Arte Sacro
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La ventana sin espejo. Alberto de Faria Serrano.


 La tarde ya ha caído como caen las naranjas; de maduras se desmoronan por el peso de la primavera titubeante y la plaza de Pilato se va quedando cada día más tarde sin sombras. En las nubes lejanas de la semana aparecen las últimas tonalidades púrpuras que presagian el matiz  teñido de la clámide señorial. Ahora ya el cielo se esclarece y, tras la ventana abierta, aparecen los resplandores de los faroles colgados y las luces que indican vida tras las ventanas. La vida sale de la ventana y emprende el Buen Viaje de la renovación.

La ventana, mi ventana,  la ventana de la autentica judería sevillana se está transfigurando en el espejo donde se miran multitud de sevillanos que hacen a diario el Buen Viaje de la ilusión cotidiana, de la fe perdurable, del impulso colectivo en lo que creen. Hoy, las tinieblas de los tiempos que corren navegaban de un lado al otro en el marasmo de las prisas y en el devenir azaroso de nuestra existencia; pero no así cuando  sale de su Ventana y se acerca a nosotros; Sale a nuestro encuentro para manifestarnos que no hay conquista personal o espiritual que no tenga su sacrificio ni su pesadumbre. Después de cada noche de zozobra siempre amanece. Después de cada travesía en el desierto siempre aparece el oasis que sacia nuestra sed. Con el alba, se han revestido de un color gris azulado por las paredes aun sin calar de Imperial o por los recovecos de Calería que esta noche se van impregnar de su exultante incienso. En el pensamiento permanente el horizonte claro y diáfano de un sinfín de capas azul cielo.

Desde el pasillo de las aceras tangenciales que confluyen en su ventana,  se pide por la Salud de un pueblo  y sobre su  trono de burla y escarnio,  se deposita la dignidad del Hombre. La autentica dimensión de nosotros los mortales. Cuando llegue a la estación definitiva del Vía Crucis, sin más espejo que los de sus ojos bañados en lágrimas, exponle sin titubeos lo que sientes y confiésale tus temores. Los escuchará  a buen seguro. Bastante antes de que vuelva a atravesar las puntas de diamantes. La ojiva nunca desespera. Porque vibra de impaciencia.

Foto: Francisco Santiago.










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