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Un año más a vueltas con La lotería Nacional. Entre Pregón y Sorteo. Mariano López Montes


Un año más que se repite con la puntualidad y la ilusión que despierta La Cruz de Guía de La Borriquita en la Campana, aparece ese 22 o los dos patitos como dirían los más chistosos en diversos temas que por supuesto no son ajenos a las cofradías.

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Ese pistoletazo de salida a una nueva Navidad llena de luz y buenos propósitos, siempre comienza temprano, sin marchas ni presentación del Pregonero y comienza y termina con esa sinfonía monótona y monocorde que entonan esa agrupación musical sin gorra, tricornios, cascos con plumas, entorchados y galones, al estilo franco prusiano, aunque el armamento sea la corneta o el tambor de toda la vida. Estos niños “Idelfonsianos” siempre han vestido una uniformidad más bien caduca y algo retrograda, como aquellos trajecitos que nos compraban nuestros padres en esa grandiosa Galerías Preciados, esas Galerías San Sebastián, o en el culmen de la modernidad de la época que era La Meca de Los Pantalones. La partitura del acto es eminentemente vocal y numérica entrecortada cada cierto tiempo por el sonido a toque de paso ligero de las bolas rebotando en el bombo.

Tampoco el público que asiste al sorteo tiene que ver nada con el distinguido y algo exclusivo auditorio de nuestro pregón, en el primero es más bien “mamarrachoso”, soez, ridículo e irreverente en muchas ocasiones. Los frikis y los alienados campan a sus anchas ante la supuesta seriedad y cara de póker de los funcionarios que controlan el evento que se celebra nada más y nada menos que en el Teatro Real de Madrid, mientras el nuestro, el cofradiero se celebra en el de La Real Maestranza, nada más y nada menos, el atuendo de los ilustres loteros sigue más la moda impuesta por confecciones Pichardo, de larga tradición en artículos de “coña Hispalense”, o ya más modernamente en las proliferativas tiendas “Chan, Chin Chú” que han poblado todas las ciudades desplazando y a veces hundiendo al comercio tradicional.

Nada que ver con el pedigrí cofrade de los que ocupan las butacas del Maestranza, por supuesto el traje azul oscuro de los quinarios y funciones principales, con ese olor a incienso impregnado que desplazó al de la naftalina del letargo invernal, y un olor penetrante a esa colonia tan cara que nos trajeron un año más Los Reyes Magos de Oriente. El Chaqué sea en propiedad o en régimen de alquiler siempre será necesario y obligatorio según el rango y el papel que se desempeña o se añora desempeñar en el evento. Y las señoras o mejor dicho la condición sexo género femenino que es más actual, que debe alcanzar un nivel superior y lucir modelos clásicos pero que a la vez tengan un toque divertido, fresco, innovador e impregnado de elegancia, como dicen aquellos modistos de sexo genero indefinido que tanto influyen en la moda, porque sería imperdonable el copiar modelos que ya repiten otras asistentes. Estos aspectos estéticos y de imagen cada vez cobran más valor en el mundo cofrade y sus relaciones sociales y representativas, creándose poco a poco una “beautiful people” a la sevillana y cofrade manera.

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No por esta cultura estética y de imagen se asegura que el pregonero, máximo y único protagonista, del acto, exaltado y homenajeado desde unos meses antes sea, un buen rapsoda que convenza a todos, aunque se le lleva haciendo “esa bisagra sacra” y esos “abrazos de bombos mutuos” desde la proclamación.

Lo que el personal está esperando entre aplausos y aplausos es lo que dice de su cofradía, y si en muchas ocasiones lo hace muy de pasada o la omite, el oyente exclama en voz baja y con ciertas dosis de odio, ¡yo ya sabía que este tío no valía!, ¡este es un papa frita que lo han enchufado y yo sé quién!  …

Si esta ciudad es rápida para ensalzar y dar protagonismo al nuevo pregonero, aun es más rápida para olvidar y lo más que recuerda es que dió el pregón hace unos años y como mucho que estuvo muy muy regular.

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Totalmente diferente es el “Acto Lotero” del 22, aquí la única protagonista es la Diosa Fortuna que revolotea incesantemente por el cielo del teatro hasta el gallinero, llenando  de esperanza al que lleva el decimito, que por lo menos le va a poder dar un pellizquito, para controlar a los niños que muy serios juegan con las bolitas del bombo, que aunque cantan a su manera, ninguno/a llegara a ser Ainoa Arteta ni Alfredo Kraus y a ese señor impávido que supervisa que los niños metan las bolitas en los alambres, impasibles y sin esbozar la mínima sonrisa y gestualidad. Al final la omnipotente Diosa hace lo que tiene que hacer, darle un poquito o algo mas a muy pocos y dejarnos a los demás con tres palmos de narices

Entre los asistentes, a los que por cierto no se le exige ningún tipo de etiqueta, existen todavía los más añejos que van con una libretilla y un bolígrafo “bic cristal”, y otros que ya usan las modernas tecnologías para saber los premios y no esperar hasta el día siguiente para comprar el ABC.

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La verdad es que, en estas dos puestas en escena, la pregonera y la lotera hay poco en común, pero si es verdad que las expectativas de éxito suben como un cohete de Feria con un silbido, una explosión llena de luz y una caída de la varilla en silencio y sin tener ningún aliciente. Lo mismo pasa con la lotería, todo el mundo cree que este año le va tocar y compra, en el caso de las hermandades sabiendo a priori que este año tampoco le va a tocar ni “lo metío”, pero la esperanza, que en este caso no vive ni en Triana ni en la Macarena, es lo ultimo que se pierde, y si por casualidad toca y le toca a ese tío de la hermandad que me cae tan mal, me boicoteo en el cabildo y además me quitó la bocina que por dos números de antigüedad; eso sí que me sentaría como una bomba y no es envidia por eso de “la caridad cristiana” pero yo voy a comprar dos numeritos por si acaso.

Lo bueno que tiene la lotería de Navidad es que el mismo 22 o como mucho el 23 salen las notas publicadas como cuando estábamos en el colegio y como casi siempre nos van a suspender y no nos vamos a llevar nada, pero como a los que fuimos poco aplicados este sofocón se nos pasa “In ictu oculi” es decir en un abrir y cerrar de ojos, porque ya estamos acostumbrados y sobre todo porque tampoco le ha tocado a ese tío que nos quitó la bocina y por supuesto nos sigue cayendo igual de mal. Por otra parte, aún nos queda “El Niño” que a ver si este año viene traviesillo y generoso.

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Con el sueño de la noche se van al traste las vacaciones en El Caribe, el chalecito que me voy a comprar en la playa y si me llega un barquito para pasear a la parienta y a los niños disfrutando de la brisa marina y sobre todo ya no trabajar más, que el jefe y algunos compañeros me traen por la calle de La Amargura ... y no precisamente la que sale de San Juan de la Palma. Pero todo este mundo de dispendio como un cuento de Walt Disney para mayores, se va al traste cuando el despertador suena y la parienta te grita ¡¡vamos Antonio que te tienes que ir a trabajar!!, ¿o te has creído que eres un Marques? …

Fotos: Mariano López Montes

Parasceve










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