Arte Sacro
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Pedro Domínguez, mi amigo Pregonero Universitario. Juan Manuel Labrador Jiménez.


 Fuiste de las primeras personas que me llamaste por teléfono cuando me designaron Pregonero de la Esperanza de Triana el pasado año, siempre has estado junto a mí dándome todo tu apoyo de compañero de facultad, de amigo, de hermano cofrade... Muchos han sido nuestros encuentros en los pasillos entre clase y clase, numerosas las lecturas compartidas entre cafés de media tarde en otoño e invierno, dándonos a conocer el uno al otro nuestras impresiones sobre los textos gozados sobre el sueño entintado de un papel...

Eres amante de la prosa, yo del verso, pero los dos amamos la poesía, aquella literatura en la que se busca la armonía de las palabras, el sentimiento, la sonoridad, la profundidad en todo aquello que se escribe.

Nunca te has planteado ser pregonero, a pesar de las pequeñas intervenciones que has hecho ya en otras localidades sevillanas, cuando yo, en más de una ocasión te decía que tenías perfil para ello, y tú, sin embargo, lo negabas. Dios, y lo tengo muy claro, es el único que no se equivoca, y desde su infinita Buena Muerte ha querido derramar sobre tu cabeza la sangre que surca la anatomía de su Cuerpo para llenarte de su gracia. “Has de pregonar mi Pasión, la misma que llena de sentido tu vida”, es lo que te ha dicho el Señor al encomendarte esta misión nueva en tu camino.

Claro está, Pedro, que al hablarnos de la Pasión, ello va enlazado a la Esperanza, aquella con la que todos los cristianos hemos de vivir para poder afrontar nuestra realidad, esa misma que cada vez está más materializada, aunque yo sé, querido amigo y compañero del alma, que en tu corazón no lo está, porque en ti reside lo esencialmente espiritual.

Eres una gran persona, y lo pondrás de manifiesto el 4 de marzo en el Paraninfo de la Universidad. He de reconocer que, desde que te conozco, me siento mejor persona, que has tratado de ofrecerme siempre tu mano en todo lo que me ha hecho falta, y sin necesidad de tener que pedirte nunca nada. Ya, sólo en eso, se hace patente tu sinceridad, tu lealtad, tu verdadero sentir cristiano.

No te deseo suerte, porque no precisas de ella, tienes la gracia y el orgullo de ser sevillano, de despertar cada mañana en Triana, y atravesar el Arco que escolta a la muralla que aún sigue alzada para preservar a tu Esperanza, y de sentir hondamente la Pasión de Jesús, y desde luego, por todo ello, tu corazón alienta a los oprimidos, alentando las ilusiones de tantas personas que se sienten presas de sus males, porque la Merced de tu Virgen, indudablemente, la llevas por bandera en cada acción que haces...

Querido Pedro, gracias por ayudarme tanto, por ser, en cierto modo, un pequeño gran maestro también para mí, por abrirme tantas puertas como siempre haces dentro de este mundo periodístico donde tan difícil es poder entrar... Tú me has enseñado muchas cosas, muchas, y espero que tu Pregón Universitario sea una lección que siga alentando, como siempre haces con tu palabra, mi sentimiento.

Foto: Juan Alberto García Acevedo.










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