Martillo y Trabajadera

Siglos XIX y XX

   

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Foto: Archivo Serrano - Ayuntamiento de SevillaA finales del siglo XIX, encontramos las primeras referencias en el siempre heterodoxo y efectista Tarila, de quién su fama perduraría años después. También encontramos a Ayala, de similares características de de Tarila, pero de menos renombre posterior, aunque de gran importancia en su época, al ser capataz de la Amargura y del Gran Poder, siendo las cofradías de mayor prestigio en su época.

Precursor y valuarte del estilo actual fue Francisco Palacios, serio y comedido en sus voces de mando e indumentaria. Introdujo mejoras entre relaciones de hermandades, condiciones sociales del costalero y organización, e igualó magistralmente. Y completando la tetralogía, Antonio Torres Macías, conocido popularmente como Juanillo Fatiga. Con un estilo a mitad de camino entre Ayala y Palacios, fue el mas estable de sus compañeros, cuando era costumbre imperante cambiar con frecuencia de cofradía, o éstas de capataces.

Foto: Archivo Serrano - Ayuntamiento de SevillaEn la primera década del siglo XX fue cuando se realizó la definitiva depuración del estilo antiguo. Rafael Franco Luque, será discípulo aventajado de Francisco Palacios, formando posteriormente con una cuadrilla propia y disciplinada.

Creó un estilo innovador, serio y sobrio e igualó a los hombres con rigor desconocidos hasta entonces, en cofradías como El Gran Poder, La Mortaja y La Amargura, por lo que le hizo subir vertiginosamente, aumentando prestigio y popularidad, además del número de cofradías y costaleros como fueron; La Hiniesta, Santa Cruz, Los Panaderos, Las Siete Palabras, El Valle, La Macarena y San Isidoro. Por lo que tiene que recurrir a un buen número de auxiliares, como José el Naranjero en la Macarena, Ayala hijo, en la Trinidad y Manuel, el del Gas en San Pedro.

Contó con un "segundo" de su total confianza y de auténtica categoría, cuando surge de su mano y de forma inseparable, el irrepetible Rafael Ariza Aguirre fundador de una dinastía. Conocido posteriormente como El Abuelo o El Viejo.

Foto: Archivo Serrano - Ayuntamiento de SevillaYa en la década de los veinte, nos llevan a tres capataces de distinta proyección futura. El primero de ellos fue Eduardo Bejarano, con la gente del muelle en un principio llegó a sacar Montesión, El Silencio y la O. De estilo serio, moderno, con dotes de mando y responsable, al estilo de Rafael Franco con el que se entiende a la perfección, llegarán a consolidar ambos capataces la escuela moderna, en contraposición con la antigua y efectista, que se iría mixtificando con el paso del tiempo, sin llegar a desaparecer totalmente.

Surgirá también con fuerzas Miguel, el de la Plaza, conservando el estilo antiguo y de rudimentaria organización, aglutinando en sus cuadrillas el excelente material humano de la Plaza, sacando El Calvario y La Carretería.

Foto: Archivo Serrano - Ayuntamiento de SevillaHeredero directo de Tarila, por sus formas teatrales, se dio a conocer a Ángel González, Angelillo. Capataz a la antigua usanza, popularizó a una cantera de costaleros como fue La Puerta Osario, llegaron a conocer sus alardes, las cofradías de San Bernardo, Dulce Nombre, Los Negritos y la Mortaja. También llegaron a su punto máximo de prestigio, los trianeros y antiguos capataces José Romero y Joaquín Canela.

A finales de la década debuta, en La Hiniesta Rafael Franco Rojas, abriéndose paso una nueva generación de capataces, junto al hecho de que Rafael Ariza Aguirre posee ya cuadrilla propia en Las Cigarreras y su hijo José Ariza Mancera es enseñado por su padre.

