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La vida es como un calendario


Mariano López Montes. Sí, porque esta vida es como uno de esos antiguos calendarios que conocíamos desde niños y que se estrenaba con toda la ilusión del mundo cada 1 de enero, con esa mezcla de alegría y nostalgia de haber vivido un año más, esa última hoja marcada con el 31 y dedicada a San Silvestre, aquel pontífice italiano que murió en el año 314 de nuestra era durante el Imperio de Constantino, que por otra parte si no fuera por el día que es y el significado que tiene, sería tan poco conocido como uno de esos santos de nombre impronunciable de los que está lleno el santoral de cada día y que jamás se nos ocurriría poner a ninguno de nuestros hijos, sobre todo por la guasa de los niños en el colegio de chicos y la fealdad que a veces llevan implícita durante el resto de la vida.

De esta manera «El Pontífice Silvestre» se ha hecho más famoso por «las carreras» que se organizan desde principios del siglo XX que por su santidad y devoción. La verdad que de este año 2020 la mejor manera de salir es «corriendo a todo trapo», como se suele decir.

Recuerdo esos antiguos «tochos» o libritos de sobremesa de antes, como pequeños ladrillos que construirían un año más y a la vez un año menos una etapa de nuestra existencia y que siempre eran recibidos con los mejores deseos de Esperanza, Prosperidad, Amor, Felicidad y todo lo bueno que esta vida es capaz de darnos, entre sus hojas, como en aquel antiguo juego de La Oca y otros de la marca Geyper con que jugábamos de niños, también se escondían las casillas malas como en El «Parchís”, las que existían pero que no queríamos ver porque cuando eres niño o joven siempre se dice que tenemos toda la vida por delante y salvo raras excepciones todos somos optimistas y esperanzados sobre todo con el futuro.

Ese nuevo librito que se compraba cada año era un tesoro con estructura de alcachofa, a la que podíamos deshojar una a una sus 365 hojas hasta llegar al corazón que era la parte más sabrosa porque nos había dado la oportunidad de haber vivido un año más.

Aquel antiguo «Calendario Zaragozano» publicado desde 1840, o aquel otro denominado «Taco del Corazón de Jesús», que nació en 1886, o aquel llamado «Myrga» que apareció en 1898 y que se sigue publicando, han sido aquellas partituras sin autor que cuantificaron, delimitaron y planificaron las cartas de navegación de nuestras vidas en una época en que las modernas tecnologías nos abdujeron para siempre.

Sus hojas no tenían nada de especial solo el número del día correspondiente con el color negro de las cofradías de ruan y que se volvía «Rojillo aunque no se estilara» si se trataba de fin de semana o festivo, el mes en curso siempre arriba, las fases lunares y solares, el santoral que era muy importante sobre todo si la editorial era católica como se estilaba, y como mucho alguna anécdota o celebración con mesura y siempre dentro de la ideología dominante, y poco más, para la meteorología lo normal de cada estación, y si se quería más información habría que ver a un señor muy triste y serio que se llamaba Mariano Medina y salía en los telediarios y sobre mapas escolares ponía soles, nubes, lluvias o paraguas, claro había que tener un televisor propio o del vecino para verlo.

Del ecléctico almanaque existía una variante en forma de poster para fijar en la pared, se pasó al calendario con más fantasía en cuanto a color, planificado por meses con infinidad de motivos, desde aquellas señoritas formales, serias y decentes de los trajes regionales patrimonio del orgullo patrio, hasta esas otras, frescas o desvergonzadas muy modernas que mostraban sus encantos más abruptos y descarados y que eran los modernos Rembrandt o Murillos de talleres mecánicos y de otras manufacturas de la época y verdaderos iconos de inspiración pecaminosa, al menos de pensamiento en cabinas camioneras y alguna instalación cuartelaria de obligado cumplimiento para la época.

Al mismo tiempo proliferaron almanaques con las devociones más significativas de la época, Vírgenes, Patronas de pueblos, Santos con un tirón devocionario popular etc. Años después se utilizó esta publicidad para la reivindicación de causas solidarias con el fin de reivindicar y recaudar fondos para estas instituciones, desde artistas y protagonistas del mundo de la farándula, hasta aquellos bomberos que posaron sin cascos, botas y mangueras, nunca fueron ajenos a reivindicar la causa para la que fueron llamados, en desinteresada y altruista colaboración, ¡¡Como Dios Manda!!

El mundo de nuestras cofradías y sus Imágenes titulares más emblemáticas, no han sido ajenas a este tipo de nuevo márquetin publicitario por un lado, pero a la vez devocional y sentimental por otro.

Por estos días sobre el suelo de alguna plaza o cerca de las Basílicas aparecen improvisados tenderetes de variopintos almanaques con imágenes reales y a todo color de la Esperanza Macarena o la que reina en Triana, del Señor de Sevilla o aquel Cachorro que en su última expiración sigue viviendo y a la vez muriendo entre ambas orillas, del Señor de La Salud de los Gitanos, o esa otra gran devoción andaluza que es la Virgen del Rocío. Nuestras devociones mas afianzadas salen de la solemnidad y el culto de sus templos para habitar las casas de las gentes sencillas que compran estos almanaques y además de presidir un lugar cuasi privilegiado en barrios apartados y distantes de esta nueva Sevilla, reafirma la devoción personal, el sentimiento o la identidad por una Imagen y unos recuerdos, quizás familiares o de antiguos barrios de los que tuvieron que marchar. No es esto otra manera de expresión de nuestra querida y nunca bien comprendida Religiosidad Popular que siempre he defendido, casi siempre tan incomprendida y a veces despreciada por las mentes más ortodoxas que las tachan de superchería o superstición o propias de una propia incultura que siempre ha sido nuestro tópico y consabido «San Benito».

En fin después de este terrible año 2020 en el que la enfermedad, la ruina, la soledad y muchas veces la muerte han cabalgado desde marzo sobre la faz de esta tierra como aquellos cuatro «Jinetes de La Apocalipsis», tenemos una nueva oportunidad de vivir un año más y recibir aquel viejo y a la vez nuevo Calendario Myrga, o aquel sentimental almanaque en que se irán desojando día a día una etapa de nuestra existencia que es parte de nuestro futuro, no será fácil al principio pero la Ilusión y la Esperanza volverán a reinar de nuevo en nuestros corazones, a veces ajados o enfermos pero con un deseo irrefrenable que Dios nos dio a cada uno de nosotros, que es la propia existencia, algunos como en aquellos antiguos trenes de madera lentos y que paraban en todas las estaciones se bajaran definitivamente para nunca volver y otros tomaran de nuevo el tren para seguir el nuevo trayecto que durara todo un año, porque aunque la cosa está que arde, como sucede en la maravillosa película de Roberto Benigni de 1997, la vida si la impregnamos de optimismo, ilusión y sobre todo fantasía siempre es bella.

 

      ….. Dedicado a mis compañeros sanitarios que han soportado lo suyo, a los que enfermaron y sobre todos a todos aquellos que nos dejaron y se bajaron en algunas de las paradas de este hipotético tren para siempre……………. 

Fotos: Mariano López Montes










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