Arte Sacro
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El costalero y el tanga. Abel González Canalejo.


 Nota previa

“¿Pero vas a decir eso en el Pregón del Costalero?” – me preguntaban unos amigos.

“No, hombre, no. No estoy loco” – les respodía yo entre risas – “A la hora de subirse a un atril, el pregonero ha de ser consciente del momento, de la solemnidad, de a quién representa… No puede uno decicarse a lanzar versos quevedescos, desvergonzados y cachondos, como no debe lanzarse a hacer críticas a diestro y siniestro, como un toro en una cacharrería…

… Lo que pasa es que mientras se escribe un pregón, las musas a veces abandonan la lírica y se van, sin querer, a la sátira... Por eso esto no va a salir en el Pregón del Costalero, pero sí que se lo voy a mandar a los amigos de Arte Sacro. Pienso que vale la pena porque la realidad, normalmente, supera todo surrealismo.

El costalero y el tanga

A riesgo de ser tachado de sexista, machista o cualquier otro “ista”, me atrevo a abordar un problema de seguridad vial que se está dando durante el tránsito de nuestras cofradías, y que está a la vista de todos (nunca mejor dicho): El tanga que ciertas jóvenes “canis” exhiben, por encima del pantalón bajo, ante nuestras procesiones.

Si yo fuera a esperar la salida de un paso con unos vaqueros de tiro bajo dejando ver (entre los vaqueros y el chaleco) la tirilla de los calzoncillos, el público congregado seguro me miraría y hasta me pondría mote (“el gallumbos” o el “Calvin Klein”, probablemente). Por esto entiendo que es éste un tema no sexista, sino paritario, además de un problema de seguridad.

De seguridad, porque el breve tanga del asunto – casi hilo dental – que cubre apenas el canalillo de tan jóvenes retaguardias, provoca grave distracción entre nuestra “gente de abajo”. Lo vi el pasado Lunes Santo tras la arriá de un paso: Qué caritas las de nuestros costaleros, negros de esfuerzo y sudor, sacando los ojillos desorbitados por los huecos de los respiraderos… para contemplar el tanga que la “cani” exhibía sin azoramiento pegadita al paso…

Esos ojillos – distraídos – más que ferviente devoción revelaban negros pensamientos, y ese tanga y esos vaqueros caídos, a mí me recuerdan al técnico de Miele que viene a mi casa a repararme la lavadora, (cada vez que se agacha sobre el electrodoméstico).

Cualquier día, con las distracciones, alguno perderá el compás del paso y le pegará un achuchón a una farola. Lo expreso en décima:

El Lunes Santo es frecuente
con un tanga pasearse
y de esa guisa mostrarse
a la vista de la gente.

Es tema a tener presente
pues provoca distracción:
Pierde la concentración
el costalero, y suspira,

mientras siente que le tira
la sisa del pantalón.

Como solución, propongo instalar la siguiente cartelería provisional durante Semana Santa:

Foto: Juan Alberto García Acevedo.










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