Arte Sacro
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Que poquito queda. Yace bajo el firmamento. Alberto De Faria Serrano


 Tan breve como el surco de una estrella la noche estival de san Lorenzo. Tan fugaz como el vestigio aprendido de aquella huella perdurable en la memoria. Tan preciso como el crepúsculo otoñal de la Cornisa. Sí. No es tiempo de pensar en voz alta. Sosegaos. Callan las ánimas prendidas por las capiteles de San Gregorio: que abre paso el hombre entregado en su ultima morada de terciopelo en luto riguroso. La cruda verdad de la vida se asoma al umbral de la conciencia. 

Es inútil que meditemos sobre el significado de la muerte o de la propia Resurrección al espíritu si no se comprende el inefable misterio del Triunfo de la Santa Cruz. Has de venir a presentir el aire gélido que penetra por los resquicios del alma cuando deposite  en la Capilla del Museo la señera estirpe de devoción genovesa como cuando radicaba en el Oratorio de Colon. Yace Jesús a los pies de su propia Expiración.

El fruto de la Misericordia se apodera de la plaza y desafía la frugalidad  intensa. Se funden en dos la muerte y la vida. Más se contrastan en simbiosis intima. Para cuando emboque Monsalves ya se habrá nutrido por completo las estrellas del firmamento, palio de respeto inconmensurable y urna infinita y eterna de la humildad de los hombres. Entre sus naranjos aun comprobarás como yace la verdad al final de todos las avideces y desengaños.

Porque al final siempre queda el Silencio. Atrás quedaron los murmullos y la tenebrosa luz de sus faroles. A oscuras con la existencia muda. En la Penumbra de la verdad postrera de la que no hay escapatoria posible. Adherido a su destino con el espíritu penitencial  del Nazareno. Solo con tu conciencia  déjate inundar por el eco insondable del ceremonial de la pértiga. Como antaño en el Convento de San Pablo, yace el redentor ante el regazo de  la Madre concebida  sin pecado original. Como era un principio. La cruda verdad ante tus ojos.

Cruzas la antigua Calle sin las Armas y no sabrás si el telón del firmamento se desvanece en un abrir y cerrar de ojos, o se quede prendida de la tramoya efectista del Cielo hasta que consuele el primer sábado de abril a la Virgen de Villaviciosa. Que siga. Eso. Que siga la tradición. Ya queda menos.    

Foto: Eduardo F. López                                                           










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