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Provincia. Y la Esperanza vive en Arahal


Sebastián José  Romero Camacho. Nunca he podido conocer y disfrutar en directo del Viernes Santo tarde-noche en mi querido pueblo de Arahal, pues coincide con la salida procesional de mi hermandad aquí en Sevilla.
Gracias a las veces que mis padres me han contado lo que se vive en su pueblo. Toda una descripción perfecta y precisa en ese día tan especial de la Semana Santa arahalense.

Cenando en la noche de un Viernes de Dolores con toda mi familia y por supuesto hablando apasionadamente de lo que teníamos por delante, nada más y nada menos, que sumergirnos en la Pasión de Cristo por las calles hispalense, y de pronto, uno de mis hijos me mira fijamente y me dice lo siguiente, '¿papá por qué no vamos mañana al pueblo de los abuelos y visitamos a los familiares además de ver las iglesias ?'. Segundos de silencio en la mesa, y por supuesto que exclamé, una rotunda afirmación confirmando que, ¡me parecía una buenísima idea!.
El sábado por la mañana nos dedicamos a visitar algunas iglesias, aquí en la capital haciendo hora para tomar nuestros vehículos y partir para Arahal. Ya todos nuestros vehículos debidamente ambientado musicalmente, pusimos el último disco de la Agrupación Musical Nuestra Señora de la Victoria de nuestro querido pueblo, el titulado Victoria-Arahal. Por cierto, toda una exquisitez de buen gusto y mejor sonido. Sorpresa para todos, cuando hice un cambio de sentido en la Autovía del 92, ya faltaba poco para llegar a nuestro destino, les explique qué íbamos a almorzar en un sitio maravilloso a pie de autovía, concretamente en el restaurante Híspalis. Hemos de comentar que el trato recibido y las viandas solo se le puede poner un adjetivo, sublime.
Volvemos a la carretera, ya a la vista vemos la entrada que pone Arahal-Morón, entramos en nuestra localidad y aparcamos a las espaldas del colegio El Ruedo.
Nos dirigimos a la calle San Antonio para visitar a un familiar, y fue pisar esta calle y un repeluco me corrió por la espalda, pues muchísimos recuerdos de los 13 de junio se me vinieron a la cabeza, cuando de la mano de mi padre paseábamos por la tradicional Velá. ¡Qué  recuerdos de aquella calle adornada con interminables guirnaldas repletas de farolillos y banderitas multicolor!, y ¡qué buenos recuerdos de esos caserones convertidos temporalmente en auténticos templos gastronómicos, donde el olor del vino se mezclaba con el característico humo de la plancha dónde se asaban filetes, pinchitos y sardinas al mismo tiempo que las freidoras ponían a punto los chipirones y calamares!. Era curioso, pues estos improvisados bares estaban casi al unísono adornados con motivos del fino Tío Pepe, la Ina o de la cerveza Cruzcampo.
Una vez hecha la primera visita familiar, seguimos paseando hasta el final de la calle San Antonio buscando la zona de los Tres Gatos, visita obligada al busto del hombre que transformó y revolucionó la música procesional en Sevilla durante muchos años. Como ya titulé en un artículo cómo,  'el gran César o emperador de la música procesional'. Ya al despedirme y en una imaginaria conversación, le di las gracias por lo que había aportado a la Semana Santa y en plan jocoso le comenté, ¡don Manuel Rodríguez Ruiz, si en vez de nacer en este bendito pueblo de Arahal, naces en Sevilla, hoy tienes una estatua en plena Plaza de la Campana!.
Cruzamos la antigua carretera hoy travesía, y llegamos al cruce de caminos mítico histórico de esta localidad, como es, la Venta los Tres  Gatos. Allí sentados en un velador y esperando a que el camarero no sirviera los cafés, les expliqué a mi familia otra vez, y ya haciendo un poco de abuelo cebolleta, las mil historia que me contó mi padre sobre aquel lugar, testigo de tantos viajeros que paraban en Arahal.

Ya paseando tranquilamente por la calle Madre de Dios, me voy reencontrando y echando de menos algunos olores característicos como era el del taller de Bonilla, y si es verdad que, me reencuentro dándome una gran alegría con el olor también característicos de Jamones Benito. Todavía recuerdo el clásico jamón y queso que mi padre compraba todas las navidades en este negocio familiar. Giramos a la izquierda por la calle popularmente conocida como la de casa Peral, también he de confesar, que no me acuerdo del nombre que realmente tiene esa calle, giramos a la derecha por calle Duque y desembocamos directamente a la Plaza de la Corredera, plaza que me trae tantísimos recuerdos de mi infancia. Seguimos por calle Veracruz, desembocamos en calle Iglesias. Ya directamente vislumbramos la plaza que en mi infancia se llamaba 'Cruz de los Caídos', que hoy tampoco sé cómo se llama.
Antes de entrar en la parroquia Santa María Magdalena, de nuevo viene a mi mente, esos recuerdos cuando fijo la mirada en el antiguo Ambulatorio Municipal, hoy convertido en la Peña Sevillista, y en el histórico polvero de Atoche, que también está hoy cerrado.
Mi mujer y mis hijos entran en la impresionante parroquia Santa María Magdalena, mientras me quedo saludando a un viejo amigo de la infancia en la puerta del templo mayor de Arahal, entro lentamente, se me viene a la cabeza muchos recuerdos e imágenes en esta iglesia. Os confieso que me invadió. No sabía ni me importaba dónde estaba mi mujer y mis hijos, porque lentamente y no me lo puedo explicar todavía, parecía que algo me llamaba, pues andaba prácticamente sin control ninguno. Pero mi mirada estaba fija en una canastilla barroca deslumbrante, terminando en la Santa Cruz. Lentamente levanto mi mirada hacia el imponente crucificado, buscando su complicidad en su mirada pérdida por tanto dolor y sacrificio. Impresionante los cuatro candelabros de guardabrisas que parece que quisieran iluminar al mismísimo Dios en el cielo.
Oración y Padre Nuestro bajo tu cruz Señor, totalmente empequeñecido ante la magnitud de lo que tenía delante, solo me salieron estas palabras, Santísimo Cristo de la Esperanza. Dándome cuenta que estaba antes la mejor estampa de un crucificado de Sevilla, a mi parecer. Sabiendo de sobra que nos quiere abrazar a todos bajo su cruz. Bendita lluvia del maestro Pineda Calderón, que seguramente fue el mismísimo Dios el que le impuso sus manos, porque simplemente, en esta obra estalló la esperanza.

Tú figura omnipotente me transmite paz y amor,

eres buena muerte , Santa Cruz y esperanza.

Eres Alma de Dios, y salud verdadera.

Eres museo de divinidad, sed en la Vera Cruz de la pasión.

Santísimo Cristo me voy con el alma bendecida y reconfortada en la fe, sobre todo en tu esperanza, la cual, guiará con su luz mi vida y a la que tanto he apelado y buscado durante toda mi existencia cómo cristiano y creyente.
Sueño con el día que pueda verte en la calle abrazando a tu pueblo, bendiciendo y llenando de esperanza cada rincón de Arahal.
Ya junto a mi mujer y mis hijos camino de San Roque, me comentó mi mujer, que tenía una cara de felicidad y ¿qué me había dicho el Señor?, pues ella me conoce a la perfección. Le exclamé lo siguiente, 'llevo toda mi vida buscando la esperanza, y os digo que ¡la esperanza vive en Arahal!'.










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