Opinión. Iglesias cerradas. El Diputado de Cruces
Ahora que se acercan los tiempos en que nuestras iglesias se abrirán resplandecientes para mostrarnos a nuestras más queridas imágenes en sus cultos cuaresmales y, más tarde, sobre sus pasos y que las gentes las abarrotarán para contemplar tales maravillas, conviene recordar que durante el resto del año presentan un aspecto más bien desolado, incluso en los cultos de las hermandades que, salvo en contadas excepciones, han registrado una media entrada justita. Viene esto a cuento, aunque no lo parezca, que, como muchos, durante las vacaciones navideñas he intentado visitar varios templos y, pese a que las calles estaban llenas de personas con paquetes, he tenido muchos problemas para encontrarlos abiertos, días de fiesta incluidos y, cuando lo estaban, casi siempre lo he encontrado muy vacíos.
Como muestra un botón. En cierta iglesia parroquial del centro histórico, donde radican dos hermandades de penitencia y una de gloria, según rezaba un cartel colgado a la entrada, se suspendieron (y, por tanto, no se abrió el templo) la única misa de la tarde del día 24 (que no es tardía), aunque hubo Misa del Gallo, la primera de las dos del día de Navidad (que tampoco era al alba), la única de la tarde del 31, la primera del día de Año Nuevo y la de la tarde del día 5 (por la Cabalgata de Reyes, según rezaba), además de clausurar el despacho parroquial toda una semana. Es decir, que para los feligreses o cofrades que quisieran cumplir el precepto el día de Navidad (muchas personas mayores no asisten a la Misa del Gallo por razones obvias de frío o salud) o el de Año Nuevo, sólo les quedó una única posibilidad.
Lo de la cabalgata ya resulta casi ridículo, porque no pasaba por la puerta de la iglesia, sino a cierta distancia y a una hora (retrasos aparte) lo suficientemente tardía para que la misa hubiera terminado mucho antes. Yo recuerdo, de pequeño, cuando toda la familia, antes o después de ver a los Reyes, asistíamos a misa en el templo donde radica nuestra hermandad. Y la noche de Reyes es una ocasión para que los que vienen de los barrios al centro visiten a las imágenes de su devoción o para que los padres lleven a sus hijos a verlas. Pero no, ¡las iglesias están cerradas! (no todas, gracias a Dios).
Sé me dirán que, al igual que las urgencias se han colapsado por la disminución de los médicos al irse de merecidas vacaciones, los curas y los sacristanes también tienen derecho a desconectar, pero yo creo que tanto cuerpo como espíritu necesitan cuidados todos los días del año y las autoridades competentes en cada caso debieran tomar las medidas necesarias para que éstos estén garantizados.
Conectando con el comentario del primer párrafo, me pregunto si las iglesias se cierran por la disminución de la demanda o la demanda está disminuyendo por lo difícil que es encontrar una iglesia abierta. No lo sé, pero, de cualquier forma, los cofrades, en lo que dependa de nosotros, deberíamos tratar de evitar que nuestros templos sólo se abran fuera del horario de misas si han sido restaurados por alguna institución pública y se han convertido en un museo. Si no, cada vez irán ganando más terreno lo que defienden que la religión debe circunscribirse al ámbito particular. Y eso puede tener consecuencias impredecibles.
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