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Los gastos de las Hermandades. Autonomía de gestión, Caridad y sentido común. Pablo Velázquez Navarrete


 La polémica ha sacudido el mundo cofrade sevillano antes de echar el cierre por vacaciones: el Arzobispo se ha quejado en prensa de la muy escasa contribución de las Hermandades al Fondo Común Diocesano. La respuesta de muchas de ellas no se ha hecho esperar y alegan que, muy por el contrario, son ellas quienes mantienen numerosos templos y financian o colaboran con incontables obras asistenciales, tanto de organizaciones diocesanas como de otra índole. Para más inri, Monseñor Asenjo les ha recordado la obligatoriedad de presentar sus cuentas al Arzobispado, tanto por normativa canónica como para lograr la necesaria transparencia en la gestión del conjunto de la Iglesia hispalense. En cualquier caso para todos ha quedado patente un cierto reproche público a los cofrades por parte del Arzobispado, por seguir destinando fondos a enriquecer bordados y pasos en detrimento de la acción social o el sostenimiento de la Iglesia, y en segundo término por no querer dar publicidad a sus cuentas para, precisamente, seguir haciéndolo sin interferencias. 

El dilema entre Caridad y Patrimonio, esto es, destinar fondos a ayudar a los más necesitados (o a la Iglesia Diocesana) o invertirlo en restauraciones o adquisiciones, viene de antiguo en el mundo cofrade. También los tira y aflojas entre obispos, vicarios, párrocos y las Hermandades de toda Andalucía en defensa de su autonomía y de las decisiones de sus cabildos. Y en este 2014, en un contexto de crisis persistente y  crítica a la jerarquía de la Iglesia, ambas cuestiones se han acabado solapando. 

Hace poco la diócesis de Cádiz ha decidido limitar el gasto de las cofradías en nuevas adquisiciones patrimoniales, cuyo importe no podrá sobrepasar 50 veces el salario mínimo interprofesional. Ello impedirá, por ejemplo, encargar un nuevo paso o el bordado de un manto por razón de su elevado coste. "En los tiempos de crisis que estamos viviendo, con tantas familias que llaman a las puertas de las Cáritas Parroquiales y otras instituciones de la Iglesia, sabiendo que nunca se les va a cerrar la puerta, el estreno de enseres en coste excesivo constituye un anti-signo e incluso un escándalo", decía sobre este asunto el Delegado de HH y CC de Sevilla en una entrevista. Parece que con estas restricciones se busca reorientar los presupuestos de las Hermandades para incrementar sus partidas destinadas a Caridad. En Granada, Córdoba o Sevilla, por ahora, parece que no se planea adoptar una medida similar a la gaditana, pero podría ser el caso en el futuro.

Y aquí resurge con fuerza el debate: ¿hasta que punto la Curia debe interferir en las decisiones que adopta un cabildo de hermanos en el marco de una Reglas (ya aprobadas por el Ordinario del lugar)? A pesar de que, como nuestro pastor y según derecho canónico, el Arzobispo puede -si quiere- interferir, ¿debe hacerlo forzando a la Hermandades a destinar sus caudales a esto o aquello? Si así fuera, ¿acaso no sería excesivo tratar a los cofrades como a cristianos infantiles e irresponsables que no saben administrarse a sí mismos? ¿Debe obligarse a las hermandades a aportar más fondos a la Iglesia Diocesana, "centralizando" ésta la gestión de parte del gasto en aras de una mayor eficiencia (por ejemplo, administrándose desde el Arzobispado las bolsas de caridad de las hermandades)? Y dada su particular idiosincrasia, ¿aceptaría el mundo cofrade tal cuestionamiento de su capacidad de obrar? 

Para abordar la discusión con seriedad no olvidemos que en ocasiones juntas o cabildos votaron a favor de proyectos patrimoniales desmesurados o difícilmente justificables, olvidando un muchas ocasiones la necesaria y esencial práctica de la Caridad de cualquier comunidad cristiana. También parece justo recordar que a veces los cofrades, como muchos otros fieles de cualquier parroquia, hemos restado importancia a nuestra responsabilidad de financiar a nuestra Iglesia Diocesana (seminarios, Curia, obra social diocesana, etc).

En mis fueros tengo muy claro que las Hermandades no pueden ser solo ONGs de ayuda al necesitado o fuente de financiación de la Iglesia Diocesana. Con todo, es indudable que a la luz del Evangelio una comunidad de cristianos, como lo es una hermandad, no  puede desatender la ayuda al hermano necesitado, ni dejar a la Iglesia Diocesana de la que forma parte a su suerte. Así pues ¿dónde está el punto de equilibrio en la distribución de los recursos de una Hermandad entre fines caritativos y patrimoniales? ¿Como podríamos garantizar el irrenunciable autogobierno de las Hermandades ante la injerencia de párrocos u obispos en sus decisiones, y a la vez evitar posibles desmanes o excesivo gasto en patrimonio de alguna corporación errada?...

No es fácil dar respuesta a todo lo anterior. Pero creo muy aconsejable enfrentar la cuestión y que todos tomemos parte en el debate, reflexionando como cristianos maduros qué es lo mejor para la vida cristiana de nuestra comunidad cofrade y nuestra Iglesia.

Como punto de partida en mi reflexión me quedo con las palabras del Obispo Auxiliar de Sevilla al respecto de la medida limitadora del gasto en Cádiz:

"La realidad que hay debajo de las hermandades es muy diferente en cada diócesis. Basta el sentido común y la sensibilidad de todos. Existe una realidad social complicada. En el evangelio tenemos el “lo que hagáis con uno de estos lo hacéis conmigo” y al tiempo a la mujer que derrama el bálsamo a los pies de Jesús, que agradece el gesto de amor. Hay una forma de expresar el amor a Dios a través de la belleza. Cuando entramos ya en cosas de rivalidades y a ver quién tiene más eso no es la generosidad del amor."

Pablo Velázquez Navarrete

Foto: www.archisevilla.org










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