Ya en los difíciles años treinta, de huelgas, posiciones enquistadas en cuanto a sacar pasos con ruedas, todas ellas salvadas con buen hacer, se van consolidando las posiciones de los capataces antiguos monopolizando la mayoría de las cofradías, destacando al carismático José Romero hijo, clásico capataz trianero, que adquirió popularidad al sacar en 1932 en solitario a la Estrella, adjudicándole después del éxito obtenido el martillo de San Esteban y el Baratillo.

Foto: Archivo Serrano - Ayuntamiento de SevillaCabe destacar el fallecimiento de dos significativos capataces en los años de la posguerra, como fueron, José Romero y Eduardo Bejarano. La cuadrilla de este último la adquiere su hombre de confianza Alfonso Borrero Pavón y su hermano Jeromo, heredando su disciplina y su buen hacer, va aumentando su número de cofradías como el Amor, Pasión, Los Estudiantes...

Aunque ya se hablaba de referencias en 1942, la época dorada del martillo y la trabajadera en Sevilla corresponde a las décadas entre los años 50 y 70, destacando entre los capataces el denominado "grupo de los seis", que acaparaban casi todas las cofradías. Sus integrantes eran: Vicente Pérez Caro, Salvador Dorado Vázquez, Manuel Bejarano Rubio, Rafael Ariza Aguirre, Alfonso Borrero Pavón y Rafael Franco Rojas (Virgen Macarena, Rosario de Montesión).

Maestros / Foto: Miguel Ángel OsunaA estos hombres, había que sumarse sus cuadrillas de auxiliares que, por sus nombres, los reconocerán como maestros de nuestros días. Caso de lo que les comentamos es el de Antonio Villanueva al mando de los pasos de Cristo, como auxiliar de Vicente Pérez Caro (La Paz, Redención y Buen Fin) o Manolo Santiago con Salvador Dorado (San Gonzalo, La Carretería, San Bernardo, Gitanos).

Cuando se retira Alfonso Borrero, le vino a sustituir otro nombre importante en nuestros días: Antonio Rechi Márquez, auxiliado por sus hermanos (San Benito, Quinta Angustia, Amargura). En 1966 muere Rafael Ariza Aguirre (Macarena,, la O y San Julián), siendo sustituido por su hijo José (se retira en 1972), que a su vez auxiliaron sus hijos Rafael y José.

En 1970 se retira Manolo Bejarano (Gran Poder, Santa Marta), siendo sustituido por Manolo López Díaz "El Moreno" junto a Domingo Rojas (Misterios de San Gonzalo, La Lanzada, Carretería y palios de Dulce Nombre y Angustias de Los Gitanos). Otro nombre que emergía con fuerza dentro del martillo era el de Máximo Castaño, que comenzara de la mano de Paquito Quesada y Manolo Adame.

La industrialización y mecanización de numerosas tareas, redujo considerablemente el número de personas que se dedicaban a estos menesteres, repercutiendo directamente en las cuadrillas de costaleros en los años 60.

Prueba de ello fue el Regreso de la Sagrada Mortaja desde la Catedral, que sufrió el capataz Alfonso Borrero en 1964 y posteriormente Manuel Adame, por falta de costaleros. En 1965 el misterio del Prendimiento, cuyo martillo ostentaba Rafael Franco, no puede acudir al Santo Entierro Magno por falta de costaleros.

Otro caso ocurre en 1972 cuando la Soledad de San Buenaventura estuvo a punto de no salir al no presentarse el capataz contratado y su cuadrilla, que se solucionó al prestar la Hermandad de Montserrat los hombres de su misterio al mando de Rechi, quedando el paso del Cristo de la Conversión en el Templo.

A pesar de estos problemas comentados, el mundo del costal y el martillo tenía en esta época cuadrillas regulares mandadas por Vicente Pérez Caro, Salvador Dorado, Rafael Franco, Moreno y Rojas, Ariza, Rechi, Adame o Castaño.

Además los mismos contaban con auxiliares de la talla de Antonio Villanueva, Manolo Santiago, Manolo Franco, El Quiqui, Pepe Luque, Manuel Villanueva, Pepe Ariza, Luis y Manuel Rechi, Jesús Basterra y Salvador Perales entre otros, todos ellos maestros en nuestros días.

 

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