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Aquél párroco bloguero. En memoria de don Carlos Ros. Virginia López


Carlos Ros. WikipediaEl pasado 5 de enero se cumplió un año del fallecimiento de Don Carlos Ros. Si  su muerte, al final de las fiestas navideñas pre-pandemia pasó desapercibida, el primer aniversario, aún más. Sevilla ingrata, olvida a uno de sus mejores cronistas y el veto de la jerarquía eclesiástica ahonda en ese olvido que se irá desgranando con el tiempo. Excepto para sus lectores.

Debo reconocer que no soy fan de las firmas de libros pese a admirar profundamente a muchos historiadores y escritores en general. Por eso las únicas firmas de mi biblioteca son las de Don José María de Mena, pero por empeño entusiástico de mi progenitor, allá por 1988. Eso sí, como soy aficionada a los libros viejos, puedo presumir de bastantes firmas y alguna que otra dedicatoria indiscreta.

Lo cierto y sobre todo lo sorprendente es que, pese a lo lanzada que soy y haberme autopresentado a tantas personas a lo largo de mi vida, no sé por qué (¡!¿?) nunca comenté el blog de Ros, llamado «Mi parroquia de papel». Un pozo de sabiduría, un deleite de lectura y un regocijo en el descubrimiento de tanta información histórica espigada de sus innumerables lecturas de documentos y demás fuentes documentales, que afortunadamente, sigue vigente:

http://miparroquiadepapel.blogspot.com

 

No solo nunca lo comenté pese a leerlo mes a mes tras haberlo descubierto casi a sus inicios, sino que nunca le felicité, le mostré mi admiración y le pregunté por algunas de las inquietudes que despertaban sus libros. ¡Como si ese señor no estuviera ya ahíto de reconocimientos! Pensaba yo. Pues yo misma estaba muy equivocada. La sencillez que me transmitían sus retratos fotográficos y ese fino sentido del humor que destilaba en sus escritos, repartiendo ojanas, sermoneando que daba gusto leerle y restando toda importancia a su bagaje, eran las pistas de que me hubiera respondido con sencillo afecto. Y es que llevo nueve años escribiendo sobre un tema inédito que ni el propio maestro tocó. Me hubiera gustado compartirlo porque me hubiera dado muy sabias indicaciones. Si logro publicarlo, se lo dedicaré sin duda.


Fuente: Casa del Libro

Carlos Ros tiene su perfil en la Wikipedia, por lo que me salto directamente sus datos biográficos:

https://es.wikipedia.org/wiki/Carlos_Ros_Carballar

Y como no solo no lo traté sino que ni siquiera le conocí, me quedo en este pequeño pero sincero homenaje, con sus obras. Su prolijidad es abrumadora. En el blog hay una pestaña donde aparecen cada una de las casi 100 o más que publicó, con una intensidad creciente intuyo que, por intuir él su desenlace prematuro tras el infarto que tuvo. De hecho, dejó dos obras inconclusas.

Ros es historiador, no es divulgador de historias, de leer y escribir tal cual. El oficio de historiador, esto es, acudir a las fuentes primarias, leerlas, estudiarlas y formular hipótesis, siguiendo una línea historiográfica de investigación, es lo que plasmó en sus obras. La mejor biografía de Fernando III “El Santo” es sin duda la suya. Principalmente porque no era un apologeta y, por ejemplo, escribir sobre un sacerdote obviando su hijo natural no solo era una incongruencia sino un dislate supino. Las vestiduras rasgadas lo vetaron en palacio y parece que las otras autoridades de la ciudad le van en zaga.

Fuente: Letras de Autor

Carlos Ros fue artífice de la autopsia que con todo rigor científico se practicó al cuerpo incorrupto de Doña María Coronel en 1979, es autor de un buen ramillete de hagiografía y recomiendo a los aficionados a la historia local su Sevilla día a día, que recoge un buen surtido de crónicas históricas extraídas de manuscritos desconocidos de la Biblioteca Colombina, además del que probablemente sea su obra más famosa: «Los fantasmas de la Catedral de Sevilla». Su prestigio traspasó fronteras con obras traducidas al catalán y al inglés. 

   
Fuente: sin fuente

El mejor homenaje que se le puede hacer es comprar y sobre todo leer su obra. Pero sin duda se merece una calle y un  homenaje. Desde aquí insto al Ayuntamiento a que se rotule un trocito de Sevilla con su nombre y a cualquier institución humanística, no quiero señalar entre las varias que hay, a hacer un sentido homenaje. Ya si alguna editorial local tiene a bien reeditar sus Obras Completas sería fabuloso. Y espero que su biblioteca y archivo personal pueda ser depositado, por ejemplo, en Santa Inés o en cualquier convento sevillano que tanto quiso, para disfrute y estudio de todos los interesados. QEPD.

Gracias A.Z. por acercarme la figura del Cronista de Sevilla.










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