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Portada cerrada, Feria abierta. Francisco Correal. Diario de Sevilla.


No era un buen día para casarse. El traje de novia está concebido para que todo el mundo se rinda a su hermosura, igual que el del novio es para pasar desapercibido. Ayer no era un buen día, porque la ciudad tiró la casa por la ventana y había muchas cosas para ver. Nadie le gana a los sevillanos a la hora de hacer turismo en su propia ciudad. Y ayer, pese a ser día de vísperas, se fueron al real a disfrutar de la Feria. A comérsela. También, todo hay que decirlo, a ultimar los detalles. El trabajo concebido como fiesta. Mujeres preparando farolillos dentro y fuera de las casetas. En los camiones que se dedican al exorno externo habían dejado carteles como éste: “Lo sentimos mucho. Tenemos prohibido dar farolillos. La cuadrilla les desea una buena Feria”.


La Feria son las ganas de Feria. Ni más ni menos. Sin esa voluntad, sin esa predisposición, sería el Vacie con colorines. Con esas cualidades, es un parque temático de la felicidad. Ayer las calles, atestadas de niños sin cole mientras sus padres remataban la faena en las casetas, parecía una sucursal de Eurodisney. El desastre del tráfico extendió la peatonalización por toda la ciudad. Había familias que renunciaron a coger sus vehículos siguiendo las indicaciones municipales; la escasez de autobuses les obligaba a distribuirse en taxis. El Paseo de Colón era una antesala del real, con un doble atractivo: a la derecha, sobre el río, la gente que esperaba a David Meca, que había hecho a nado el trayecto fluvial desde Sanlúcar de Barrameda. A la izquierda, idéntica expectación para ver los enganches. Estampas de época, mujeres ataviadas con atuendos de la Carmen de Rossi y chóferes que parecían haberse escapado del Museo de Artes y Costumbres Populares.

La portada no se abre hasta esta noche. La gente hubiera entrado por las ventanas, por las almenas. Las gitanas, a la caza y captura del foráneo o del que se lo parece. “Venga, una flor de buena suerte para el de Trujillo”. Es la mañana de los payasos, de los espectáculos infantiles. Los títulos de las casetas son una lección de antropología. “Otto y Fritz con sus amigos”. “Son unos alemanes que ya tenían la caseta en el Prado”, dice Chus Cantero, socio titular de una caseta de amigos y socio consorte de la de las mujeres en Ignacio Sánchez Mejías. Esta calle está llena de guiños ciudadanos. Paco Rodríguez, carnicero del mercado de la Encarnación, es socio de una caseta fundada por amigos de la calle Regina. En la pañoleta, el catedrático de Colorido Juan López Barreto les pintó la iglesia de San Juan de la Palma. Este carnicero escribe todos los años unas sevillanas.

Los Caños de Carmona es el símbolo que une a los socios de otra de las casetas. Uno de ellos es el doctor Campos Dávila, oftalmólogo peruano cuya consulta está junto al mercado de la Encarnación. Entre el tráfico, abundaban los vehículos especializados en el catering. Curiosas coincidencias. Un ambigú de casetas de Feria con sede en la calle Emigrante, en La Roda de Andalucía. Y Catering El Emigrante, empresa ubicada en Dos Hermanas. En ambos casos, se supone que se trata de emigrantes que hicieron las Europas o las Cataluñas y regresaron para montar con los ahorros estas factorías del disfrute ajeno.

La génesis de las casetas es una intrahistoria de la Feria. Las Golondrinas la crearon en el Prado cinco estudiantes de Derecho recién licenciados. Sólo viven dos. Uno es Antonio María Fernández-Palacios, presidente de la patronal del Metal. El otro, Juan Salas Tornero, que hoy será anfitrión del ex embajador de Estados Unidos Edward Romero como salvoconducto para traer en su momento a Sevilla a Hillary Clinton. Mañana hará de anfitrión en una caseta que parecerá una réplica del Edificio Presidente, el más próximo al real de la Feria. Entre los invitados, figuran los ex presidentes de la Junta Rodríguez de la Borbolla y Rafael Escuredo. Pero el gran acontecimiento de ayer en la caseta Las Golondrinas fue la entrada triunfal de Inés Vozmediano. A sus 90 años, de pie, se tomó dos copas de manzanilla originarias de ese paraíso del que llegó nadando David Meca. Inés nació en Ayamonte, tercer destino como notario de su padre, que antes lo fue en Jaca y en Luarca. Nieta de un capitán general de Valladolid que fue nombrado administrador en Filipinas. Nada que ver con los socios de la caseta Un montón de Manila.

Sevillanas. Manzanilla. Jamón. Abrazos. Hospitalidad. Y los trabajos de esta Expo de todos los años en los pabellones domésticos. Ayer se veían andamios en casetas como Los 12 Amigos o Los Alarifes. Nada más coherente, siendo esta palabra, según nos enseña el profesor Rafael Cómez, el nombre de los que construyeron las catedrales. En la puerta de Los Alarifes asiste a este espectáculo naciente, el parto de la alegría, un palentino llamado Ramón Barrenechea, que se encomienda a Zubiri en sus disquisiciones sobre el ser y el estar. Fuera del real, Mauricio Domínguez Adame se regala un paseo por Los Remedios. Hace dos Ferias que no gobierna en las maneras de la Caseta Municipal. Iba para casa, donde prepara una conferencia en El Escorial sobre las conductas en el protocolo. En la Feria hay mucho protocolo. El más importante es el que no se ve, el que no se nota.

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