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Cosidas a la Cruz. Virginia López


Sevilla se despertó el día de la Virgen del Rosario con la congoja de que 40 de sus Ángeles en la Tierra habían dado positivo en Covid19 y no en un lugar cualquiera, sino en el Convento - Casa Madre de las Hermanas de la Cruz.

 

Cuarenta en cuarentena son cuarenta fervorosas almas viviendo su Cuaresma particular, sus cuarenta días de desierto. Hasta el número es bíblico.

En las redes sociales se extendieron los mensajes, los rezos, la bellísima foto de Sebas Gallardo que habla por sí sola… Sevilla a una con sus hermanas, como aquel obrero que quiso depositar un ramo de claveles en el féretro de Madre Angelita. El único ornato que le acompañaría porque como bien dijo – nos lo podemos imaginar, abriéndose paso entre la gente que se arremolinaba en la calle, escena que se repite cada 2 de marzo –, comprado con su jornal, era para la que le había alimentado tantos días sin jornal.

 

Esta enfermedad es la Cruz del mundo y nosotras somos las Hermanas de la Cruz

No sabremos que hermana lo ha dicho pero nos ha dejado la catequesis más hermosa que pueda hacerse en estos tiempos de pandemia, “tiempos recios” como decía Santa Teresa de Jesús. Qué inspiradísima por la Divina Providencia estuvo la superiora carmelita que la rechazó como lega enclenque, la que moriría con 86 entregadísimos años.

Quién nos lo iba a decir a nosotros, ciudadanos del siglo XXI, en medio de tanta tecnología y avance sanitario, a nosotros, acomodados habitantes de Occidente librados de terremotos, tsunamis, guerras, hambrunas, ahogamientos en el Mediterráneo y demás tragedias. A nosotros, católicos que solo conectamos con esa terrible realidad a través del Domund en octubre, mes misionero por excelencia que se abre con la festividad de su patrona, Santa Teresita del Niño Jesús. ¿Se puede ser misionera sin pisar tierra de misiones? Sí, con la oración, que todo lo puede.

Por eso, las Hermanas de la Cruz, que rezan por nosotros como todas las monjas de clausura, son ahora las que humildemente, piden que recemos por las hermanas contagiadas.

 

El Papa San Juan Pablo II rezando ante Sor Ángela en su beatificación.

Se ha librado su residencia de ancianos, también la del Hospital de la Caridad. Ancianos salvados a expensas de sus cuidadoras. El virus pasando de largo de los más vulnerables se ha hecho hueco en aquellas que han debido soportar más carga vírica. Desde que pudieron salir reanudando su misión, las calles han recuperado la silueta de las dos hermanas, esta vez con mascarilla. De ellas que no quieren ser fotografiadas, han circulado imágenes preciosas de su entrega.

 

Desde el brote, un humilde cartelito en la puerta del convento se disculpa por no poder seguir atendiendo.

Sevilla está bendecida con esas parejas divinas desde el 2 de agosto de 1875 pero fue al año siguiente con la epidemia de viruela, acompañada por una sempiterna riada del Guadalquivir, cuando la ciudad quedó maravillada ante la presencia solícita de las Hermanas de la Cruz. Ya ven, de epidemia en epidemia, la orden siempre presente.

Editorial Maratania. Texto de Juan pablo Navarro e ilustraciones de Teresa Guzmán.

Ahora no nos sorprende que se hayan contagiado después de asistir a contagiados. No, asistir, no es la palabra, ni siquiera socorrer, que además literariamente me quedaría muy bien. Es ser pobre entre los pobres. Ella misma dejó por escrito lo claro que lo vio:

"Hay que hacerse pobres con los pobres. Para aconsejar a los pobres que sufran sin quejarse los trabajos de la pobreza, es preciso llevarla, vivirla, ¡qué hermoso sería un instituto que por amor a Dios abrazara la pobreza, para de este modo ganar a los pobres y subirlos hasta Él".

