Arte Sacro
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Yo la tuve en mis manos. J. M. “Silva”.


 Dos mil nueve, lunes dieciséis del mes consagrado a los difuntos. Plaza de San Juan de la Palma. “Buenas, Paco” –le saludé. “Hey, Silva, me alegro de verte” –me respondió, con esta  frase que ha pasado a enriquecer el léxico cofrade.

Antes de que se apercibiese de mi presencia yo ya le había visto. Le noté cabizbajo, meditabundo, casi compungido. Cuando se me acercó, pude comprobar que mi apreciación había dado en el blanco. “Estoy un poco melancólico” –me dijo-, y a mi lógico interés por la causa de su pesadumbre respondió con la terrible e inesperada noticia: “Mi cámara se ha apagado para siempre. Fue en la procesión del Cristo de la Salud. Nada más iniciarse, dejó de funcionar y hasta hoy”. Yo, sabedor del dolor que produce la muerte de un instrumento tan leal que transciende su condición de cosa, intenté consolarle: “Bueno, tómatelo como un aliciente para pasar a una superior”.

Créanme, me ha dolido la muerte de esa Lumix de la serie 2. No sólo por tantos años viéndola trabajar en algo tan higiénico como aportar belleza a la belleza; como llevar lo que hay a quien no puede contemplarlo, siempre subida a lomos de su trípode, del que rara vez descabalgaba, sino también porque ella estuvo en mis manos y mi índice derecho tuvo el privilegio de pulsar su botón disparador. Ocurrió en una charla-coloquio de Arte Sacro en la Hermandad de la Resurrección, hace algunos meses. Y por algo más: ella me retrató en la foto de grupo que nos hicimos conferenciantes y asistentes en el presbiterio de Santa Marina, bendecidos desde atrás por esa mano extendida de Cristo Resucitado.

Desgraciadamente, su resurrección, aunque posible, no es rentable. Se impone su sustitución, inoportuna por los tiempos que corren, pero ineludible, porque el mundo cofrade necesita el servicio que presta –regala, mejor dicho- este grupo de abnegados reporteros y fotógrafos, a quienes tanto aprecio.

¡Qué privilegiada será esa cámara, aún en un almacén de quién sabe dónde! Esa que va a continuar la límpida labor que llevaba a cabo nuestra querida Lumix, la futura compañera de las manos, los ojos  y los sentimientos de Paco Santiago. Esa que, aunque tecnológicamente más cualificada, jamás me podrá hacer olvidar a su antecesora.

Los Fotógrafos, es decir: los que verdaderamente amamos la Fotografía, le dedicamos nuestra vida, la defendemos, e intentamos dignificarla a cada momento, somos capaces de llegar a sentir de la forma que aquí estoy relatando. Y es que resulta que una cámara o cualquier elemento de nuestro equipo están unidos a nosotros como miembros de nuestros propios cuerpos; unos captan y dan forma a nuestras ideas; otros soportan el peso de estos; otros guardan el tesoro de las imágenes tras haberles otorgado su estética definitiva…

Entiendan, por tanto, mi cuota de dolor por la muerte de la Lumix de la serie 2 de Paco Santiago, a quien le transmito mis más sentidas condolencias. Nunca mejor dicho y en más de un sentido: Te acompaño en el sentimiento.

J.M. “Silva” - fotógrafo.










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