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Jueves pastoreños. Treinta años en la capilla de San Bernardo. Francisco Javier Segura Marquez


El próximo día 12 de Octubre, se cumplirán treinta años de la clausura de la Exposición Universal de Sevilla, un evento de amplitud universal que puso a nuestra Ciudad en el centro del mundo, como ya ocurriera, cinco siglos atrás, cuando Sevilla fue la puerta de América y Capital, por tanto, de un antiguo continente que se abría al Nuevo Mundo. Todas las instituciones -ya políticas, culturales o religiosas- se sumaron de alguna forma a la Expo92, lema que ha trascendido los tiempos y las fechas y sigue siendo referente de una época dorada a la que no fueron ajenas las Hermandades y Cofradías de Sevilla.

 

Las diferentes ediciones de la muestra “Los Esplendores de Sevilla” mostraron los tesoros cofradieros en las dos sedes abiertas al efecto: la Antigua Audiencia, sede por entonces de la Caja San Fernando, y la parroquia del Divino Salvador, que recibió la visita de cuatro pasos procesionales. Muy cerca, justo enfrente del hastial de la Parroquia, la recoleta Iglesia de Nuestra Señora de la Paz acogió del 25 de Junio al 25 de Julio las Imágenes de Hermandades de Gloria más selectas y significativas, estando allí entre ellas nuestra Amantísima Titular, la Divina Pastora de Nuestras Almas, vestida con sus mejores galas y luciendo los benéficos resultados de su intervención conservativa a cargo del joven profesional don Juan Manuel Miñarro Gómez.

 

A su retorno, organizado en una “mini-procesión magna” en virtud de la cual se trasladaron las Imágenes a sus sedes canónicas, se vivía en la calle Amparo un insólito período de esfuerzo y superación. Sacar de la ruina las dependencias del Antiguo Hospital de San Bernardo, vulgo de Los Viejos, que a fuer de bondadosa insistencia fue concedida por el Excmo. y Rvdmo. Fray Carlos Amigo Vallejo, Arzobispo de Sevilla, para que en ella pudiera tener su Sede nuestra Corporación. No admiraban más estos trabajos que otros similares llevados a cabo en la ciudad. Cuando en 1988, en pleno Año Mariano, Sevilla acogía la visita de Estado de Su Majestad la Reina Isabel II del Reino Unido, ya había comenzado una modernización de la Ciudad que incluía, por supuesto, la restauración de numerosos conjuntos monumentales.

 

Si bien es cierto que la prioridad mandaba en el orden de intervención, teniendo en cuenta la fecha en la que la Capilla se abrió provisionalmente al Culto, podemos decir que la Capilla de San Bernardo, rehabilitada al completo en 1996 en su fase inicial, fue una de las hijas póstumas de la gran renovación de la Expo92. Aquel 13 de septiembre, en cuya tarde se vivió la muerte del banderillero Ramón Soto Vargas en la Real Maestranza, deja constancia en la prensa local de la importancia que tuvo la bendición de la Capilla de San Bernardo, para acoger a la Imagen de la Divina Pastora de las Almas, cuya Hermandad, la nuestra, con sede provisional en San Martín, permanecía itinerante desde el convento de las Religiosas Esclavas del Sagrado Corazón en la calle Cervantes, del que partía para -por ahora- no regresar de aquella barroca Iglesia en la que quedan tantos recuerdos de unos años de padecimientos y preocupaciones por el futuro.

 

El mismo Carlos Amigo, que había firmado la concesión de la Capilla, en la incredulidad de Tomás, ponía sus ojos sobre las especies sacramentales ofrecidas en la sencilla mesa de Altar, como todos los enseres, que desde aquella mañana iban a honrar a Dios nuestro Señor en el Sacramento Eucarístico, en la Reserva del Sagrario, en la devoción a la Santísima Virgen entre aquellos muros, en aquel pequeño templo que se desperezaba tras haber dormido, por más de veinte años, en el más desgarrador abandono. María, la Divina Pastora, que es Fortaleza de los Justos, parecía apuntalar aquellas paredes desviadas, aquellas losas de mármol que recuperaban el color, aquellas puertas ajadas de clavos de bronce que son hoy, a pesar de todo, las que cierran la casa de la Primera Pastora del Mundo. Treinta años que hacen ya testigos, en temprana ancianidad, a todos los que fueron capaces de conseguirlo. A todos ellos, vivos y difuntos, les damos las gracias y oramos por sus intenciones.










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