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Reflexiones de Adviento del Delegado de Cofradías, Marcelino Manzano. Cuarto Domingo


El Cuarto Domingo de Adviento es la puerta a la Navidad. Y esa puerta la abre la figura estelar del Adviento: María. Ella se entrega al misterio de Dios para que ese misterio sea humano, accesible, sin dejar de ser divino y de ser misterio. Y por eso María es el símbolo de una alegría escondida en la profundidad del ser humano.  O sea, de la alegría auténtica, la de Dios, que nada ni nadie nis puede quitar. Es la alegría que expresa Isabel cuando salen de sus labios la alabanza más hermosamente espontánea dedicada al Señor y la Virgen: ¡Bendita eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre! Es la alegría delas cosas sencillas, que son las verdaderamente grandes, las que acontecen en el silencio. Dios ha llegado casi de puntillas para encarnarse, para hacerse hombre como nosotros. Se acerca la Navidad: alegrémonos con esos dones cotidianos que el Señor nos da y de los que ahora podemos darnos cuenta. Gracias, Señor, por tu presencia, por la fe que nos das. Gracias, Señor, por nuestras hermandades y cofradías, que te alaban todo el año. Gracias, Señor, por la familia y los amigos. Gracias, Señor, porque cada día es un regalo tuyo.

Y gracias, Señor, por los jóvenes cofrades que en estos días se echan a la calle para pedir lo que le haga falta a nuestros hermanos necesitados. Que también se visten para convertirse en pajes de carteros reales para que todos los niños reciban al menos un juguete de los Reyes Magos. Ellos nos ayudan a mostrar el verdadero rostro de la Navidad. Son estas "operaciones carretilla" o "kilo" o como las quieran llamar, el mejor anuncio de las estaciones de penitencia que harán las cofradías por esas mismas calles que ahora la juventud cofrade recorre.

Dichosa tú que has creído, dice también Isabel a María. Por la fe de María podemos celebrar la Navidad. Ella ha creído el misterio escondido de Dios. Está dispuesta a prestar su vida entera para que los hombres no se pierdan, porque de su seno nace Jesucristo, que nos salva de nuestros pecados. Apenas unos días después de conmemorar el nacimiento del Señor, en San Lorenzo comenzaremos a adorar a quien lleva la Cruz de nuestras culpas con el Gran Poder de su misericordia. La madera del pesebre se hace tosca y dolorosa cruz. Las lágrimas de María, gozosas y maternales, se hacen Mayor Dolor y Traspaso. Y en San Vicente y en el Salvador ya estarán alzados esos altares en los que el Señor también lleva la Cruz, caído o ya erguido, pero en cualquier caso lleno de amor por nosotros. Va a nacer el Hijo de Dios que toma nuestra carne, y viene a nuestro encuentro. ¡Cuánto hace por ti! Nació en la pobreza de un portal y poco después irá camino del Calvario para redimirnos del pecado y de la muerte. ¡Cuánto pesa la cruz que lleva, y sin embargo sigue adelante! ¿No merece, pues, que tú también tomes la cruz y le sigas? Hazlo, porque sólo en Él encontrarás la vida verdadera. Marana Tha! ¡Ven, Señor Jesús!.

Foto: Juan Alberto García Acevedo.










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