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Liturgia. Las Rogativas y las Cuatro Témporas. Jesús Luengo Mena


 Las Rogativas (del latín rogare, rogar) o Letanías (del griego litaneia, súplica u oración), son oraciones solemnes instituidas por la Iglesia para ser rezadas o cantadas en ciertas procesiones públicas y para determinadas y extraordinarias necesidades. Entre estas celebraciones que tienen lugar en diversos tiempos determinados, es preciso señalar las Letanías mayores (25 de abril, fiesta de San Marcos), las Letanías menores o Rogativas (triduo que antecede a la Ascensión ) y las Cuatro Témporas.

El Papa y los Obispos pueden prescribirlas a los fieles en las calamidades y necesidades públicas, pero entonces figuran como actos extralitúrgicos. Los calificativos de mayores y menores sólo sirven para distinguir unas de otras.  La Iglesia en diversos tiempos del año, de acuerdo con las enseñanzas tradicionales, completa la formación de los fieles mediante ejercicios de piedad espirituales y corporales: la instrucción, la plegaria, la penitencia y las obras de misericordia (SC, 105).

Las llamadas Letanías mayores han sido suprimidas, porque tenían su origen en un rito estrictamente local de la Iglesia romana; con la institución de esta procesión, los Papas querían sustituir, de hecho, con un rito cristiano, una antigua costumbre heredada de los cultos paganos.

Las Rogativas, instituidas en la Galia por san Mamerto, Obispo de Viena, hacia el 475, tenían su origen en las plegarias públicas elevadas a Dios, juntamente con el ayuno, para alejar las calamidades. Se convirtieron después en procesiones lustrales del tiempo de primavera, para obtener del Señor que se dignase dar y conservar los frutos de la tierra.

Es evidente, por tanto que las Rogativas no pueden celebrarse los mismos días en cualquier lugar, y que no pueden tener el mismo significado o la misma importancia en la ciudad o en el campo; por eso se pide a las Conferencias Episcopales que regulen su celebración.

Las cuatro Témporas

Las cuatro Témporas del año son los días en que la Iglesia oraba insistentemente a Dios dándole gracias y pidiéndole por las varias necesida­des de la humanidad, por los frutos del campo y el trabajo de los hombres. Al comienzo de las cuatro estaciones (de ahí las «cuatro Témporas» o tiempos), se dedicaban los tres días más penitenciales de la semana, miérco­les, viernes y sábado, al ayuno y a la oración, con esas intenciones. Parece una institución de origen claramente romano, tal vez ya desde el siglo V, en conexión con la vida agrícola y el ritmo de las estaciones del año. Caían en la primera semana de Cuaresma, la semana siguiente a Pentecostés, los días siguientes al catorce de septiembre (Exaltación de la cruz) y en Adviento. En la última reforma del Calendario se ha dejado que cada Conferencia Episcopal, si le parece oportuno, adapte fechas y contenidos de estas Témporas a las circunstancias del propio pueblo (NU 45-47).  El Episcopado español decidió que se celebrasen estos días de acción de gracias y de petición el cinco  de octubre, al inicio de las nuevas actividades escolares y sociales después del verano y de las cosechas. Se pueden celebrar en un solo día o en tres días. Si el cinco de octubre cae en domingo se pasaría al lunes. Tienen su formulario en las misas por diversas necesidades, escogiéndose la que se vea más oportuna.

Esa también evidente que, dependiendo del lugar del planeta, habrá unas fechas más oportunas que otras.

Jesús Luengo Mena

Foto: Juan Alberto García Acevedo.










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