Arte Sacro
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Una carreta de plata, varada en La Plaza de San Lorenzo. Mariano López Montes.


Mariano López Montes. Tal vez La Plaza de San Lorenzo nunca sea el camino a ninguna parte, pues si reconsideramos las distancias y los sentimientos siempre serán el termino o la meta de todo y para todos, quizás porque Basílicas existen muchas, pero una en que desde hace años resida y reciba El Señor, que es la parte más sentimental y devocional de toda una ciudad, pocas que yo conozca. Y como Divino pero a la vez Humano que es, se nos ofrece, en esta mañana, aun fresca de Mayo abriendo de par en par las puertas de su casa para acoger a los que allí ya le esperan.

Esta mañana tiene algo diferente a otras muchas pues a lo lejos y acercándose siempre de prisa se escuchan los estruendos de los cohetes y un rumor de palmas, cantos y alegría que se adueñan poco a poco del entorno, invadiendo la oración a la «rociera sevillana de las maneras» por un silencio, que por unos momentos cambia la alegría por una oración evocativa, reflexiva, personal y a la vez impregnado de una magia hecha de sentimientos, cuando aquel Simpecado que vino del barrio de La Macarena se pone frente a frente con algo tan grande como El Señor del Gran Poder, que los recibe y despide un año más.

Pocos instantes más tarde la alegría de las campanas y el brillo de la flamante y reluciente plata, adormecidas durante la breve oración, vuelven a cobrar vida con el acorde sonido de flauta y tamboril, la algarabía mezclada de vítores y olés a la pequeña Señora que alberga tan suntuoso cofre de plata que sus hijos rocieros crearon solo para Ella.

El protagonismo festivo que ya traían vuelve al instante, pues es la clave de estos días de gozo, pues la devoción, el sentir y la alegría son sentimientos inherentes al rociero. Los cohetes festonean aún los cielos azules del barrio con su faralaes sonoros de fuego y luz y la comitiva se marcha en busca de los caminos y arenas, hechos de color, y un pintoresquismo que solo se puede materializar en esta Baja Andalucía, alegría, esperanza, felicidad y recuerdos, entremezclados con esa dureza que nos hace mas fuertes para afrontar estas vidas que tenemos la suerte de poder vivir. Y al final todo se va alejando como “un sueño que se aleja” y el silencio vuelve a esa plaza donde siempre existió.

Quizás la Basílica y San Lorenzo no sea el camino geográfico más corto que lleva a esas marismas del Rocío, pero quien tiene la más mínima duda que este rostro del Señor de Sevilla y el tenerlo presente aunque sea por poco tiempo, es el mejor salvoconducto para estos que año tras año siguen su camino, esperando encontrarse con “Esas marismas azules” que seguiréis cantando una y mil veces, que se encuentran en El Cielo y de las que ya habéis vivido aquí en la tierra hace unos momentos al visitar al Gran Poder.

Amigos y conocidos muchos, que vivíamos este momento desde diferentes posiciones, yo con mi cámara desde arriba sin querer perder detalle, siempre me procuro buenos sitios para mis fotos, tampoco me imagino vestido a la usanza rociera y mucho menos porque entre otras cosas me da algo o mucho miedo la práctica de lo que algún “relamido” llamaría “las artes de la equitación”.

La junta con su estandarte y varas en forma representativa, los curiosos disputándose los sitios de mejor visión, otros que se aferraban a las inmensas ruedas de la carreta con la fuerza del ancla y otras/os que se acercaban a la carreta para tocarla y santiguarse. Después Los abrazos, los vítores y un impaciente ánimo de los romeros por seguir a esa tierra prometida de las Rocinas, y a Ella o a la Virgen como con todo su cariño la llaman.

Y entre todos los romeros presentes quiero dar una sorpresa a uno muy especial, que compartió durante años conmigo trabajadera cada Sábado Santo en nuestro antiguo y querido mundo de abajo de aquella Piedad hecha Dolores y Providencia del barrio de San Marcos. Me refiero a mi amigo Emilio, que el año pasado ostentaba el cargo de “Alcalde Carretas” que creo tiene que ver más con ser Diputado Mayor de Gobierno, o Fiscal de Paso, en este caso de Carreta, que con nada que tenga que ver con El Gobierno Municipal, aunque tenga algo de Alcalde.

