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El abuelo que fue Seise y compañero de un santo: Los Seises de Sevilla. Reyes Pro Jiménez.


Reyes Pro Jiménez. Para comenzar por el principio: ¿Qué es un seise? En Sevilla suele saberlo todo el mundo pero, en beneficio de quien quiera una definición, acudimos a la Real Academia Española de la Lengua que en su diccionario nos dice que un seise es:

“cada uno de los niños de coro, seis por lo común, que, vestidos lujosamente con traje antiguo de seda azul y blanca, bailan y cantan tocando las castañuelas en la catedral de Sevilla, y en algunas otras, en determinadas festividades del año .”

Vemos que incluso la propia definición de “seise” está unida a Sevilla, a su Catedral, aunque también han contado con esta institución las catedrales de Granada, Cádiz, Toledo, etc.

Fernando de los Santos Algaba, niño Seise, c. 1885. Archivo familiar RPJ


El origen de la palabra es discutido pues para ser una modificación de seis (según algunas teorías y la propia Real Academia), su número no es ese y ha variado; para otros procede de un seseo andaluz de la antigua palabra castellana “seize”, que significaba dieciséis.

Lo cierto es que el número de niños que componen la institución ha ido cambiando a lo largo del tiempo en Sevilla y actualmente su número es de diez.

El origen de los seises en Sevilla

Se dice que la tradición de los Niños Seises en Sevilla se remonta a la época de la Reconquista, de hecho era normal en la Edad Media la existencia de mozos de coro para la liturgia solemne, y puede que hasta el siglo XIV ó XV la función de los niños fuese sólo cantar delante del Santísimo en el Altar Mayor, pero posteriormente intervienen en los cultos cantando y bailando delante del Arca del Sacramento, quizás en recuerdo de como lo hizo David ante el Arca de la Alianza.

Documentalmente lo más antiguo que consta es la autorización para emplear estos niños cantores, dada a instancias del Cabildo Sevillano por la bula del papa Eugenio IV en 1439. Además, el 27 de junio de 1454 el papa Nicolás V concede a la Catedral de Sevilla un maestro de canto para los niños.

El primer reglamento o estatuto data de 1508, interviniendo ya durante la procesión del Corpus y coincidiendo con el nacimiento de la música coral renacentista. En esta época los músicos, como todos los que hoy consideramos artistas, tenían una organización gremial. Los aprendices empezaban siendo cantorcicos, (como se les llamaba entonces) que vivían con el maestro de capilla, recibiendo de él educación y manutención y enseñanza del canto llano, contrapunto, y también como tañer (tocar) un instrumento. Una vez crecían podrían continuar como cantores, instrumentistas, o incluso los más capaces llegaban a maestros de capilla.

Primitivamente los «seises» bailaban acompañándose con el «adufe» o pandero, Pero desde el siglo XVI se sustituyó el pandero por las castañuelas. También ha variado la música que interpretan cantando y bailando, era en principio «villancicos» que a fines del siglo XVI se van sustituyendo por obras musicales de mayor empeño, creadas por los maestros de capilla de la catedral, con acompañamiento de órgano y de varios instrumentos, de formas musicales polifónicas, y que han evolucionado según el gusto de cada siglo, desde las «gallardas» hasta las «pavanas», pero siempre con la particularidad de que el compás en que se interpretan sea lento y ceremonioso.


El Colegio de San Miguel

El Colegio de San Miguel fue un edificio situado frente a la Catedral de Sevilla, propiedad del Cabildo catedralicio, en donde se alojaban el personal de la Iglesia y diversas instituciones ligadas a ella. Este primitivo Colegio de San Miguel atendía a la formación de los muchachos que participaban en las preces cantadas del Cabildo, los llamados “mozos de coro”.

La más antigua referencia al citado Colegio se debe a Espinosa de los Monteros, quien habla de su existencia en 1401, dato recogido por Francisco Lasso de la Vega en el siglo XVIII.

