por un pecador que se convierte que por noventa y nueve justos que están allí sin necesidad de conversión. El corazón de Jesús tiene, por así decirlo, su culmen cuando se abre por la lanza del soldado. En la cruz, el centurión le abrió al Señor el costado con la idea de que muriera cuanto antes, para no estar allí agonizando inútilmente. A los ladrones les rompieron las piernas, porque rompiéndoles las piernas el cuerpo caía y se asfixiaba. Pero al Señor no le rompieron las piernas sino que le traspasaron el corazón con una lanza y se cumplió la escritura que decía: no le quebrarán ni un hueso. Y al momento salió sangre y agua. Esta forma de expresión de “sangre y agua” significa que el Señor lo dio todo, hasta la última gota de sangre. Hasta la última gota de suero. La gente antiguamente confundía el suero con el agua. Lo que sale del corazón son los últimos líquidos que quedan en el cuerpo: sangre y suero, que es traducido como el agua. Y la Iglesia ha visto siempre ahí un símbolo del nacimiento de ella misma. Porque nace la Iglesia por la sangre y por el agua. El agua es el bautismo y la sangre es la Eucaristía. La sangre de Cristo, que se nos da a beber. Como ya hemos meditado en días anteriores es alimento de vida y el agua de nuestra vida, del pecado original. Limpieza para comenzar la Iglesia. La Iglesia se edificó sobre un corazón herido. También significa que nosotros en nuestra vida como Iglesia hemos nacido por el bautismo, nos alimentamos en la Eucaristía, crecemos en torno a una mesa, pero también sufrimos. Sangre derramada. ¿Quién no ha sufrido en la vida? Nuestra vida es una peregrinación donde hay sufrimiento. Es inevitable. El dolor es inevitable. Pero el dolor se transforma, como Cristo transformó su dolor en redención. El dolor es redentor. Ofrecer al Señor nuestros propios dolores, mantenerse firmes en la fe a pesar de cualquier inconveniente, sea físico, psicológico, nos hace más fuertes.

Hoy es también un día para pensar en el sacerdote. Porque también el corazón de Jesús es un ejemplo para el sacerdocio. Un ejemplo de entrega, un ejemplo de paciencia, un ejemplo de amor. Venid a mí. El sacerdote debe ser una persona con el corazón abierto y las manos extendidas para acoger al que viene a él. Es una imagen del buen pastor, es una imagen del corazón bendito y sacrosanto de Jesús. El Señor Arzobispo, en una circular que he leído hoy dice eso: que en este día del sagrado corazón de Jesús, pidamos por los sacerdotes, para que se asimilen al corazón de Jesús, para que podamos ser un ejemplo de Jesús en la vida de cada día. Sin olvidar que el sacerdocio consagra el pan y el vino. Sin sacerdotes no hay Eucaristía. La Eucaristía alimenta a la Iglesia, pero la Eucaristía nace en el sacrificio del altar, que consagra el sacerdote. Por eso, queridos hermanos y hermanas, es también un día para pedir por las vocaciones al sacerdocio, por los consagrados. No solamente por el seguimiento de Cristo sino también para que, en nuestra vida, el sacramento de la Eucaristía, siempre esté naciendo y produciéndose. Siempre esté dándose y entregándose en comunión. Queridos hermanos y hermanas, alegrémonos en este día. Porque el corazón de Jesús sigue palpitando por nosotros, ayudándonos, y no tengamos nunca miedo ni reservas en acudir a él, que siempre será una fuente de agua viva. Venid a mí los sedientos. Bebed si tenéis sed. El mismo Señor en la Cruz, dijo: tengo sed. Y no solamente significa quiero beber agua, porque de hecho, le acercaron una esponja y no bebió, sino significa tengo sed de ti. Quiero que vengas a mí. Quiero que escuches mi palabra. Quiero que me acompañes en mi pasión.

Queridos hermanos, demos gracias a Dios por este gran misterio de su amor y pidámosle que siempre seamos devotos suyos.

HOMILÍA DEL RVDO. D. MANUEL MARÍA ROLDÁN ROSES EN LA FUNCIÓN PRINCIPAL.

Damas pobres de Santa clara. Sección alcalareña en su Junta de Gobierno especialmente aquí presente de la Adoración Nocturna Española. Dignísimas representaciones de las Hermandades, Agrupaciones y Asociaciones de nuestra ciudad. Queridos hermanos todos.

