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Jueves pastoreños. El risco de la Divina Pastora: recurso didáctico y representación realista. Francisco Javier Segura Márquez


Cuando la Divina Pastora llega a la iglesia de Santa Marina en octubre de 1705, comienza a presidir su retablo con camarín en la capilla lateral que le habían legado los marqueses de la Motilla. Allí, en su íntimo rincón, recogía las súplicas y peticiones de unos devotos que, celebrándola, salían con su imagen en un estandarte por las calles a rezar la Corona, acudiendo allí donde el Padre Isidoro marcaba que era necesario para obtener mayores frutos de conversión. Quizás en este tiempo nos cuesta entender que una hermandad de gloria girara en torno a celebraciones que estaban presididas por la imagen en contadas ocasiones y que tenían su fortaleza y misión allí donde precisamente las imágenes no llegaban.

 

No debió estar Fray Isidoro ajeno a la necesidad de explicar, mediante un método o ejercicio piadoso, cómo la Creación entera se postraba a los pies de María, Pastora amantísima, y la ensalzaba de forma continuada en las voces, súplicas y necesidades de la Iglesia, una multitud de almas dividida en tres grandes grupos. Así la Novena está dividida en las siguientes jornadas, considerando a María como Pastora de todos:

1.           Pastora del mismo Verbo Humanado

2.           Pastora de los Ángeles

3.           Pastora de los Bienaventurados

4.           Pastora de los Justos

5.           Pastora de los Pecadores

6.           Pastora de los Agonizantes

7.           Pastora de las Ánimas del Purgatorio

8.           Pastora de los Infieles y Herejes

9.           Pastora de los seres irracionales e insensibles de la Creación.

 

Esa jerarquía quedó trazada de forma clara en la “Novena a la Divina Pastora” que el propio Fray Isidoro publicó en 1714 para que, congregando en torno a la imagen a sus fieles hijos, pudiera explicarles cada año el sentido del pastorado universal de María Santísima, que abarcaba todas las almas de esas tres iglesias. Sin embargo, en esa Sevilla plenamente barroca no bastaba con el discurso. 

Había que crear una representación plástica que, de un solo golpe de vista, explicara a los que no tuvieran tanta formación ni pudieran entender completamente sus sermones cómo la Divina Pastora, mediadora entre Dios y los hombres, se encarga de cuidar todas las realidades mencionadas.

 

Así, Fray Isidoro dispuso montar un altar con un elevado trono para el Santísimo Sacramento expuesto, con un nivel medio para la imagen de Nuestra Señora y su rebaño y en el inferior la correspondiente mesa de altar donde celebrar la eucaristía. Ese “altar del monte”, como se nombra en las actas capitulares de los primeros años, representa a los pies de la Virgen el pueblo de Dios con unas casas y pequeñas edificaciones, que se agrupan en un lateral, mientras en otro espacio se coloca la trasposición tridimensional de la escena del arcángel San Miguel salvando del diablo a los corderos que invocan a la Virgen rezando “Ave María.

 

La ambientación natural se consigue incluyendo elementos naturales, que pudieron inspirarse en los conjuntos efímeros que instalaba el artista Hinestrosa para simular ambientaciones agrestes. Siempre se presentaba recreando su aparición la imagen de Santa María de la Hiniesta, en San Julián, que para su fiesta se mostraba en el trance de su manifestación al caballero catalán Mosen Per de Tous allá por 1380. 

Otras evocaciones similares son las que incluyen los retablos-hornacina de los pilares de la cúpula de la cercana iglesia de San Luis de los Franceses, algo posteriores al montaje del primer risco en 1714, mostrando a San Ignacio en la cueva de Manresa o a San Francisco Javier en sus singladuras orientales. El elemento principal para simular la montaña es el corcho, que recubre completamente toda la estructura en la que se ubican el trono del Santísimo Sacramento y el escabel de la Divina Pastora.

 

Intercalada sobre los corchos encontramos flores contrahechas, como silvestres o salpicadas entre los riscos, entre las cuales simulan estar alimentándose de pasto las ovejas del rebaño. Estos son los animales más numerosos, aunque se conserva referencia de multitud de animales repartidos por ese monte que representa el mundo. Hoy en el risco de la Pastora primitiva se instalan animales disecados que contribuyen a esta ambientación naturalista.

 

Para enmarcar todo el montaje, fue preciso delimitar el espacio arquitectónico con grandes franjas vegetales y disponiendo un fondo que, según testimonios gráficos del año 1903, simulaba con colores azules el cielo, aunque ahora se ha sustituido por un cortinaje granate a la espera de la realización de un nuevo fondo para el risco. En el risco de Santa Marina se instalaban corrientes de agua o animales incluso vivos (pájaros que trinaban, sobre todo) lo que, aportaba, además un componente sonoro que embelesaba a los fieles y les invitaba a la meditación y adoración eucarística, que servía de ámbito apropiado a la alabanza de María como Divina Pastora siguiendo el esquema establecido.

 

El Altar del Risco, como modelo de altar efímero se extendió por todos aquellos lugares donde se veneraba una imagen de Pastora, conservándose en diferentes ciudades y localidades andaluzas al cuidado de las hermandades pastoreñas establecidas especialmente durante el siglo XIX y XX. En este panel pueden observarse diferentes imágenes de “altares del risco” que muestran cómo la Primitiva Hermandad creó un modelo que se repite incensamente a lo largo de la historia.










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