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Relaciones de solidaridad y patronazgo en las antiguas cuadrillas de costaleros. Mariano López Montes


Me  ha parecido interesante en esta ocasión hacer una nueva visión retrospectiva a un pasado no muy lejano sobre aquel “mundo de costaleros asalariados que trabajaron las cofradías desde siempre, hasta que a mediados de los años setenta, y por unas razones que sacaremos a la luz en un próximo artículo sobre el tema, se produjo una transición rápida al mundo actual de costaleros no asalariados, aficionados, o hermanos, con la permanencia especifica de las características y modos del oficio en cuestión, pero con la diferencia de no mediar ningún salario o estipendio económico por realizarlo.

Pretendo centrar en este estudio un objetivo central, quizás poco conocido para el lector sobre todo si es joven, de las características socio profesional, laboral y económico de este colectivo muy conocido como “Costaleros Profesionales” [1].

Me centraré esta vez, después de describir pormenorizadamente el marco socio profesional de estos antiguos costaleros en un artículo publicado en  esta misma Revista [2], en dar un paso más allá en el conocimiento de la situación socio económico de estos hombres y sus familiares, así como de la visión que de este colectivo se tenía en la ciudad y en el mundo de las cofradías de aquella época.

Para ello quiero impregnar estas líneas desde una óptica personal de aquellos que fueron sus protagonistas, lo que le da una vitalidad y una visión del tema que creo le será enormemente atractivo a los lectores; ya que lo que a continuación voy a analizar y relatar son las propias vivencias de estos hombres, a los que tuve la inmensa suerte y el honor de conocer durante las entrevistas personales que hice con ocasión del trabajo de campo de mi Tesis de Antropología Social, que realice sobre este mundo de capataces y costaleros antiguos. Quiero dedicar estas líneas como homenaje a estos hombres sencillos, de corazón grande, que con el paso de los años han ido desapareciendo, pero que con esta trasmisión de sus vivencias sigan viviendo en el recuerdo, que es la única manera de no morir para siempre.

Históricamente, antes de la institucionalización de los hermanos costaleros, estos porteadores de pasos eran personas pertenecientes a estatus sociales bajos, pertenecientes a oficios subalternos poco considerados socialmente y en absoluto reconocidos por su importante papel en el ritual de la Semana Santa y en el mundo de aquellas cofradías. A ello se les unía inestabilidad en trabajos, la mayoría de las veces relacionados con la carga y descarga y otros oficios poco cualificados y estacionales, lo que repercutía en unas carencias económicas, amplias familias que alimentar y la mayoría de las veces graves deficiencias en las viviendas en antiguos corrales de vecinos donde solían residir, con la forma de vida y carencias de salubridad, higiene y a veces hacinamiento que ello suponía.

El costalero de aquellos años sufría en sus propias carnes estas carencias que eran muy comunes a los estratos inferiores o más desfavorecidos por las desigualdades sociales, económicas y de recursos existentes. El papel fundamental del capataz que articulaba el liderazgo y también en ocasiones el patronazgo de sus hombres ante las propias cofradías y otros estamentos de poder de la época, [3] para la obtención de recursos para su gente como solía llamarse, fue decisivo. Relataremos algunos ejemplos del papel de intermediario del capataz sobre todo matizando que los miembros de juntas que gestionaban las cofradías y otros organismos de poder o administración pertenecían a un estatus social y económico muy superior en recursos que aquellos costaleros, para ello quiero compartir con ustedes algunas de las vivencias que ellos me contaron.

En época de penurias económicas y hambruna de la postguerra allá por la década de los cuarenta y mediados de los cincuenta, los costaleros, contraguías y aguaores, además del salario por su trabajo, solían recibir por parte de las cofradías, unas bolsas de alimentos que paliaran en parte sus carencias familiares. Antonio Villanueva Pérez hace años en el Bar El Colmo, y ante mi interés, me dijo con la pasión que le caracterizaba ¡Niño coge una servilleta y un lápiz y apunta ahí para que no se te olvide!

“La bolsa o el lote consistía: 1 paquete de “cardo” de gallina de esos de la cabecilla del pollo, 1 paquete de picadura de tabaco de 95 céntimos, 1 librillo de hojas de papel de fumar, 1/8 de aceite, 1/4 de litro de vino. Raramente te echaban una pata de pollo o de conejo, salchichón o queso americano, los quesos de Castilla y de por ahí eran muy caros, por eso el queso americano se parecía al de bola pero era peor. Dos onzas de chocolate marca Matías López que era de Bilbao, no era malo y no sabía a tierra como la mayoría, porque después de la guerra el chocolate se hacía con harina de algarroba. En la calle Julio Cesar  en la esquina de una bodega nos daban el vino, porque el aceite había que ir a recogerlo a la calle Enladrillada en una tienda de unos santanderinos que era donde canjeábamos los ticket” [4].

