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Liturgia. La Liturgia Eucarística (y III). Jesús Luengo Mena


Rito de la Comunión. Terminada la Plegaria Eucarística comienza los ritos preparatorios para la comunión, que son:

El Padrenuestro: Con sentido de preparación, respondiendo a la invitación del sacerdote que preside, lo recitamos todos. No se termina con el Amen, dado que la oración no ha terminado y sigue con el llamado embolismo «Líbranos de todos los males, Señor…»

 El rito de darse la paz entre los fieles se realiza, entre el Padre Nuestro y la fracción del pan, Con este gesto, que «significa la paz, la comunión y la caridad», la Iglesia «implora la paz y la unidad para sí misma y para toda la familia humana, y los fieles se expresan la comunión eclesial y la mutua caridad, antes de la comunión sacramental», es decir, la comunión en el Cuerpo de Cristo Señor. Dado que este rito ha tomado una importancia desmesurada por parte de los fieles es bueno recordar algunas cuestiones acerca del mismo.

* El rito debe cuidarse y hacerse con sentido religioso y sobriedad.

* Debe mantenerse en el lugar que ocupa actualmente en la Misa, o sea, antes de la comunión.

* No es necesario invitar rutinariamente a darse la paz, tal como dispone la OGMR (154): Luego, según las circunstancias, el sacerdote añade: Dense fraternalmente la paz. Es más, si prevé que tal intercambio no se llevara a cabo adecuadamente por circunstancias concretas, o se piensa que pedagógicamente es más conveniente no realizarlo, se puede omitir e incluso debe omitirse. Es el caso que actualmente estamos viviendo con la pandemia del coronavirus. La invitación a darse la paz al pueblo le corresponde al diácono, si está presente.

Para finalizar con el rito de la paz, deben evitarse lo siguiente:

- La introducción de un «canto para la paz», inexistente en el Rito romano y hoy muy de moda en algunas celebraciones.

- Los desplazamientos de los fieles para intercambiarse la paz, con el consiguiente desorden que se organiza. Se debe dar la paz a los más cercanos.

- El que el sacerdote abandone el altar para dar la paz a algunos fieles. El sacerdote puede dar la paz a los ministros, pero permaneciendo siempre dentro del presbiterio para que la celebración no se perturbe. Haga del mismo modo si por alguna causa razonable desea dar la paz a unos pocos fieles (OGMR 154).

- Evitar que en algunas circunstancias, como la solemnidad de Pascua o de Navidad, o durante las celebraciones rituales, como el Bautismo, la Primera Comunión, la Confirmación, el Matrimonio, las sagradas Ordenes, las Profesiones religiosas o las Exequias, el darse la paz sea ocasión para felicitar o expresar condolencias entre los presentes, desvirtuando así el significado del rito[1].

La fracción del pan. Es un gesto simbólico. Para subrayar la importancia de este rito bastaría recordar, por ejemplo, que se trata de uno de los gestos realizados por el mismo Señor en la Cena. Se trata además de un gesto realizado siempre por el que preside la celebración como figura del mismo Señor, nunca por un ministro secundario. Es un gesto litúrgico importante por su significatividad, por su antigüedad, porque deriva de uno de los gestos que realizó el mismo Señor y porque nos referimos explícitamente al gesto cuantas veces celebramos la Eucaristía: «Tomó pan, dándote gracias, lo partió y lo dio a sus discípulos». La misa se llamó también fracción del pan.

La inmixtión o conmixtión es el gesto que hace el sacerdote antes de la comunión consistente en dejar caer una pequeña partícula del pan consagrado en el cáliz –de com-misceo que significa mezclar una cosa con otra–. Mientras hace el gesto pronuncia estas palabras: «El Cuerpo y la Sangre de nuestro Señor Jesucristo, unidos en este cáliz, sean para nosotros alimento de vida eterna». La OGMR (83) dice que «El sacerdote parte el pan e introduce una parte de la Hostia en el cáliz para significar la unidad del Cuerpo y de la Sangre del Señor en la obra de la redención, a saber, del Cuerpo de Cristo Jesús viviente y glorioso».

El Agnus Dei durante la cual se implora al Cordero de Dios que nos dé su paz, tiene un significado teológico propio.

La comunión puede recibirse en la boca directamente o en la mano. Si comulgamos en la mano, ponemos nuestra mano izquierda encima de la derecha, y no cogemos la forma en el aire, sino que esperamos a que nos la pongan en las manos. Luego, con la mano derecha, comulgamos inmediatamente delante del sacerdote y cuidamos de que no quede ninguna partícula en nuestra mano.

Mientras dure la pandemia del coronavirus recibir la comunión en la mano es lo más adecuado y lo recomendado, debiendo omitir el ministro que reparte la comunión la frase «El Cuerpo de Cristo».

Tras el silencio después de la comunión, el sacerdote recita la Oración de postcomunión, para dar gracias por el don recibido. El pueblo hace suya esta oración con el Amen, una vez más. Comienzan entonces los ritos conclusivos, que analizaremos en el próximo y ultimo artículo de esta serie.

[1] Instrucciones más concretas se pueden consultar en http://www.archisevilla.org/daos-fraternalmente-la-paz/

Fotos: Juan Alberto García Acevedo.










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