Los días de romería. Antonio Sanchez Carrasco

Los que no son muy rocieros espero que de aquí al final de mes no me tengan en cuenta el exceso de letras que tienen fin y principio, la Romería más universal.

Para colmo como ya me habré repetido y varias veces es mi segundo año sin Rocío.

Una fiesta que influye y ha sido influida prácticamente por medio mundo. Así recuerdo la Romería que se celebra en Australia, o aquella Virgencita del Parque de la Grajera en Logroño, que mi primo José Manuel me envió en foto para poder ponerla en mi libro.

Rocío que llegó hasta los polos en expediciones como la del Duque de Orleans a principios de siglo, que dejó el nombre de dos islas como Rocío y Villamanrique, y una corbeta de plata como exvoto. A finales del siglo XX sería el ejército de tierra quien llevaría una réplica de la Virgen en una de sus expediciones. Carteles como el de la Romería de los Ángeles, con el cartel de Hollywood detrás, o las palmeras de la medalla de Quisama, Brasil, son el ejemplo de una universalidad que este año tampoco tendremos en nuestras calles.

El pasado jueves debería de haber partido desde Córdoba la primera de las hermandades filiales, aquella que más camino hace, aunque otras vengan desde más lejos. Aquel simpecado blanco que en sus inicios llevaba una pintura de Julio Romero de Torres, en ese contacto que siempre ha tenido el Roció con el arte, y que daría para un libro aparte. Disculpen, los que no sean rocieros, si me pongo muy pesado con el Rocío, pero lo llevo regular. Y aunque dicen lo que dicen del mal de muchos a mi nunca me ha consolado. En estos días seguiremos pidiendo a la Virgen salud para que una mañana de verano podamos llegar a verla y así pensando en ese día se hará la espera más corta.

Foto: Antonio Sanchez Carrasco.