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Opinión. ¿Sevilla no es rociera como para poder opinar? (y II). Juan Manuel Labrador Jiménez.


Sorprendido me quedo cuando he leído en días anteriores algún que otro texto en el que se trata de defender que el salto de la reja de la Virgen del Rocío es de toda la vida. Reconozco que publico nuevamente un artículo de opinión puesto que me he sentido aludido, y no hay que tener reparos en reconocer hechos de este tipo. Si una persona hace pública su opinión sobre algo, otro individuo está en su pleno derecho de expresar la suya ante la manifestación previa que ha habido, y el primero que ha opinado –ejerciendo su derecho a exteriorizar lo que piensa– puede perfectamente responder a la persona a través de la cual se siente aludido en su texto. Creo que quien haya estado pendiente de este portal cofrade en los últimos días sabrá bien por dónde voy.

En mi artículo del pasado martes 14 de junio, en ningún lugar digo que el salto de la reja sea o no de toda la vida, aunque parece que se me acusa de haberlo insinuado, sin embargo, ante lo publicado estos días atrás, sí me gustaría hacer algunas matizaciones. Se ha hecho referencia a un texto de los años veinte del pasado siglo, del que no se ha indicado quién es su autor, en el que se decía que “A los de la verja les obsesiona la idea única de que alguien quiera arrebatarles el derecho, que creen exclusivo, de llevar las andas de la Señora en procesión”, pero en ningún momento se habla del salto de la reja, ¿por qué? Porque no existía tal acción en la romería. Si nos remitimos a la obra La Romería del Rocío de Pedro Alonso-Morgado y Tallafer (de quien he tenido la oportunidad de estudiar varios poemas eucarísticos suyos en el Boletín de las Cofradías de Sevilla de este mismo mes de junio), en ella, el autor recoge las ocho crónicas que publicó en los meses de mayo y junio del año 1918 en El Correo de Andalucía, y en una de ellas dice literalmente lo siguiente: “Un río abigarrado que nace del altar y que, sobre las cabezas de los conspicuos, corre, raudo, a morir en la sacristía… Por fin se abre la verja… ¡Oh, y cómo temblamos todos por la bendita Madre! (…) Ya la Virgen pasó serena, sonriente, ingrávida, sobre el tumulto…”. Por lo tanto, en 1918 no había salto de la reja porque, como dice Alonso-Morgado, “Por fin se abre la verja”, por lo que no es algo de toda la vida. Es más, si vemos fotos de la verja de la antigua ermita, éstas estaban rematadas en puntas afiladas, por lo que era un poco difícil saltar la reja sin que hubiese daños personales graves…

Pero hay más, y es que nos vamos a otro gran erudito en las cuestiones rocieras, como era Juan Infante-Galán Zambrano, autor de la Breve guía para ver y entender la Romería del Rocío, y en esta obra, publicada en los años 70, se dice literalmente que en el siglo XIX “Precedía la cruz parroquial de Almonte, seguían las hermandades con sus insignias, por el orden de su antigüedad, la más moderna delante; la última junto a las andas de la Virgen, la de Almonte. La Virgen, bajo palio, en paso de más pequeñas proporciones que el actual, era sacada hasta la puerta de la iglesia por el Consejo de Almonte, que la entregaba a la hermandad y al pueblo almonteño, volviéndola a recibir al regreso, en la puerta para entrarla hasta el altar. Rodeaba las andas de la Virgen el vicario-párroco y los beneficiados de la parroquial de Almonte, con capas pluviales rojas; detrás el Consejo con hachas encendidas. La procesión era devota y ordenada”, pero más adelante, Infante-Galán dice que “Perdió la procesión su grave y tradicional solemnidad; sin embargo, todavía, hasta los años 1922-1923, guardaba ciertas formas de carácter litúrgico y parroquial. Está claro que la forma actual de la procesión tiene poco más de 80 años de existencia”. Creo que con esto queda claro que el Rocío, como lo conocemos hoy, no es de toda la vida.

Otro aspecto más que quisiera aclarar. Investigando en algunos libros, me encuentro con un coleccionable del diario ABC titulado Rocío: Un siglo de devoción mariana, cuyos textos son de Julio Martínez Velasco, y en uno de sus capítulos aparece un titular que dice “Por primera vez, los almonteños saltan la reja del santuario”, hecho que acaecía en 1969, cuando precisamente se estrenaba el nuevo templo y en la nueva reja ya no había remates punzantes como en la de la ermita antigua. 

Sin embargo, lo que más me duele es que se diga airosamente que ni un solo sevillano debería cuestionar a Almonte… No se trata realmente de cuestionar, sino de opinar, de decir lo que se siente, y un sevillano claro que puede manifestar lo que considere oportuno sobre el Rocío aunque no se sea almonteño, porque la Virgen la halló en el hueco de un tronco viejo, según la leyenda, un cazador llamado Gregorio Medina que era de la Villa de Mures, actual Villamanrique, localidad que es de la provincia de Sevilla; y hablando de la provincia, un total de 43 hermandades de las 108 filiales son sevillanas; la diócesis de Huelva no nace hasta 1953, por lo que durante siglos la Virgen del Rocío y su romería pertenecían a la archidiócesis hispalense; por pertenecer a ésta, cuando en 1919 es coronada la Virgen del Rocío, la presea se la impone Enrique Almaraz y Santos, Cardenal de Sevilla… El Rocío, le pese a quien le pese, es sevillano, no queriendo decir con ello que lo sea en exclusiva, ni mucho menos, el Rocío es de todo aquel que lo sienta y de todo aquel lugar donde se le profese devoción, pero por los datos históricos y estadísticos, el Rocío tiene muchísima aportación sevillana aunque la Virgen sea, indiscutiblemente, Patrona de Almonte.

Por cierto, lo más curioso es que hay quien me ha dicho que fui muy duro cuando dije en mi artículo de opinión anterior al actual aquello de que los santeros actuaban “cuales domadores de tigres del circo”, cuando en el artículo en el que me doy por aludido, cuando se cita el ya referido anteriormente texto de los años 20 del siglo pasado, se habla de “Anita Valladolid, la domadora de fieras (esta señora era la camarista) pierde la paciencia y grita”. Desconociendo yo este texto, me llama poderosamente la atención que hace noventa años ya alguien empleó una metáfora muy similar, ¡qué curioso!

Creo que poco más cabe añadir. Ojalá se le deje de echar la culpa de lo que ocurrió el lunes de pentecostés a los forasteros, porque si no fuera por éstos, que son algo más de 20.000 aunque yo los denominaría más bien romeros, la Romería del Rocío no tendría sentido alguno, ya que es precisamente la peregrinación de éstos los que enriquecen la egregia tradición rociera. Eso sí, me alegra que hayan hablado algunos viejos almonteños diciendo en algunos medios que quienes este año han portado a la Señora “Son muy jóvenes, los veteranos no se han querido meter este año y los que están no tienen experiencia alguna ”. Con eso está dicho todo, y ojo, no lo digo yo, lo dice un almonteño.

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