Arte Sacro
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  • sábado, 27 de abril de 2024
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¡Cuídate mucho, niño!. Mariano López Montes


A la memoria siempre viva de Antonio Dubé de Luque

Con esta frase simple pero a la vez llena de cariño, nos despedías esta mañana soleada pero a la vez con los fríos propios de este otoño, que quiere ser primavera, junto a esa torre mudéjar de un San Marcos que desde el abandono y la ruina que sufrió hace años, nos recordaba una vez más nuestra identidad de siempre, historia y sobre todo el sentimiento, el sentir de bondad, la amistad y el cariño que atesora ese cofre tan nuestro que son las hermandades y cofradías, tal como tu las vivías y entendías.

Sí, porque nuestro Antonio jamás se despidió de nosotros con el rictus lacónico que imprime la muerte, sino que en nuestra imaginación te veíamos con esa sonrisa un tanto ingenua, sorprendida y a la vez picara que implica la vida, esa que nos regalabas desinteresadamente cuando te veíamos y nos repetías con la gracia y la bondad que emanaba de tu inteligencia creativa, las palabras de “niño” y “querido”, jamás unos diminutivos tan simples, han llevado implícitos tanta grandeza.

Hombre de a pie por ciudades y pueblos de esta nuestra Andalucia, espíritu creativo e inquieto que mediante el arte creativo en la madera, el barro o el carboncillo, supiste poner cara, cuerpo y expresión al mismo Dios que aquí se hace mas hombre que en otros sitios, y a su bendita madre (como tú decías) supiste crear en el sufrimiento pasionista y en la belleza, el mas puro referente de cómo vivir una fe y unos sentimientos siempre propios y nunca impuestos desde ortodoxias de antiguo y nuevo cuño excluyentes, que nos tachan con la incultura y la superchería, y enfatizo y me mojo en este pequeño homenaje, que pese a quien le pese nuestras tradiciones y devociones, son la base que conforma la fe, la devoción y el sentimiento de la mayor parte de los andaluces y que se pone de manifiesto año tras año en nuestras hermandades y cofradías, tanto en la, a veces, soledad de sus templos, como en esos otros multitudinarios de sus salidas procesionales donde se convierten en patrimonio y señas de identidad de todos.

Antonio Dubé era un gran artista, pero sobre todo y lo destaco sobre el primer apelativo, “una gran persona” de esas que desgraciadamente y quizás cada vez más, menos abundan, de esas que caminan a tu lado siempre dando, sin el trato siempre interesado de recibir, ser algo o aparentar algo, espécimen tan común y cada vez más frecuente en el nuevo universo cofrade. Siempre fuiste y nunca quisiste ser, de siempre fuiste esa persona maravillosa que tus amigos más íntimos llamaban “gordo” y que algún socarrón te apellidaba “divino”.

Para mi sin entrar en planteamientos metafísicos ni trascendentales, lo fundamental es  que el amigo Antonio, perteneció y ha sido hasta el momento mismo de su muerte un claro referente de un grupo de cofrades jóvenes, que sin pertenecer a entroncados linajes, ni altas cunas, ni tan siquiera esgrimiendo la tan traída y muchas veces “manía” tradición familiar, para paliar en muchas ocasiones las incompetencias y limitaciones que le dio la vida, supieron desde abajo a trabajar, crear y a la vez en su caso diseñar un tipo de cofradías que a base de conocimiento y buen hacer han sabido suplir la patina de años y siglos en nuevas cofradías con estética y conformación novedosa pero fundidas en el crisol de una tradición sapiente y bien entendida, que se han ido convirtiendo en pocos años en claros referentes cofrades no solo para Sevilla, sino para otros lugares más distantes de la geografía. Aquellos jóvenes ilusionados al que pertenecía de su Hermandad Servita pudieran ser un ejemplo de lo que quiero expresar desde estas líneas que ahora escribo con las tintas del cariño y la admiración.

Siempre he sido muy crítico con la cada vez mayor cantidad de individuos, o más bien personas por aquello de la caridad cristiana, que se acercan a nuestras hermandades y cofradías con la sola apetencia de “ser algo o alguien en esta ciudad” y exponerse  de forma gratuita y a la vez grandilocuente en el cada vez mas inmenso escaparate que actualmente tienen y a veces se vanaglorian nuestras  hermandades y cofradías”; cuanto ripio y pregón, cuanto exaltador, cuanto delirio de cargo, mando y honores, hasta mi querido y practicado “Deporte Sacro” ha cambiado y en muchas ocasiones se ha contagiado con las modernas fiebres del protagonismo, y todo, para salir siempre en esa foto que se imprime con la tinta de los colores de las vanidades. ¡Ah! y cuanto “artistilla” que se la cree y encima está completamente convencido que lo es; “artistas del cine mudo”, este apelativo que un día te conté y te hizo tanta gracia en un mundo en que la tecnología ya supera la imagen y el sonido.

