Necesitados de Esperanza. Alberto de Faria Serrano
La fe, por ejemplo, sí mantiene encendida la antorcha de la Esperanza, pero una fe que es apoyo en el Dios que viene a la historia como el novio del evangelio. No la fe sólo en un Dios del más allá alejado del hombre y sus problemas. Si no la propia convicción del hombre en su propio valor para alcanzar lo que se proponga. Tampoco en un Dios del intimismo espiritualista, ensimismado en sus debilidades y desprovisto de fortaleza que nos encerraría en la autosatisfacción o en la autodestrucción individual.
Dios viene y podemos esperarle, como un novio a la boda, con la alegría de la Esperanza; con la ilusión de quien comienza una vida llena de proyectos; con la audacia de quien se arriesga a una aventura difícil pero bella. Hoy a uno y otro lado del río, entronizamos la Esperanza porque es signo de nuestro compromiso con nuestros semejantes y con nuestras creencias, para empezar precisamente con la fe en nosotros mismos. Esta semana la Esperanza es el Arco ensoñador por el que ha de traspasar la Alianza del presente y del futuro: Esta Semana la Esperanza es el Altozano majestuoso que encumbra todo lo bueno que brota del interior de nosotros mismos, de nuestro corazón Esta semana Arco y Altozano son el símbolo inconfundible de la Pureza y el Reflejo de la Esperanza. Dios es promesa y donación de esa Esperanza a la que nos encomendamos; promete y da; anima y lucha; motiva y hace posible lo imposible. Dios es propiamente la Espera. A través de su Madre, esta semana hace posible que anhelemos otra Madrugá, repleta y desbordada de Esperanza.
Fotos: Eduardo Fdez. López y Juan Alberto García Acevedo.