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El lienzo del Resucitado de Murillo, un primer cartel moderno de la Semana Santa de Sevilla


José Fernando Gabardón de la Banda. A lo largo de estos últimos años ha ido proliferando una excepcional escuela de cartelistas que han ido convirtiéndolo en una excepcional muestra de creatividad artística. Su lenguaje artístico ha desempeñado un papel trascendental en el ámbito de la divulgación de una simbología icónica que ha ido cuajando en la mente colectiva de una población identificada con unos iconos que fueron elaborado en el seno del Concilio de Trento. El cartel religioso va a tener en sí misma la misma función pedagógica que habían tenido los lienzos o los propios grabados del siglo XVII como transmisores de la visión realista de la propia iconografía elaborada en el Concilio de Trento, heredera a su vez de la que se había configurándo en la Baja Edad Media. No cabe duda que lo que ha ido cambiando es el marco escénico en que se ha ido desarrollando ya que los lienzos se colocaban en los interiores de las iglesias o en los claustros y demás dependencias conventuales, mientras que el cartel se ubicaba en sitios profanos como bares, tabernas o casas hermandades. El lienzo de temática religioso era un vehículo de fe, un portador de oración, que al igual que a la imagen se oraba, se dedicaba las plegarias, a diferencia de un cartel que era solo un recordatorio o una recreación emotiva de una imagen o incluso un recuerdo de la propia Hermandad. Es curioso que la proliferación de obras pictórica en la plenitud del Barroco y su posterior decadencia coincidiera con un amplio desarrollo de otros vehículos como en el caso de nuestros días es el cartel. El papel que había desempeñado el lienzo, su papel en la popularización de la imagen religiosa es posible que lo haya sustituido en algunos sectores sociales con la confección del cartel, aunque por supuesto, en contextos sociales y culturales muy diferentes. La presentación de un cartel en el seno de una Hermandad sigue teniendo una connotación religiosa, después de un proceso de selección del autor de la composición, el día de su presentación pública o incluso su divulgación en las redes sociales, al igual que ocurría en la confección de los propios lienzos.

Una de las cuestiones que siempre me he preguntado como historiador del arte y como puro aficionado es que hubiera ocurrido si algunos de los genios de la pintura del siglo XVII hubieran confeccionado carteles de Semana Santa. No cabe duda que la respuesta podía ser afirmativa, de la misma manera que conocemos el caso de pintores que realizaron composiciones para Cofradías y Hermandades. La recreación de una escena narrativa en el léxico cofrade puede resultar extraño, pero si algunas composiciones actualmente ubicadas en el Museo de Bellas Artes o en colecciones particulares la reprodujéramos en un cartel nos daríamos cuenta que podíamos perfilar un mundo de encuentros visuales e incluso de una capacidad modernizadora que no el paso de los años no ha perjudicado, al revés viven todavía de una frescura inusual. Y eso se puede percibir en algunas composiciones como el caso del lienzo del Resucitado de Murillo, que fue encargada por la Hermandad del Museo de Sevilla para su capilla ubicada en propiedad en el convento de la Merced. Es posible que Murillo hubiera realizado si hubiera vivido en nuestro siglo hubiera sido el mejor cartelista de la escuela sevillana sin ninguna duda. Su excepcional narrativa que le daba a los personajes, sacros o no sacros, el naturalismo figurativo plasmados en los retratos, la excepcional luminosidad, la intensidad de los colores, daba como resultado un efecto visual cuya narrativa hereda en muchos casos los creadores del cartel. No cabe duda que el efecto ascendente de la imagen del Cristo, en la que fue más allá de los cánones de Jerónimo Hernández y de toda la concepción manierista, así como los efectos de los soldados caído definiría plenamente la concepción del propio cartel. Una iconografía salvática como es la Resurrección, de triunfo de Cristo sobre la muerte en que desarrolló en el lienzo hubiera podido ser plasmado en la cartelería moderna. Y es que la genialidad creativa de Murillo podemos calificarla como atemporal, sin olvidar que sin ninguna duda puso no sola las bases de la pintura religiosa de los siglos posteriores a su obra, sino que su mismo lenguaje ha sido reutilizado en muchos modernos. Es por ello que no podríamos descartar que el genial pintor sevillano, como otros muchos, al igual que hicieron muchos artistas de la escuela sevillana desde finales del siglo XIX hubieran realizados los carteles primaverales de Sevilla de nuestros tiempos. No por ello es muy atrevido afirmar que el cuadro del Resucitado de Murillo hubiera sido el mejor cartel sevillano del siglo XXI.

A mi amigo Francisco Javier Montiel, hermano de la Resurrección.

 

José Fernando Gabardon de la Banda. Profesor de la Fundación CEU San Pablo Andalucía. Doctor en Historia del Arte. 

Foto: Roman Calvo Jambrina










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