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...Y prosigue la vida de las Hermandades. Ángel G. Gómez Guillén.


Pasaron los días grandes de la Semana Santa. Miles de seglares, hombres y mujeres, desde niños hasta personas ya entradas en años, hicieron su estación de penitencia. Se guardaron las túnicas pero en el corazón de cada uno de ellos ha quedado un sentimiento religioso profundo, vivido por cada uno según su propia situación personal, su momento de fe etc. Pero durante todo el año sigue la vida de las Hermandades como asociaciones de laicos que van llevando a cabo diversas actividades: cultos semanales o mensuales obras asistenciales y de caridad, apostolado con los niños y jóvenes, campamentos de verano, cooperación con la catequesis parroquial, difusión de cultura religiosa y cristiana en los barrios y pueblos etc. Y todo esto desde el amor a Cristo y a la Virgen Maria a través de las imágenes titulares, que durante todo el año, aun en los meses de la dispersión veraniega, gozan de la veneración de sus devotos. Los laicos que las constituyen deben seguir siendo justamente valorados en los diversos niveles diocesanos, de zona, de arciprestazgos o parroquiales, por el trabajo apostólico cotidiano, y tantas veces oculto, que llevan a cabo a lo largo del año y por su papel como sujetos responsables de la piedad popular.

Por ello las Hermandades no deben bajar la guardia y dejarse llevar por las tentaciones que les acechan de reducirse al folklorismo o a meras manifestaciones de carácter antropológico o cultural, a veces ofrecidas sutilmente a cambio de ventajas materiales. En el ambiente laicista que nos toca vivir las Hermandades deben servir cada vez más de puente entre la Iglesia y muchos fieles que, por diversas causas, se encuentran alejados de la comunidad cristiana. Y tendrán que ofrecer cada vez más medios de formación cristiana a los hermanos, especialmente a los niños y jóvenes. Incluso creo que habría que ir pensando en secciones de hermanos catecúmenos de cara a niños no bautizados, pero que, por razones fa-miliares, pudieran formar parte de la Hermandad, donde podrían dar los primeros pasos para su iniciación cristiana. De hecho esto ya está ocurriendo en algunos casos.

Por otra parte, no debemos olvidar que un buen porcentaje de los alumnos de nuestro Seminario Metropolitano, de un modo u otro, provienen del ambiente cofrade. Y cuando en la Iglesia un grupo o comunidad da vocaciones sacerdotales o religiosas, es señal de que goza de buena salud espiritual cristiana.

Ángel G. Gómez Guillén, Cánonigo de la Catedral y Director de ‘Iglesia de Sevilla’.

Nota: Publicado en la edición del Semanario Diocesano ‘Iglesia de Sevilla’ el pasado 30 de abril de 2006.










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