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«Esta Sevilla del Este». Mariano López Montes


Mariano López Montes. Si, porque esta nuestra Sevilla desde hace aproximadamente dos meses ya no tiene ese “color especial” que tanto nos suena y que en general define, simplificando lo mucho en pocas palabras, el sentir. Explicar y definir esta ciudad, sobre todo al que no la conoce ni la ha vivido, necesitaría ríos de tinta y de diferentes colores para llegar a una aproximación.

En estos días del confinamiento y las medidas que ha habido que tomar, ante ese demonio oriental de tres cabezas coronadas, que nos vino de aquella tierra lejana, que los niños de mi época conocíamos por la imagen de aquel flan chino “El Mandarín” y por aquellas películas de ese chino algo sonriente y siempre malvado, que se llamaba Fu Manchú. Otra forma de conocer aquel país sobre todo a aquellos niños que estudiábamos en colegios de curas/monjas, eran esas “cabezotas de barro” que nos daban para pedir en El Domund, de las diferentes razas por colores y con terminación de diminutivos, negritos, chinitos, moritos y aquel indio con sus plumas de jefe que junto con el negrito, supongo por nuestra afinidad con Baltasar que siempre era el Rey Mago que más traía, eran los mas cotizados para nuestro trabajo eventual de un día de recaudación.

Desde muy joven y lo sabe todo aquel que me conoce bien, soy un apasionado de viajar a tierras lejanas y si no se parecen nada a esta en la que por cierto estoy muy a gusto, mejor que mejor. Uno de mis primeros viajes lo hice a aquella antigua Unión Soviética, en la época de la bandera roja de la hoz y el martillo, que por cierto nada de nada tiene que ver con la actual.

El otro día, paseando por los alrededores de la Catedral, y ya que soy de mente inquieta y comparativa, esta Sevilla se me parecía a aquella Europa del Este que yo viví y volví con el recuerdo a aquel Leningrado, (1924 -1991), porque se llamaba así desde la muerte de Lenin, impuesto por el soviet de trabajadores, agricultores y Ejercito Rojo que quisieron homenajear así al gran camarada.

Cuanta similitud de observar a estas dos ciudades bellas en su patrimonio pero con un alma totalmente ausente por las circunstancias. Y eso que fui en esa época de apertura al mundo occidental, con liberación del sistema económico de esa “Perestroika” que instauró Mijaíl Gorbachov, en aquella época de apertura a un incipiente turismo que ya se ha consolidado plenamente en el San Petersburgo actual, el dólar de los que allí íbamos, marcaba una barrera invisible pero a la vez infranqueable entre nosotros, los occidentales, y ellos.

Algunos pensaran que también influye el carácter, el clima etc., estoy de acuerdo, pero como dice el refrán: “cuando faltan las papas que raro saben los guisos”.

Esta Sevilla, según dice el amigo Víctor que la califica como “la ciudad más bonita del mundo”, en esta pesadilla que nos ha arrebatado el tiempo que mas nos gusta, ha perdido o mejor dicho cualquier “diablillo” travieso, ha comprado parte de nuestras almas.

Monumentos maravillosos puedo asegurar que existen en los cinco continentes, lugares que nunca te dejan indiferente, por su historia y cultura también, pero creo que todas estas grandezas se quedan a media luz, como diría el popular tango, si no se alumbra con la llama y se arropa con el calor de su gente, sus habitantes, los que la conocen, sienten y actúan tal y como son y han aprendido con una forma de saber vivir y una filosofía de ver la vida, que es uno de los colores principales de aquel color especial, y esa forma de vivir y sentir a la sevillana manera, aunque suene a tópico, se ha ido decantando con el tiempo la historia y la tradición, y por supuesto nada tiene que ver con ese andaluz y sevillano gracioso del olé, olé y alegría, alegría con que nos quieren vender.

Esos cielos grises que han predominado, esa ausencia de gente y ruido que justifico, y a ese azahar de este año que anuncia el clarín de lo que vamos a vivir, no han estado a la altura.

Estos habitantes, de esta ciudad, caminando en silencio, con esas bolsas y esos carritos con el sustento, y aquellas nuevas necesidades que estamos viviendo y que desgraciadamente se incrementaran, me retrotraían a una Sevilla de aquellas Ciudades del Este, donde la carencia y la falta de una libertad, que desgraciadamente en la actualidad no se valora nada mas que cuando se pierde, al igual que esas ciudades de hace unos años en Rumania, Polonia o aquella antigua Checoslovaquia donde existía una monumentalidad, yo diría a veces grandiosa, pero que por otras circunstancias les habían arrebatado también parte de su alma.

Este mal sueño que se ha llevado por delante con el aguacero de la enfermedad y la muerte, esa recreación y puesta en escena, que el tiempo, el sentimiento y la tradición de nuestra gente han ido modelando como una exaltación de la vida, aunque se trate de rememorar la pasión y muerte del Salvador y esa Feria, explosión de color, alegría y convivencia, han pasado de largo y sin parar, como aquellos trenes de alta velocidad que fueron dejando en el olvido muchas de sus antiguas estaciones.

Pero como en todo mal sueño, siempre existirá un mañana mas o menos lejano donde volverá a lucir el Sol, y la Esperanza en esa Salud, que tienen muchos de nuestros titulares se impondrá, sobre la Tristeza, las Lágrimas, la Amargura y el Mayor Dolor que nos ha tocado en parte y con resignación vivir este año, y esta ciudad, bella entre las bellas, y sus habitantes que para mi siempre son los más importantes. Volverán  a sentir y a vivir un año mas ese canto a la vida que nacerá con una nueva Primavera.

Fotos: Mariano López Montes










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