Otra anécdota esta vez relacionada con los poderes políticos de la época, ocurrió debajo del paso de la Soledad de San Buenaventura que aquel año llevaba la cuadrilla de Vicente Pérez Caro, o la de “La Puerta Osario” como se la conocía, y al ir presidiendo como Gobernador Civil D. José Utrera Molina, dada la vinculación de esta cofradía con la Falange Española, y por lo tanto con los poderes tácticos y hegemónicos dominantes en la ciudad, ocurrió la siguiente anécdota:

“Era a finales de los años cincuenta, creo que en 1956 o 1957, mi padre iba de costalero en la primera trabajadera, y al levantar el paso su capataz Vicente Pérez Caro dijo: ¡Oído, que va a dar esta levantá el Sr Utrera Molina!, y a mi padre conocido por “El Kiki” no se le ocurre otra cosa que decirle en voz alta; ¡lo que tiene que hacer el Gobernador Civil, es llamar menos a los pasos y darme a mí un piso que lo necesito pa casarme. Total que mi padre tuvo la valentía de salir, el Gobernador Civil le dio la mano y le dijo que cuando pasara la Semana Santa, el lunes se presente en El Gobierno Civil  y pregunte por el Sr. Tal, total que aunque iba temblando para allá, al llegar y preguntar  le sacaron unos planos y le concedieron un piso en la calle Paulo Orosio Nº 1-1º  Izquierda, donde hemos vivido  y vivió mi padre hasta su muerte.” [5]

Estas relaciones clientelares eran propias del modelo social Franquista, en las que las desigualdades de recursos políticos y económicos, se compensaban con prácticas proteccionistas, a nivel individual o colectivamente.

He de destacar aquí a dos hombres pertenecientes a juntas de gobierno de sus respectivas hermandades que tuvieron un trato y sensibilidad especial para aquellos antiguos costaleros. Ambos como el que suscribe tenían la profesión de médicos y utilizaron sus saberes y experiencia en la ayuda de este colectivo y sus familias. En primer lugar Don Luis Rivas que además había sido Mayordomo de la Hermandad de Los Negritos y un costalero de Salvador Dorado  lo definía con la siguiente frase. “Mira Don Luis era para la gente del penitente como nuestro padre, se enteraba que algún costalero o familiar tenía un problema o estaba enfermo y allí estaba él para tratarlo y darle gratis las medicinas que necesitara, era un hombre querido que se lo merecía todo” [6]. Antonio Santiago también reconoce la gran labor que este médico hizo con la gente de su cuadrilla durante los años sesenta y setenta y cuenta el agradecimiento de aquellos hombres de abajo y el cariño que existía con la siguiente anécdota: “Don Luis Rivas murió en los años ochenta y toda la cuadrilla fue a su entierro en la Capilla de los Ángeles, y como este señor murió un Martes Santo, los pasos ya estaban totalmente montados, y la cuadrilla se metió debajo del palio y acompaño al féretro hasta el dintel de la puerta. [7]

Otro médico que se identificó mucho con los costaleros de Rafael Franco, que desempeñó el cargo de Hermano Mayor de Santa Cruz fue Don Antonio Hermosilla, que además de haber participado en algunas faenas como mudás, empleó sus conocimientos como Traumatólogo para aliviar y tratar desinteresadamente a estos hombres y sus lesiones. Fruto de este interés presento la siguiente ponencia. [8]

Existen muchos testimonios que tuve la suerte de recoger, pero que por necesidades de espacio de esta publicación, no tienen cabida aunque sean igual de interesantes que las expuestas. Para finalizar quiero relatar aunque sea brevemente como la hermandad de la Estrella por su gran vinculación con la cuadrilla de Manolo Bejarano, solía regalar a instancias de éste, los trajes de Primera Comunión a los hijos de los costaleros que estuvieran más necesitados, incluso daba unos vales que se canjeaban en aquella tienda y pañería ya desaparecida que se llamaba “Los Leones de Triana”, para que los hijos de los costaleros pudieran estrenar unos trajecitos, como otros niños pertenecientes a familias de economías más acomodadas cada Domingo de Ramos, una ilustración cedida por la familia Alonso creo que será un pequeño botón de muestra de aquella Sevilla que también existió

…… Agradezco su asesoramiento y colaboración a los Profesores Doctores, Isidoro Moreno Navarro y David Florido del Corral, del Departamento de Antropología Social y Cultural de la Universidad de Sevilla.

Mariano López Montes. Doctor en Medicina y Cirugía. Licenciado en Antropología Social.

José María Lobo Almazán. Investigador 

 

[1] Gonzalo Santiago. “Nunca me ha gustado eso de que nos llamaran profesionales, ya que todos o casi todos teníamos una profesión, nos gustaba ser costaleros, y el dinero la mayoría de las veces nos hacía mucha falta. Además en aquella época lo normal era cobrar desde los de los ciriales, hasta el cura que iba detrás del palio” .  

[2] López Montes. M. “Procedencia” socio-laboral de las antiguas cuadrillas de costaleros de Sevilla”. Revista Sevilla Cofradiera, pág. 75-78. Sevilla 2017.

[3] López Montes. M. “El saber mandar y hacerse respetar de los viejos capataces, relaciones sociales en las cuadrillas de costaleros asalariados. Sevilla Nuestra, pág. 106-110. Sevilla 2016

[4] Antonio Villanueva Pérez. Capataz

[5] Francisco Javier medina Fernández “El Kiki”.

[6] Ruperto Fernández. Martínez, Costalero de Salvador Dorado El Penitente.

[7] Antonio Santiago. Capataz

[8] Hermosilla Molina. A. “Aspectos médicos el trabajo del Costalero” I Congreso de Capataces y Costaleros. Ed. Guadalquivir , pág. 52-58 Sevilla 1992










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