Aquel mago que de su chistera sacaba realidades. Mariano López Montes

Aquellos magos antiguos con sus brillantes atuendos y sus chisteras de fondo infinito y su lema del “más difícil todavía”, eran capaz de hacer una vez más el milagro de hacernos creer en nuestras infantiles mentes que por el famoso “Arte del birlí Birloque” todo lo imposible, todo lo irreal por el arte de su magia, terminaban convirtiéndose en realidad.

Pocos magos sabían contagiar la ilusión de convertir lo que parecía imposible en real, incluso cuando el famoso conejito blanco salía de su chistera.

Entre aquellos antiguos amigos que por desgracia se los llevó el tiempo, uno un hombre bajito, muy hablador, gesticulador imperturbable y creador de ilusiones que iban mucho más allá de la fantasía de un propio espectáculo circense. Por supuesto todos aquellos que en nuestra juventud tuvimos la suerte de conocerlo, tratarlo y a la vez quererlo no puede ser otro que Manolo Santiago, capataz de los de antes, que poco a poco supo ganarnos para siempre a aquella generación de jóvenes que nos acercábamos con esa ilusión de antes al mundo entonces poco conocido y muchas veces infravalorado del “mundillo” de costales y trabajaderas.

Cuando los años avanzan y los amigos y personas que les tocó vivir contigo desaparecen para siempre , solo nos quedan los recuerdos, las vivencias y quizás los momentos buenos y malos que de todo los hay, solo nuestra mente es capaz de recrear aquellos fragmentos que vivimos y que forman parte de la película de nuestras vidas  y “el genio volvió a brotar de nuevo del fondo del alma” como escribió Gustavo Adolfo Bécquer en aquella rima dedicada a aquella vieja arpa que olvidada y cubierta de polvo yacía en el salón y en el ángulo oscuro.

Los recuerdos y estos unidos a la memoria son los únicos fotogramas de nuestras vidas que nos hacen viajar o volver a una época ya pasada.

Entre los recuerdos, siempre me viene uno que vuelve a tomar vida cada 16 de Julio, cuando entre los insufribles calores me acerco a eso del atardecer a ver la procesión fluvial de esa Virgen del Carmen de Calatrava y vienen a mi mente las imágenes de Manolo Santiago una noche fría de cuaresma a las tantas y tantas horas en un bar del barrio de San Julián llamado “La Madrugá” y que regentaba nuestro amigo Juan, más conocido en el argot de la época como “Cachotren”; de repente entre las muchas conversaciones que Manolo Santiago era capaz de mantener al mismo tiempo, saca de su chistera o mejor dicho del bolsillo de su chaqueta unos papeles un tanto o un mucho arrugados que eran solicitudes para hacerse hermano del Carmen de Calatrava, que al parecer en aquella época pasaba unos momentos económicos difíciles y con su voz un tanto imperativa como cualquier capataz y a la vez un tanto machacona como solía dirigirse a su gente y sobre todo a sus amigos que éramos todos dice: ¡!Tenéis que haceros hermanos y escribir estos papeles para haceros hermanos y arrimar el hombro para que mi Virgen del Carmen, mi “chiquitita”, la que vive al final de La Alameda y que todavía es muy pobrecita y digo muy pobrecita y no os engaño, que a mí no me gusta engañar a la gente, hay que sacarla como Dios manda y además la vamos a pasear por el rio Guadalquivir que por allí navegó hasta Colon y las carabelas, y digo yo por qué no se puede pasear mi Virgen del Carmen que aunque es chiquitita es mucho más grande.

Y para que desde mi confianza en él y mis ganas de sana guasa por otro lado; le dije Manolo por el Guadalquivir el que navego fue Magallanes en la Nao Victoria y de repente mirándome con esos ojos saltones y esa medio sonrisa de complejidad  me dice: “Tu eres el estudiao  del grupo así que a no escaquearse y a pagar como to er mundo, porque sabiendo mi afición a viajar me dice con voz alta y rotunda “Tu eres el Colon del siglo XX pero tu viajas en aviones y aeroplanos , no como Colon que viajaba a lo pobre y con unos frailes con las sotanas roías por los ratones”.

Después de la risa de todo el personal presente, cada uno se fue para su casa como Dios manda, menos Manolo que sé que quedo con mi querido amigo Pepe Vaca, noble escudero y fiel ayudante de campo de aquel hombre pequeño de cuerpo, pero grande de alma y corazón.

Después de camino a casa todos comentábamos lo siguiente: Otras de las cosas y fantasías de Manolo, mira que pasear a la Virgen del Carmen por el rio, como si esto fuera Punta Umbría, Chipiona o Sanlucar de Barrameda, y lo de la banda y las flores que quiere como van a ir nadando detrás o algo así, porque a este hombre como se le meta una cosa en la cabeza es capaz de traerse un portaviones de los yankis de Rota.

Total, pasaron los años Manolo y Pepe Vaca se fueron a aquel lugar en el que se vive en la gloria, pero que poco de los aquí presentes tiene ninguna prisa en conocer, las hermandades y cofradías han ido evolucionando y un día aquella visión, sueño o magia se convirtió en una realidad que se repite cada año.

Como en aquella maravillosa película de Amarcord o mis recuerdos, que sería su traducción, tengo presente este fotograma de la película de mi vida, aunque ya hayan transcurrido muchos años. Esa visión un tanto felliniana de La Virgen navegando en su paso naviero, los devotos acompañando a un cortejo que recrea a una marinería muy a la sevillana manera, la banda al compás de las marchas, desfilando por el ya asentado paseo fluvial, etc.

Fronteras entre realidad, ficción, sueños y deseos de fantasías de un hombre sencillo y lleno de ilusión, al que nunca le faltó esa alegría ilusionante que echamos tan de menos en la actualidad, quizás un hombre adelantado a un tiempo en que le toco vivir, lo realmente cierto es que nunca dejaba indiferente a todo aquel que lo conoció, porque cada mes de Julio cuando Sevilla se viste de calor y de verano la magia vuelve a surgir porque nos demostró que los sueños y fantasías que se hacen por amor, siempre se convierten en realidad.