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La Carmelita de la caridad de Vedruna Inmaculada Gala retrata “el drama de la inmigración desde una perspectiva cristiana”


IVICON. La llegada de pateras y cayucos a las costas de Canarias y Andalucía, los continuos asaltos a las alambradas de Ceuta y Melilla, así como la incesante penetración hombres y mujeres por la fronteras del norte de España y los aeropuertos en busca de una vida más digna están haciendo de la inmigración, un fenómeno tan antiguo como el hombre, una de las principales preocupaciones a nivel mundial.

El incremento de la población extranjera en España, que ya supera los tres millones y medio de personas, unido a las dificultades inherentes a la obtención de permisos de residencia y de trabajos dignos plantea serios retos a la sociedad. La diversidad cultural y las desigualdades sociales, la integración o el aumento de la exclusión y el racismo son algunos de esos retos.

Precisamente con el fin de enmarcar esta compleja situación y resaltar los desafíos que la inmigración lanza a la Vida Religiosa , la carmelita de la caridad de Vedruna Inmaculada Gala, que actualmente trabaja en un proyecto con mujeres inmigrantes que ejercen la prostitución en Puerto Real (Cádiz), ha publicado este mes “Sueños rotos” en “Folletos Con Él”, editado por la Conferencia Española de Religiosos (CONFER) y encartado en la revista Vida Nueva (nº 2531), un escrito donde afirma que “es necesario un paso claro de denuncia ante las causas que están produciendo un mundo cada vez más injusto y dividido”.

En este sentido, Inmaculada considera que la Vida Religiosa tiene que jugar un papel decisivo en la denuncia de “todo tipo de injusticia” y no cerrar “los ojos a los rostros sufrientes de nuestros hermanos,… víctimas de sistemas que cierran los oídos a sus clamores y menosprecian sus reivindicaciones y derechos.”

Los desafíos más urgentes que la inmigración plantea a los creyentes de hoy son la “acogida a los inmigrantes” y la “acción transformadora de la realidad” precisamente desde la denuncia y la defensa de los derechos humanos. Desafíos, que Inmaculada considera no exclusivos de “ la Vida Religiosa y movimientos de la Iglesia ”, sino que han de afrontarse “juntamente con otros grupos que trabajan en esta misma línea. Reflexionando juntos, compartiendo recursos, coordinando intervenciones”










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