Si, porque Antonio Dubé  podía ser grande y tuvo la grandeza de ser pequeño, de estar a la altura de todo aquel que lo necesitara y requiriera, de ofrecer su arte y diseño para que otros triunfaran con la sola motivación de hacer más grande nuestra Semana Santa y las de otros que venían, muchas veces, desde lejos a pedirle consejo, me consta, que pudo y no quiso llenar su bolsa hasta la “saciedad del avaro”, y que se contentó con la humildad y a veces escasez de todos los que se le acercaban a pedirle su saber en forma de arte, con el único fin de una fe inquebrantable de dar la mayor grandeza a su Dios y a su Bendita Madre como siempre decía, y ofrecer ese rezo mudo, personal y verdadero para nosotros que es expresar nuestra fe, devoción y sentimientos a través de las imágenes y como no, de las cofradías.

Amigo de sus amigos y hombre entrañable con traje azul y pinta de eterno muchachito de enseñanza media o universitaria, recién salido de los escolapios, jesuitas, o salesianos y que un nuevo Domingo de Ramos estrenábamos con la ilusión con la que nos lo compraron nuestros padres, para que fuéramos unos “hombrecitos formalitos” como solían decir, no en todos los casos lo consiguieron, y no quiero nombrar a nadie y menos ponerme como ejemplo. Siempre caminaste por esta Sevilla de siempre tu verano de Gerena y tus sillas en la Campana vecino del palquillo patibulario que gestiona tiempos y nazarenos, pasos y bandas. Y junto a ti esa pléyade de escuderos que como el buen Sancho eran tus más fieles y cercanos amigos que te acompañaban por esos confines bien definidos del Universo cofrade bien delimitado a que pertenecíais, Jesus aquel hombre elegante y distinguido que además de ser de La Cena tiene un apellido que recuerda a cierto tipo de vino, Fernando el hermano de mi amigo Isidoro antiguo capataz de La Hiniesta, y conocedor de aquel mundo antiguo de “gallegos” que tanto me cautivó y que por desgracia es tan poco conocido en las nuevas generaciones del “Deporte Sacro”, y como no un espíritu y personalidad inquieta que se llama Fermín pero los suyos lo conocen por “Nuco”, Ah y se me olvidaba y eso no puede ser, aquel otro artista desinteresado que ya se te adelanto en esa partida a la eternidad  que no era otro que aquel querido Pepe Asián.

Antonio, has dejado para las nuevas generaciones y para incrementar ese patrimonio material, pero a la vez humano de nuestras cofradías, tu arte y una forma de ser y saber estar, que para mí es tan importante como la primera por eso decidí escribir estas notas desde la óptica de tu humanidad, ya que de la artística se dedican los historiadores del arte que analizaran, estudiaran y a la vez juzgaran tu arte con el paso del tiempo.

En este momento del adiós, donde tu nave partió para ese “último viaje” que recreara Antonio Machado, a ese otro mundo lejano que dicen que es mejor, pero que pocos queremos ni tenemos mucho interés en conocer y menos en ir a conocerlo, partisteis de ese puerto tan querido para ti que fue tu capilla de la Hermandad Servitas a los pies de esa Soledad a la que un día le diste vida, ya las flores de tu póstumo homenaje se habrán marchitado por el tiempo, pero el recuerdo y el cariño de los tuyos y tus amigos nunca morirá, tu arte aquí se queda, pero tu ejemplo de vida siempre estará con nosotros, porque como decía el gran Lope de Vega en sus “Poemas del Alma”, “Un hombre que todo es alma esta cautivo en su cuerpo”.

Y en la soledad silenciosa de esa pequeña capilla, parte de lo que fuiste en esta vida seguirá para siempre justamente detrás del manto que un día diseñaras para tu Virgen de los Dolores, y como aquellos dos angelotes de plata que cada Sábado Santo custodian y acarician su manto al pie de esa cruz original y a la vez distinta que siempre quisiste para Ella, permanecerás para siempre en compañía de tu querido Pepe Asián que siempre fue tu compañero de viaje, y ahora en este que dura toda la eternidad le seguiréis pidiendo con insistencia, confianza, cercanía y sobre todo cariño “Señora cuida de todos , porque de siempre han sido y serán mis niños”.

 

Fotos: Mariano López Montes










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