Mis lágrimas de Esperanza. Mª del Rocío Domínguez González

En este valle de lágrimas, Madre, ¡Cuánto necesito de tu Esperanza!, de envolverme en la paz divina de tu pedazo de Cielo que Dios, te ofreció en Sevilla. Ese lugar glorioso donde todo corazón encuentra su morada, junto a Ti. Cómo me gusta ir caminando hacía Ti y encontrarte siempre esperándome con tu abrazo maternal.

Pero sólo un día de diciembre, puedo mirarte frente a frente, sentirte más cerca que nunca, notar como mi alma se conmueve ante Tu Grandeza y se arrodilla envuelta en lágrimas por tener la dicha de poder contemplarte. La profundidad de mi pena, se pierde en la profundidad de tu tierna mirada de Madre, mis lágrimas abatidas por las tristezas de este mundo, se convierten en lágrimas de esperanza ante el mundo glorioso de tu presencia.

Para mi el año termina y el nuevo comienza besando tu mano. ¿Qué mejor manera de inundarse de Esperanza, de poner todas las ilusiones y confianza en tus manos amorosas de Madre?, ¿qué mejor expresión de amor, que un sencillo y humilde beso, donde van nuestros anhelos, amor, dolor, nuestras flaquezas...?. En la sencillez, Madre, están las verdaderas grandezas y lo he aprendido besando tu dulce mano.

¿Qué mejor luz que la que irradias con tu mirada, para llevarla grabada en el alma y ser la guía del sendero donde poner nuestras pisadas, en un nuevo año que la bondad de Dios nos regala?, ¿qué mejor regalo que el ofrecido por tu Pureza? la sonrisa y la inocencia de un Dulce Niño que es y será Nuestro Salvador y el más fiel de los amigos, sonrisa que quedará por siempre reflejada en tu rostro para embelesar a tus hijos, que te ven sonreír entre lágrimas heridas.

Si, Madre, no importa esperar un año, para que llegado el día, mis lágrimas se conviertan en lágrimas de esperanza.

Foto: Francisco Santiago