El Colegio de San Miguel, c.1920

Calle Almirantazgo, derribo del Colegio S.Miguel, c.1960

 

En 1633 la Catedral crea un Colegio-Seminario que recibió también el nombre de San Isidoro, (la misma denominación que un efímero precedente del siglo XVI, también conocido por Colegio del Cardenal existente por seis años en el Palacio Arzobispal) construyéndose un nuevo edificio dentro del recinto de San Miguel, en él ingresaron por primera vez los Seises el 1 de enero de 1633.

Aquí vivían y se educaban hasta 50 colegiales durante cuatro años, becados e internos, que ejercían de ayudantes en la catedral (monaguillos, acólitos…) al cuidado del Maestro de Capilla o, más adelante, de su auxiliar el Maestro de Seises.

Esta institución cerró sus puertas en 1960, y poco después el edificio fue derribado, pues proyectó frente a la catedral una plaza de grandes dimensiones, proyecto que no se llevó a cabo tanto por razones económicas como porque se encontró un lienzo de las murallas almohades que habría de ser destruido para seguir con el proyecto original.

Proyecto de Plaza frente a la fachada de la Catedral

Se construyó una plaza más reducida y un nuevo edificio obra de Joaquín Barquín Barrón y hoy día del Colegio de San Miguel apenas nos queda algo: la puerta gótica, que aún se abre en la Avenida de la Constitución, y algunas columnas aprovechadas en un patio interior del actual edificio que forma la Plaza del Cabildo.

Puerta gótica, entrada al Colegio de San Miguel, en la actualidad y lo que se veía tras ella antiguamente

Hasta el año 1960, Los Seises procedían del Colegio de San Miguel, y la selección estaba a cargo del maestro de capilla. Cuando el colegio quedó cerrado, el cargo pasó a Urcelay, que buscó en la Escolanía de la Virgen de los Reyes la nueva cantera de Seises. Posteriormente los integrantes serían elegidos de la Escuela Francesa y del Colegio San José de los Sagrados Corazones («Los Padres Blancos»). Desde que en 1982, tanto los seises como el coro infantil de la Catedral proceden del Colegio Portaceli de la Compañía de Jesús.

Los bailes de seises en el Corpus, la Inmaculada y el Triduo de Carnaval

En el siglo XVII la costumbre del baile de los seises se convierte en una tradición de la ciudad; así, en el año 1613 comenzaron a bailar durante la Octava del Corpus, siendo el iniciador de esta práctica Mateo Vázquez de Leca, Arcediano de Carmona y antiguo seise, que consideró provechoso ofrecer a los sevillanos un medio atrayente que les impulsara a ir a la Catedral para adorar al Santísimo.

De hecho, de principios del siglo XVII datan los primeros documentos del archivo de la Catedral hispalense relativos al baile interpretado por los seises durante la procesión del Corpus, éste se practicaba a lo largo de la procesión por un número variable de niños cantorcicos y bailaban entonces ya las tres veces de rigor que preceden a la procesión del Corpus: una ante la Custodia, otra ante el Arzobispo, y la tercera ante el Ayuntamiento y el Tribunal de la Inquisición. Actualmente los seises también bailan tres veces en todos los actos en que participan: en honor del Santísimo Sacramento, (o en honor de la Virgen) en segundo lugar en honor del prelado, y en tercero en honor de las autoridades y pueblo.

La fiesta del Corpus y su octavario es la razón de ser de la existencia de la tradición de los seises pero años más tarde, los seises comenzaron a bailar también en la Festividad y Octava de la Inmaculada (1654) y finalmente desde 1695 en el Triduo de Carnaval (domingo, lunes y martes previos al miércoles de Ceniza), gracias a que el caballero don Francisco de Contreras y Chávez donó sus bienes al Cabildo para que en los días de Carnaval se celebraran estos cultos eucarísticos en desagravio a Dios por los pecados y ofensas de la gente durante estas fiestas paganas.

El traje de seise

Según la tradición o la leyenda en el siglo XVII los Niños Seises estuvieron a punto de desaparecer debido a la intransigencia de un Arzobispo, contando esta leyenda que el Papa autorizó su continuidad hasta que los trajes duraran, de ahí la antigua costumbre de que los trajes nuevos siempre llevasen un pequeño retal del antiguo.

