Arte Sacro
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Regazo de Piedad. Alberto de Faría Serrano.


 Sobre el seno de María queda el cadáver de Jesús. Ella, en silencio, contempla y llora. Te adoramos, Señor, y te bendecimos, porque por tu santa cruz redimiste al mundo. Déjame estar a tu lado, Madre, especialmente en estos momentos de tu dolor incomparable. Déjame estar a tu lado. Más te pido: que hoy y siempre me tengas cerca de Ti y te compadezcas de mí. ¡Mírame con compasión, no me dejes, Madre mía! Señor, pequé, ten Piedad y misericordia de mí. Así es la décimo tercera estación del Vía Crucis

Al amparo de la Piedad. Envuelto en su regazo materno como en el advenimiento. Descendido de su cruz. Depositado en el sudario bendecido por la delicadeza de los Ángeles terrenales que son  las doncellas marianas. El redentor yace inerte en el recinto de la Paz , hecho convento. Cumplida la profecía. María asume el seno de la Iglesia y recoge el testigo supremo que le encomienda el Creador. Por eso cuando nosotros desfallecemos en nuestro camino cotidiano siempre acudimos al Amparo de nuestra Madre. Siempre que Descendamos al infierno  de nuestras vacilaciones humanas solo vemos el calor del hogar materno. Cuando nuevas familias se rompen siempre se suele regresar al consejo y a la Compasión Materna. Allí en el Compás añejo de Bustos Tavera, donde el esbelto ciprés anuncia todo el año que allí descansa eternamente el sosiego eterno de la Resurrección , reina la sencilla humildad de la Piedad. La desbordante presencia compasiva de una Madre deshecha de dolor, marchita y afligida al tener en sus brazos el cuerpo del Hijo del hombre sin vida.

A esta hora puede que la priostía le esté dando los últimos retoques a ese majestuoso y monumental Misterio de la Piedad que no es sino la alegoría suprema de la Fundación de la Iglesia. Solo falta que nosotros demos nuestros propios retoques finales a la preparación de la Cuaresma. Enciende el cirio que alumbre el farol de mano que señala el camino hasta el Sepulcro de la vuelta a la vida eterna. Alza tu cirial que nos guíe al paraíso de la Paz insondable. Tañe tu muñidor del alma que nos convoca al calor de la Madre que se Apiada de todos nosotros.

Foto: Francisco Santiago.










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