No Idolatrarás… (exceptuando Sevilla). Francisco Santiago

Hablar de Sevilla, en términos cofradieros, es algo que escapa de toda razón y lógica y, hasta me atrevo a decir, que incluso a la religión.

En nuestra ciudad hay verdaderos clubs de fans de Pilatos, Caifas, Anás, Malco, La Burra (Borriquita), Zaqueo, Los armaos, la Canina, y un largo etcétera que incluye incluso el tamaño de los genitales de algún que otro caballo procesional…

Hay cultos internos y externos a personas concretas y escuetas que han hecho de su profesión todo un vademécum de cultura cofrade y donde, al parecer, todo lo que dicen va a misa e, incluso, se atreven a decir como se ha de realizar este culto.

Aquí el “digo y el Diego” se han fusionado en promesas pre-electorales y la devoción se ha convertido en afición que, en multitud de casos se convierte en fricción.

En la ciudad de los “ninots indultados”, donde aberraciones en madera y otros materiales parecidos recorren en calendario de enero a diciembre, nadie se preocupa en poner fin a la religión laica que se forma en los barrios, junto a las parroquias pero no dentro de ellas.

Tampoco nadie se preocupa en parar el linchamiento diario que se produce cada vez que en nuestras hermandades surgen unas elecciones o hay rencillas personales que se reflejan y extienden al día a día de la Hermandad.

En Sevilla el Hijo de Dios muere el Viernes Santo en Triana y carga la Cruz el Sábado de Pasión. El Domingo de Ramos se pasea por Jerusalén y, cuantro horas más tarde, ya aparece muerto en el mismo templo.

Se traslada al sepulcro el Lunes Santo, para volver a morir (una y otra vez) el Martes, Miércoles, Jueves, Viernes y Sábado Santo, como si la “parca” fuera quizás el personaje principal, olvidando las otras dos palabras que dan sentido a la Semana Santa.

Si la Muerte puede ir antes que la Pasión e incluso en algunos templos Pilatos ha presidido el altar mayor al menos por un día… ¿Tan aberrante es que un Resucitado procesione el Sábado Santo?

Foto: Francisco Santiago