Evidentemente como manda la tradición y el protocolo adoptaba una postura ecuestre de lo más clásico, ya que a él además de la forma física que siempre tuvo, el estilismo y la estética que nunca ha descuidado, y por supuesto no le faltaba “un perejil”, a otros y me incluyo en el lote, pareceríamos algún extra extraviado y diseñado por Berlanga, para la Película "Bienvenido Míster Marshall", o aquellos extranjeros, guiris y demás que no saben de esto de la “misa la mitad”. Como la anécdota que me pasó, un año cuando yo ejercía mi profesión en aquellos primeros “Plan Romero” como médico, Una pareja de Zamora se me acercó y me comentó…. ¡Chico vimos esto del Rocío y nos gusto tanto que hemos decidido vestirnos de Andaluces y venirnos para aquí….!.

Quizás no conocieran el famoso refrán de “el habito no hace al monje”, o que tener “la de Ubrique abultada y sobrante” (como llama a la cartera mi amigo Manolo Picón) te permite sacarse el Carnet del sentimiento, la fe, la tradición y las vivencias.

Grandes son las virtudes que nuestro amigo Emilio nos regala día a día, aunque solo enumeraré aquella más externa, esa sonrisa comedida, nunca interesada y sin dobleces que ilumina su cara, difícil de encontrar en ciertos sectores que tocamos a diario. Pero lo más importante para mí y creo que justifica estas líneas, es una estampa o “estampita” que te ofrecía como recuerdo, después de un caluroso abrazo. En este pequeño trozo de papel iba impreso en tintas de colores el decálogo, la síntesis, el sentimiento y la fe de su propia creencia.

En estos tiempos que tanto nos asusta o esta tan desfasado que nos llamen beatones, capillitas, meapilas y otras lindezas más. El con una sola estampita te mostraba los tres faros que iluminaban su fe y creencias en la carta de navegación de su propia vida. Su Señor del Gran Poder, su Virgen del Mayor Dolor y por supuesto su Virgen del Rocío, representado, como no, en aquella Carreta de Plata que había desaparecido minutos antes portando aquel Simpecado que se presenta como un retablo de Fe e identificación para cualquier rociero macareno como es su caso.

No sé si compartiréis lo que siempre esta maquinando mi mente inquieta, que es difícil de parar, pero hechos y símbolos como este, de una simple «estampita» representan mucho para muchos, y definen una forma de vivir la religiosidad y la vida de una forma propia aprendida y nunca impuesta que heredamos de nuestros mayores y que ya forma parte de nosotros mismos.

Cuantos mitos y tópicos sobre El Rocío, cuanta exageración, pero también mesura, cuanta Visceralidad versus Racionalidad como diría J. M. Comelles. Todo está sobredimensionado, como casi todo en la actualidad o existen momentos de intimidad y evocación de los sentimientos, ortodoxia frente a total heterodoxia, incluso desde el propio pensamiento o corriente religiosa, comercialización frente a una verdad que subyace dentro de cada rociero, Religiosidad Popular, Historias, Leyendas, Antropología, Imagen, Arte, etc. Cuantas disciplinas para afrontar sus puntos de vistas a una realidad tan compleja como es El Rocío, con múltiples aristas a veces incisivas o resbaladizas, sobre todo si se emiten juicios sin conocimientos en profundidad de las diferentes, complejas y a veces contradictorias realidades que entraña La Romería. Posiblemente todas estas teorías tendrían una base de verdad desde los diferentes enfoques, e incluso muchas de estas teorías serian complementarias y en pocas ocasiones totalmente excluyentes.

Ante todas estas visiones y teorías que han creado personalidades de cierto peso especifico en la cultura, la sociedad e incluso en La propia Iglesia, me quedo para esta ocasión con aquel carnet valiente, personal de la fe y el sentimiento que mi amigo Emilio me regalo una mañana de Mayo ante su pequeña Virgen del Rocío, con la grandeza y la sencillez de vivir el momento a los pies del Señor del Gran Poder….

Dedicado con todo el cariño a Emilio López Franco

Fotos: Mariano López Montes.










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