Arte Sacro
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Una austera tarde en San Pedro. Isabel Serrato Martín.


 Las manecillas del reloj apuntaban a las 18.00 horas, cuando pude verte, Santísimo Cristo de Burgos, a solas con mis peticiones. Te miré, te sentía como Cautivo al que echo de menos. He de confesarte que nunca imaginé poder sentirte sólo mío. Tengo suerte, porque sé de tantos hermanos y sevillanos deseosos de tenerte como te tuve yo. Es una suerte, cuando el Señor te llama, quiere que la nostalgia de la vida, la pases con Él.

Al poco de rezarte, llegaron tus flores, originales y más austeras aún. Todo ser vivo quieren arroparte en tu temprana muerte. Eres Dios del mundo…Cristo de Burgos.

Desde tu Cruz, acertando este año tus priostes, bajándola, para que el pueblo pueda mirarte más “cerquita” a tus ojos, desde tu cruz, me pediste que fuera yo, una de las que le pusiera las flores a tu  madre, para que así la viera, volviera a tus plantas y te pudiera contar cómo estaba. Me preguntaste –“¿Cómo has visto a mi Madre? ¿Sigue llorando?”-

-“Si Padre, sigue buscándote con la mirada. Ahora, por tu intersección le hemos puesto claveles rojos para que en ellos caigan sus lágrimas, pero he de decirte, que está preciosa, con sus mejores galas de cultos, está, está preciosa, como nunca la he visto en tu quinario.”

Esteréis unidos, Madre e Hijo unidos por vuestros hermanos que se reúnen para celebrar tus cultos internos. Pero permíteme, ser hoy, uno de los vuestros y afirmar que quiero ser la flor que enamore a tus plantas y que tras rezarte y ser escuchada, quiero proclamarte a ti, Cristo de Miércoles Santo, Dios del mundo…Cristo de Burgos.

A Joaquín Corchero, porque tu orgullo sólo es Dios.

Fotos: Francisco Santiago










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