Arte Sacro
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Almas de San Julián. María del Amor Rasero Zárraga


Gracias, Señor, porque Tú me haces fuerte. Y entre tus brazos, en tu pecho henchido de claveles rojos, dejé mi salud y la de los míos, bajo tu protección y amparo.

¿Cuántos rostros te miran hoy frente a frente, mi Cristo de la Buena Muerte? ¿Cuántos de tus nazarenos, duermen hoy bajo el manto de tu Madre Hiniesta, gozando de la vida eterna? La pandemia ha sido una cruel espina, que nos ha traspasado el alma cruelmente, como un puñal de sufrimiento.

Aquí me tienes, un año más, dibujando tu rostro, con el carbón de los recuerdos, con el fervor de este corazón azul, que vive aferrado a tus clavos.

Se han abierto las puertas,
las puertas de San Julián, mi cielo,
y yace mi Cristo dormido,
enclavado en el madero.
Se han abierto las puertas,
las puertas de un nuevo año “hiniesto”
el fugaz inicio de un sueño,
en este frío azul enero.

¡Oh, Señor de luz, que siempre das sin pedir nada! Eres tú, nuestro Pastor, y te amamos fielmente. Mi Cristo bueno y paciente, yo nunca te cuestiono, porque en vos confío plenamente, en la vida y en la muerte.

Porque es tu cuerpo, la esperanza,
de un crespón negro cubierto de plata,
un frío inerte de escarcha,
que bajo un firmamento de estrellas,
es la hoguera que abrasa.
Es la fe de un reguero de cirios,
con antifaces del color del cielo,
que se turnan, en oraciones,
con una Magdalena descalza.
Es la sangre derramada,
en una túnica blanca,
Cruz que llevamos contigo
¡porque en ti viven sus almas!

¡Almas!
¡Almas buenas!
como las que en ti duermen
¡Mi Cristo de la Buena Muerte!

María del Amor Rasero Zárraga

Foto: Fco. Javier Montiel.










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