Lo que sabemos seguro es que hasta el siglo XVI ó XVII vestían trajes muy distintos a los actuales, hasta esos años vestían de pastorcillos, con una pelliza, calzones cortos, y unos borceguíes o botas de becerro.

También se cree que en alguna festividad eucarística se ataviaban con trajes de ángeles, como en algunas primeras comuniones hasta los años 50 y 60 del siglo XX. Se conserva en la Catedral un tabernáculo o caja de guardar las Hostias que tiene pintadas sobre la madera unas figuras de angelitos que llevan las alas sujetas a los pies, con unas polainas, y se supone son una representación de los primitivos «seises».

Mi primera comunión acompañada de una niña vestida de ángel, 1962.
Archivo familiar RPJ

Las “alas”, piezas del jubón

Ya en el siglo XVI o XVII se cambió la ropa por un traje de paje al estilo de la corte de los Austrias, con un juboncillo o coleto, que viene a ser como una chaquetilla sin mangas, muy ajustado al cuerpo, y con unas piezas sueltas llamadas precisamente “alas” Por debajo del jubón llevan una camisa, con las mangas plisadas y abullonadas. El juboncillo es de color rojo para los días del Corpus y su octava, además de usarse en el Triduo de Carnaval, y de azul celeste para los días de la Inmaculada Concepción y su octava. La prenda inferior es un calzón corto, de seda blanca, y de color blanco también las medias. El atuendo se completa con una banda que cruza el pecho, zapatos forrados en raso, y un sombrero con plumas.

El abuelo y el santo

En el año 1877 tuvieron lugar algunos acontecimientos de cierta importancia en Sevilla: visitó la Feria la reina Isabel II, se colocó la primera piedra del monumento a San Fernando de la Plaza Nueva de Sevilla y se comenzó la puerta de la Asunción de la catedral de Sevilla, obra neogótica realizada entre los años 1877 y 1898. Además ese año nacieron dos niños seises.

Y así llegamos al abuelo (paterno de mi marido) que fue seise en su niñez; se llamaba Fernando de los Santos Algaba, nacido el 21 de noviembre de 1877. Su fotografía encabeza estas líneas cuando tenía unos siete u ocho años y era niño seise en la Catedral. Como evidentemente la fotografía no es en color no podemos saber con seguridad si estaba vestido para el Corpus o la Inmaculada, pero parece apreciarse que está vestido en rojo para los días de Corpus o Triduo.

Tanto el año de nacimiento como el lugar, la calle Vidrio en el barrio de San Bartolomé donde estaba su casa familiar, coinciden exactamente con otro niño seise: San Manuel González García (Sevilla, 25 de febrero de 1877 - Madrid, 4 de enero de 1940), obispo de Málaga y de Palencia y canonizado en 2016, fue fundador de la Unión Eucarística Reparadora y es conocido como el Obispo del Sagrario Abandonado o el Apóstol de los Sagrarios Abandonados.

San Manuel González, obispo

Ambos, el santo y el abuelo, se bautizaron en la parroquia de San Bartolomé y ambos ingresaron en el colegio de San Miguel, del que hemos hablado, para ser niños seises y donde serian compañeros entre los años 1885 y 1887.

Otra curiosa coincidencia en sus vidas es el ámbito profesional de las respectivas familias, en los dos casos relacionados con la madera y carpintería: el negocio de venta de muebles en el caso del abuelo y un taller de carpintería y ebanistería en el caso del padre de San Manuel González.

Toda la vida del abuelo giró en torno al barrio de San Bartolomé, en su iglesia se casó en 1903 con Salud Leal Sotres, viviendo en la plaza de Zurradores. El poder evocador de su fotografía (como dice el amigo Mariano) que conservamos en el álbum familiar y las coincidencias de su vida con la de San Manuel González, han hecho que hoy evoquemos la figura tan sevillana de los niños seises con algunas notas históricas en homenaje al abuelo.

“Dedicado a Fernando y a su abuelo”

Reyes Pro Jiménez

Historiadora, archivera y bibliotecaria










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