Arte Sacro
  • Noticias de Sevilla en Tiempo de Pascua
  • jueves, 18 de abril de 2024
  • faltan 360 días para el Domingo de Ramos

Golpes. Álvaro Pastor Torres. El Mundo.


 El recio y fúnebre tañido del bronce estuvo resonando todo el día en el barrio. Hasta el dieciochesco soldado que servía de veleta a la fábrica de artillería parecía apuntar con la bayoneta de su mosquetón el lugar del que salía tan repetido lamento: la torre de San Bernardo, cuyas campanas no cejaban de doblar con esa reposada y ritual cantinela fúnebre del tan, tan, tan. Bajo la cúpula del crucero de esa parroquia que diseñó el desdichado arquitecto José Álvarez –muerto a disgustos tras ver cómo se le venían abajo otras dos iglesias que construía en el arzobispado- descansaba de cuerpo presente un homónimo del diseñador: don José Álvarez y Allende, el último cura párroco en propiedad que ejerció su ministerio hasta el postrer momento y expiró casi con el bonete puesto.

Como noviembre es un buen mes para morirse, incluso la Virgen del Refugio, la que lleva machos de traje de luces en sus respiraderos dorados, estaba ya vestida de negro. Y las ánimas del cuadro de Herrera El Viejo –uno de los tesoros de la parroquial que pasan más desapercibidos- parecían hacerle un hueco al bueno de don José, en el lado derecho, naturalmente, en el de los elegidos.

 Por Gallinato, Santo Rey, Tentudía o la calle Ancha la vida seguía como siempre, tranquila, monótona cual campana plañidera, sosegada, como el pueblo-barrio que afortunadamente no ha dejado de ser, a pesar de estar cada vez más agobiado por modernas construcciones a riñón el metro cuadrado (por no citar otra parte de la anatomía humana masculina). El joven aprendiz de zapatero remendón metía en la horma unos botines; béticos y sevillistas recordaban en sus respectivas peñas glorias pasadas; las vecinas volvían de la plaza con sus carros –entre ellas doña Loli Candón, la viuda del siempre recordado y nunca bien ponderado José Luis Ortiz de Lanzagorta-, y bajo el rótulo cerámico de la calle San Bernardo parecía que iba a pasar de un momento a otro María Galiana como en la película “Solas”. Y la campana seguía con su toque de agonía, tan, tan, tan, como los golpes que dan en los pueblos para anunciar una mala nueva. 

El tránsito definitivo de un personaje que marcó en tantos aspectos -y con tantas aristas distintas- el barrio de San Bernardo en el último medio siglo, coincidió curiosamente con otro final, el de la presencia militar en la vieja fábrica de Artillería de la que se han llevado hasta los moldes de los leones del Congreso de los Diputados. Ahora entran en liza los políticos con sus planes de futuro, metaplanes sobre la restauración del inmueble y rantamplanes para ver quién se va a llevar la tela del telón; empieza lo bueno. Que Santa Bárbara nos pille confesados.

El Mundo Andalucía (edición Sevilla), 21-XI-2009

 










Utilizamos cookies para realizar medición de la navegación de los usuarios. Si continuas navegando, consideramos que aceptas su uso.