Ángela Guerrero se avergonzaba de su letra y su mala ortografía pero su obediencia fiel al Padre Torres Padilla – a él, que está en pleno proceso de beatificación, le rezamos para que interceda por ellas – hizo que escribiera desde los inicios de la dirección espiritual. Práctica que, afortunadamente, no abandonaría, legándonos un rico testamento espiritual en forma de escritos. Una insustituible fuente para ahondar en su carisma lo constituye el epistolario a “Mis muy queridas hijas en Dios Nuestro Señor”.

Nadie como Madre Angelita para cuidarlas en vida – “si nos quitan el hábito, nosotras en casa rezando como viuditas” – como ahora en la enfermedad – se lee en las redes sociales espontáneas preces que lo testimonian – y como en la muerte:

Cuando enfermen de cama, no entrará nadie a verlas y si a la última hora pide morir como su Padre San Francisco, se les concederá morir en la tarimita; después su mortaja será el hábito que le servía en casa y sus sandalias; se pondrá de cuerpo presente en el dormitorio con cuatro velas y nadie las verá; solo el Padre que le dirá algún responso; su entierro será muy pobre; aunque tenga familia y quiera otra cosa, no se admitirá.; cuando venga la caja, las Hermanas la sacarán del dormitorio y con grande respeto la pondrán en la caja y se despedirán de su querida Hermana y compañera de trabajos por última vez, rezando de rodillas delante de la caja el salmo De Profundis, después rogarán a Dios por su eterno descanso. Si alguna quiere más pobreza todavía, las condiciones que Dios le inspire las dejará escritas para poder cumplirás; si quiere más grandezas que no entre en la Compañía que no da más que eso”.

Ella quiso que “cuando se enteren que la Hermana Ángela ha estado mala, que ya esté enterrada (…) en la tertulia (fosa común)”. No ocurrió así pero lo previó: “No obstante lo dicho, por ser obediente hasta después de mi muerte, entrego mi cuerpo a la obediencia”.


Sor Ángela de la Cruz en su tarima, recién fallecida.

Sor Ángela de la Cruz sufrió una embolia que le dejó medio cuerpo paralizado y un mes después se quedó sin habla tras pronunciar: “No ser, no querer ser, pisotear el yo… enterrarlo si posible fuera”. Nueve meses de agonía “cosida a la cruz” como bien expresó el Padre Javierre, antes de morir. Pero ya se adelantó ella: “Nuestro país es la Cruz y fuera de ella somos forasteras.”

La Cruz, el sufrimiento, la muerte. No nos podemos detener en eso. Como explicó el Padre Alfonso Torres hablando de ella:

Parecerá imposible a quien no conoce los caminos de Dios que pueda haber felicidad en la vida de sacrificio. (…) Mientras parece que se está cavando la fosa donde ha ensombrecerse el alma, se están alumbrando las fuentes de una alegría que el mundo es incapaz de conocer.

Estamos deseosos de ver a esa decena de pareja caminar por Sevilla y la santa seguirá recibiendo homenajes como el de la Parroquia de San Román y Santa Catalina con la iniciativa de Don Francisco Blanc de colocar un retablo que conmemora la Visión de la Virgen que tuvo en la primavera de 1875; pero en el anhelo de la recuperación física va la esperanza de los designios de Dios.

 

Calle Enladrillada donde Santa Ángela de la Cruz tuvo una Visión de la Virgen en la primavera de 1875. La Parroquia de San Román y de Santa Catalina tiene previsto colocar un retablo que lo recuerde.

Que la Virgen de la Salud, a la que la niña Angelita rezaba en Santa Lucía y a cuyos pies se encuentra en la Capilla, proteja a esas 40 almas benditas.

 

Capilla del Convento con la Virgen de la Salud y Santa Ángela de la Cruz.

Fotos:  Miguel Ángel Osuna/2 Sebas gallardo/3 Alfa y Omega/4 Desconocido/5 Teresa Guzmán/6 blog Mi parroquia de papel de Carlos Ros/7 El Vigía de Isbilya/ 8 Paseos por Sevilla.










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