El evangelio de hoy nos habla del seguimiento. Después de todas las celebraciones que comenzaron hace cien días con el Miércoles de Cenizas y que seguían por la Cuaresma hasta llegar al momento cumbre de la vida cristiana que es la Pascua, y luego esta cincuentena Pascual con esta corona de fiestas, la santísima Trinidad y el Corpus Christi, llegamos ahora al Tiempo Ordinario. Y el Tiempo Ordinario está caracterizado por el seguimiento de Jesús, que pasó haciendo el bien y curando a los oprimidos por el mal. Y el seguimiento, especialmente en el evangelista que nos ocupa este año, que es San Lucas, está caracterizado por la subida a Jerusalén; todo es subir a Jerusalén. Jerusalén es la ciudad del templo, es la ciudad santa, es la ciudad de las promesas, es la ciudad de la sekiná, es decir, de la gloria de Dios que llenaba el templo. Y va a ser también la ciudad donde Jesús va a ser glorificado con su Pascua, con su Pasión, Muerte y Resurrección. Jesús decide, por lo tanto, esta misión, este ponerse en camino; y lo decide con una actitud firme, libre, y comprometida; nadie le obliga: es Él quien va. Y va acompañado de sus discípulos. Nadie puede detenerle. Ni ninguna circunstancia adversa. Si en una aldea no lo reciben, pues se va a otra. Y además, pone, en estos ejemplos que hemos escuchado, que son tan del gusto de la literatura oriental, es decir, ejemplos muy drásticos, muy tajantes, para llamar la atención, expone a sus discípulos, a los que le siguen, la prioridad del Reino de Dios, el compromiso que exige el reino. Por eso, enterrar a mi padre, o despedirme, no hay que tomarlo de manera literal, sino hay que ir a la esencia de lo que se quiere decir: que Jesucristo, en primer lugar, tiene que ocupar el centro del corazón y de la vida; y además, esto sin restricciones, sin limitaciones y sin desconfianzas. Pon al Señor en el centro de tu corazón y de tu vida y no solamente no querrás menos a tus hijos, a tu mujer, a tu familia, sino que los querrás más y mejor. Pon al Señor en el centro de tu vida y verás como eso no te descompromete de tu vida, de la sociedad, de que tienes que trabajar, de las cosas que Dios ha puesto a tu alcance para que vivas bien y que goces con ellas, como una buena casa, o unas vacaciones, o unas relaciones con amigos… verás como el Señor no lo quita, sino que lo tiñe del evangelio. No lo absolutiza, sino que lo hace relativo. O sea que en esto no tenemos nosotros que tener miedo ni restricciones: pon al Señor en el centro de tu vida y de tu corazón y verás cómo todo adquiere un nuevo orden, que es mejor que el que tú le dabas. Porque, por pura lógica, Dios es más sabio que tú. Y Dios es amor, por mucho que tú ames. Por lo tanto, Dios no quiere el mal para nosotros ni para nadie de los nuestros ni de nuestras cosas, sino el bien; pero de manera ordenada, adecuada. Por eso Jesús insiste tanto en la prioridad del Reino. San Pablo nos ha dicho que para ser libres, para la libertad, nos ha liberado Cristo, por tanto se trata de no estar atado, de no estar esclavizado, sino de estar nosotros por encima de las cosas y de los bienes de este mundo y que esta libertad no sea estímulo para la carne, es decir, para la soberbia, sino ser esclavos unos de otros por amor. Esa es la norma de Cristo: el “amarás a tu prójimo como a ti mismo”, como nos ha recordado el apóstol San Pablo.

Pues en este camino nos encontramos también nosotros. Queremos ser discípulos de Jesús, queremos seguirle a Él. Queremos caminar por sus caminos. Queremos poner nuestros pasos sobre sus huellas. Queremos subir también con Él a Jerusalén. Queremos subir con Él también al Calvario y no abandonarlo. Queremos, pues, que se nos identifique como cristianos. Y en este caminar, en esta marcha, en este compromiso, en esta actividad, parece como si no tuviera sitio la contemplación. Y estamos acompañando a la Adoración Nocturna Española en esta Octava del Corpus, en esta función solemne a Su Divina Majestad. Y nada más lejos de la realidad. Si tú no tienes tiempo para orar, si tú no tienes tiempo para contemplar, si tú no tienes tiempo para adorar al Señor, real y verdaderamente presente en el augusto Sacramento de la Eucaristía, ¿cómo vas a tener fuerzas para caminar?

Estamos en una cultura en la que todo es actividad, en la que todo tiene que tener, además, un efecto inmediato, medible, constatable, pero esos no son los parámetros del Señor. ¿Qué podemos nosotros por nuestras propias fuerzas? Poco y mal. Y sin embargo, con el Señor lo podemos todo, mucho y bien. Así, pues, cuántas veces nosotros estamos posponiendo este encuentro con el Señor. Una vez al mes, cada tercer fin de semana del mes, la Adoración Nocturna se reúne en este Monasterio con las Hermanas, para en unas horas de la noche, adorar al Señor. ¡Cuántas excusas hay en nosotros! Es tarde, hace frío, hace calor, tengo otras ocupaciones, tengo otros compromisos o tengo no sé qué… Y sin embargo, es tan necesario para nuestra vida venir a la quietud, al silencio, para encontrarnos con Jesús Sacramentado. En Él está nuestra fuerza, para poder seguirle a Él. En Él está nuestro modelo para poder ser verdaderamente discípulos suyos. Así, pues, queridos hermanos, vemos como el seguimiento, el compromiso, la presencia cristiana en el mundo, no solamente no está reñida con la quietud, el silencio, y la contemplación y la adoración del Señor, sino que esto último ha de ser lo primero, para poder llevar a cabo lo otro conforme quiere el Señor.

Pues avancemos, queridos hermanos por estos caminos de la contemplación y de la acción. Avancemos por esta senda de la adoración y del compromiso. Es el Señor quien nos llama, es el Señor quien nos invita, es al Señor a quien seguimos.

Redacción: Juan Jorge García García

Fotos: Paco Burgos/ Joaquín Espinar










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