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Jueves pastoreños. El ajuar litúrgico de la Fiesta Principal de Instituto. Francisco Javier Segura Márquez


Una vez concluida la Solemne Novena y la Triunfal Procesión de la Divina Pastora por las calles de Sevilla, volvemos a salir al encuentro con los fieles y devotos de la Divina Pastora que, a través de estos opúsculos digitales, va conociendo y admirando la historia, el patrimonio y otras múltiples facetas de la vida de la Hermandad.

 

Si en la última entrega nos deteníamos a contemplar la hondura teológica de cada uno de los símbolos que componen el montaje del altar del Risco de la Divina Pastora, este Jueves, donde celebramos el aniversario de la fundación de nuestra Corporación, queremos acercarnos a la riqueza de los ornamentos, vasos sagrados y elementos litúrgicos que, empleados en la Fiesta Principal de Instituto, ennoblecen la celebración del Santo Sacrificio, como símbolo de la unión de todos los corderos del Rebaño, en el día más importante del año para la Hermandad.

 

El uso de los elementos suntuarios para la Sagrada Liturgia se viene constatando desde la Baja Edad Media, asimilando el valor de los metales preciosos a la importancia que, para el cristiano, ha de tener la celebración de un culto cuidado y auténtico a Dios. No fue nuestra Hermandad ajena a estas disposiciones a lo largo del tiempo, y además de habernos llegado la riquísima custodia de plata del siglo XVIII, ya en la transición del siglo XIX, con punzón de Guzmán, en la que se presenta Jesús Sacramentado durante las jornadas de la Novena, la liturgia de la Función Principal ha precisado la elaboración y adquisición de diferentes enseres que hoy comentaremos.

Por antigüedad y tradición destacan la casulla de tisú de plata bordada en oro, de estilo rocalla tardío, fechable en el último cuarto del siglo XVIII. Sus bordados presentan un diseño asimétrico en el centro, protagonizado por un gran tallo del que emergen flores y hojas entre motivos rocallas que cubren todo el escapulario o calle central. Las alas laterales, que marcan el contorno, presentan decoración similar menos copada de bordados. El propio escapulario y la guardilla de la pieza están diseñados a modo de guirnalda trenzada que aporta una gran riqueza al conjunto. La estola, que presenta bordadas las tres cruces griegas preceptivas en el cuello y en los extremos, queda oculta por la casulla cuando la luce el sacerdote.

Por debajo de la casulla, el sacerdote viste un riquísimo alba de encaje de Bruselas sobre tela de hilo de batista blanco, con fondo negro imitando el traje talar de los presbíteros. Las mangas están conformadas por un encaje de similar ejecución, lo que convierte la pieza en una de las más interesantes que conservan las hermandades de Sevilla, sin duda también por su antigüedad, probablemente fechada en el siglo XIX. Queda ceñida al talle del sacerdote con un cíngulo de seda blanca y oro, de tres piernas trenzadas, rematado con dos borlas.

Si el vestuario del sacerdote es de por sí suntuoso, a nada que penetremos en el ajuar litúrgico nos asombra la riqueza de su ejecución. Recientemente, el investigador Francisco José Martín López ha podido documentar la ejecución del cáliz de plata dorada, publicación que se detallará en fecha posterior para delicia de los lectores. El cáliz, que presenta el desarrollo habitual de las piezas de la época, tiene grabadas una M y una diminuta granada, amén del contraste local NO8DO. De él afirma Martínez Alcalde: “Tiene base en forma de ochavas sinuosas, las cuales se trasdosan o comunican a su alzado, otorgándole gran enjundia y belleza morfológica”. Tiene el cáliz su paño o velo bordado en oro sobre tisú, a juego con la casulla, en cuyo centro la Sagrada Forma bordada en plata resplandece, como un sol, con dieciséis rayos biselados. Decoración floral recubre todo su contorno, aportando, por la riqueza de sus bordados, gran amplitud al cáliz cuando está colocado sobre el mismo. La otra pieza, que completa el conjunto, es la bolsa de corporales, que guarda como cubierta protectora el paño sobre el que se consagra el Santísimo. Tiene en una de sus hojas cuatro flores y una cruz griega bordadas en oro, amén de una guardilla a juego con la casulla que aparece en ambas partes.

En el centro del corporal, cuidadosamente doblado y preparado por la camarera del Santísimo Sacramento, se coloca la palia, que es una pieza cuadrada de tisú bordado en oro y sedas con el signo del Ave María timbrado de corona de canasto. Fue ejecutada por el bordador Pedro Pablo Gallardo Gutiérrez para ser usada en la Misa de la Fiesta Principal. Amén de la palia, destaca el trabajo del bordado de la hijuela, que es una pieza circular bordada en oro y recamada de espejuelos, posiblemente fechada en el siglo XVIII, de autor anónimo, que sirve para cubrir la Sagrada Forma antes y después de ser consagrada.

Completan el conjunto las vinajeras, de plata francesa, del siglo XIX, donadas por la familia de la Campa Carmona, así como el lavabo con su bacina, obra de orfebrería moderna, con singular belleza dentro de su carácter funcional. Como podemos ver, no ha escatimado nunca la Corporación en el cuidado del culto en la Fiesta Principal que revivimos con emoción el  segundo domingo de Septiembre, cuando en medio de nosotros se haga presente Jesús Sacramentado a las plantas de María, la Madre del Cordero y Buen Pastor.










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