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En 2023 se celebran 400 años de dos Cristos de Mesa. Virginia López


La temprana muerte de Juan de Mesa siempre nos hace elucubrar cuál hubiera sido el desarrollo de su carrera, más allá de las circunstancias vitales que quedaron interrumpidas a sus cuarenta y cuatro años. Una vida corta, incluso en épocas de bajas esperanzas de vida que, sin embargo, contrasta con la longevidad de los ochenta y un años de su maestro Martínez Montañés, que solo le sacaba tres lustros.

Los años de trabajo de Juan de Mesa quedan concentrados en una docena, tan solo, estructurados por etapas según Hernández Díaz:

- Trienio inicial (1615-1618)

- Lustro magistral (1618-1623)

- Paréntesis expectante (1624-1626)

- Bienio final (1626-1627)

Lustro magistral. No cabría mejor denominación, abarcando desde el Cristo de Amor (1618) e incluyendo en 1620 Gran Poder, Cristo de la Buena Muerte de Los Estudiantes y Cristo Yacente.

Las efemérides de estas imágenes, junto con las no citadas, han jalonado los últimos años cofrades, que tuvo un adelanto cuando la imagen de Nuestro Padre Jesús del Gran Poder fue elegida para presidir en 2015 el Año de la Misericordia.

Entonces fue inevitable dirigir nuestras miradas a las imágenes, incluidas las Vírgenes, que llevan esa advocación.

Pues precisamente dos Cristos de la Misericordia van a festejar en 2023 los 400 años de su hechura. Se trata del Cristo de la Misericordia del Convento de Santa Isabel y el de la Hermandad homónima de Osuna.

Respecto al primero conviene aclarar que fue encargado el 3 de enero y entregado el 7 de noviembre de 1622, el segundo sí fue tallado en el año 1623.

El Siervo de Dios Padre Francisco García Tejero fundó con la Venerable Madre Dolores Márquez la Congregación de religiosas Filipenses Hijas de María Dolorosa a mediados del siglo XIX. De una casa en la calle Guzmán el Bueno recalaron en el exclaustrado Convento de Santa Isabel, fundado por las Comendadoras de San Juan – más conocida como Orden de Malta – en el año 1490.

De su paso por el Convento de San José procede la conservación de este portentoso Crucificado, que en Santa Isabel ocupa un retablo de Juan de Oviedo y Martínez Montañés y de donde Soult se llevó El juicio final, de Pacheco.

El mercedario Fray Domingo de los Santos del Convento de San José – solo se conserva la iglesia, actual sede de la Prelatura del Opus Dei – encargó a Juan de Mesa y Velasco, por 1155 reales, un Cristo que sirviera de oratorio, que mirara directamente al fiel. Un Cristo similar al Crucificado de Los Estudiantes, pero menor de tamaño y modificado, pues por radiografías se sabe que tuvo los párpados cerrados y una herida en el costado, convirtiéndose en uno de los tres Cristos vivos del cordobés.

Hasta aquí lo que nos han contado los restauradores pero hay una preciosa historia íntima que une este Cristo al canónigo y a las filipenses. Para empezar el Cristo al ser de 1622, es del año de la canonización de San Felipe Neri. El Padre García Tejero era filipense, de ahí el patronazgo de la orden. Y el cambio sustancial, lo que “resucitó” a la imagen fue el encargo recibido por Fray Domingo como director de un patronazgo que otorgaba dotes para que pudieran casarse muchachas prostitutas. Él mismo le pidió la modificación a Mesa. El amor de las Filipenses por este Cristo lo salvó de la Revolución de 1868, al trasladarlo al interior de su casa y cuando se instalan en Santa Isabel, el Señor vuelve, 240 años después, a derramar su Misericordia entre aquellas mujeres muertas en vida que tienen una nueva oportunidad.

Esta imagen, de gran serenidad, que nunca ha pertenecido a una hermandad y por tanto nunca ha realizado estación de penitencia, forma parte de esa galería secreta é intima de gubiados ajenos a nuestra Semana Santa.

Además de presentarse el cartel conmemorativo, se han programado jornadas de catequesis y conferencias

Dos años antes de que Heliodoro Sancho Corbacho descubriera en Protocolos notariales la carta de pago que suprimía para siempre la autoría de Martínez Montañés sobre el Gran Poder, Antonio Muro Orejón localizaba la carta de pago que también otorgaba autoría de Juan de Mesa para un Cristo, encargado por el Canónigo de la Colegiata de Nuestra Señora de la Asunción de Osuna, Diego de Fontiveros.

El 10 de septiembre de 1623 era firmado el contrato entre imaginero y comitente. Se trataba de un encargo particular, para su capilla situada en el trascoro; en la actualidad permanece en la Colegial, pero desmantelado el coro, está en la Capilla de la Inmaculada. En madera de cedro, costó cien ducados.

Desde el año 1929 es titular de la Cofradía del Santísimo Cristo de la Misericordia, Nuestra Señora de la Piedad y San Juan Evangelista, fundada el año anterior en torno a esta imagen, procesionando el Miércoles Santo, a las doce de la noche. Pero hay constancia de haber salido en rogativa de aguas en el año 1723 y a hombros por los canónigos.

Osuna se prepara para festejar los 400 años de este Crucificado. Se han presentado cartel y logo y presidirá el Vía Crucis de las Hermandades ursaonenses del próximo año.

Esta talla, en menor tamaño, sigue la estela del Cristo de la Buena Muerte de Los Estudiantes.

Una obra de madurez descrita así por el Padre Fernando García Gutiérrez: “expresión de una serena divinidad, en cuanto la materia es capaz de manifestar esta faceta de Cristo. La dureza de la muerte se hace buena en este rostro que la representa de un modo tan inefable.”

Fotos: Francisco Santiago y Manuel Pinto Montero.










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