La ojiva de San Román. Alberto de Faria Serrano.
Hoy pasará presuroso ante ti a una hora muy temprana y te llevarás una sorpresa. Se arremolinarán a la verita tuya, hombres y mujeres de todas las generaciones y condiciones. Como retrotraídos en el túnel del tiempo con el hálito sentimental que la memoria no constriñe en su pátina sepia repleta de añoranza: De aquella infancia sin prisas ni precisiones. Cuando er Manué tanto podía aparecer por la esquinita de Sol o se adivinaba haciéndose de rogar por Peñuelas. De aquellas mañanas luminosas que rebrotaba la piel del barrio de San Román por todos sus poros.
Tres lustros que no le das cobijo y en tus zócalos de mármol se presagia como seis siglos después sigues en pie aun sin Él. Al fin y al cabo te erigieron para dar morada y al que lo necesitara tantos en tiempo de abundancia como de pobreza; Los canecillos de tu tejaroz son testigos mudos de la miel y el incienso que te han dado lustre y prestancia. En la simetría de tu ojiva se adivina tanto tu esplendor reciente como el desgaste de tu edad.
Hoy pasará junto a ti no como cada Madrugá a la hora del cafetito de media tarde en el Uno de San Román, tu fiel y leal amigo. En su pizarra la tiza cada día gasta menos su trazo y se desliza más deprisa e impaciente. Hoy será distinto. Diametralmente diferente. Con el paso racheao largo y directo porque aun la Madrugada puede esperar. Hoy se parará ante ti y tu ojiva sentirá el pálpito cotidiano del ayer del hoy y de siempre.
Foto: Archivo de la hermandad.