Opinión. ¡Eso para mi secretario! El Diputado de Cruces.
El día que Monseñor Asenjo tomó posesión como Arzobispo Coadjutor de Sevilla, se acercó para saludar a un grupo de personas que habían asistido al acto, dirigiéndose a algunos de ellos por su nombre y agradeciéndoles que se hubieran desplazado para acompañarle. En un momento determinado, alguien le ofreció una estampa de la Macarena para que le ayudara en su labor pastoral y, con un tono de voz distinto (al menos, a mí me lo pareció cuando escuché la grabación del incidente), monseñor le respondió: “¡Eso para mi secretario!”
Me dicen los que conocen bien a Monseñor Asenjo que la respuesta fue fruto de su natural timidez. Yo tengo que reconocer que la primera vez que lo oí, el asunto me sentó como un tiro, pero, con el paso del tiempo, pienso que no tiene tanta importancia y, es más, que puede ser indicativo de un giro beneficioso en el trato Palacio-hermandades.
Me explico. Pienso que la labor que ha desarrollado Fray Carlos Amigo en la Archidiócesis de Sevilla ha sido, en general, muy positiva, pero, con respecto a las hermandades de la capital, ha pecado, en mi opinión, de un exceso de “diplomacia vaticana”. En los próximos meses, asistiremos a una enorme cantidad de loas hacia él, muy merecidas, de parte de dirigentes de hermandades y cofrades destacados. Y curiosamente, muchos de estos alabadores no le han hecho (y no se lo piensan hacer) ni puñetero caso (y perdonen la expresión) a Fray Carlos. ¿Por ejemplo? Uno: la incorporación de las mujeres a la vida de hermandad. Ha legislado, ha pedido, ha exhortado, ha presionado, ha casi suplicado. Pues nada. Todavía hay mujeres que no pueden dar culto a las imágenes de su devoción tal y como hacen sus hermanos varones. Incluso, algún hermano mayor, cuando es preguntado por una hermana en un cabildo general, se permite contestar que este es un tema que no se piensa tratar.
Otro: la hermandad de la Resurrección. Es penoso comprobar como año tras año, el tema se deja para después de Semana Santa (y vuelta a empezar). Otro más: ¿la Catedral tiene sus puertas abiertas para todos? Pues no, las nuevas (las nuevas, repito) hermandades, que se queden en sus barrios, que a los demás nos molesta que vengan al centro como hacemos nosotros. Y hay más, como la participación en el fondo diocesano. Además, se ha puesto en tela de juicio su criterio pastoral a la hora de erigir nuevas hermandades y a la hora de coronar imágenes marianas (aunque, luego, los mismos que critican son los primeros que piden, claro). En fin, que mucha independencia con el Cardenal y la Iglesia, aunque no es lo mismo para el poder civil, que ya verán cuantas varas se van a dar la próxima Semana Santa, pues, por lo visto, no podemos pasar sin las subvenciones, ayudas y patrocinios varios.
A todo esto, Fray Carlos ha querido mostrar paciencia, buenas palabras, tono mesurado, poco uso del báculo (incluso unas últimas declaraciones “revolucionarias”, entiendo que para ver si, al menos, se produce alguna reacción) y, así, muchos temas van a quedar abiertos (mal cerrados, mejor). Por ello, me parece muy saludable que el próximo arzobispo tenga las ideas claras sobre la importancia que tiene cada cosa y que, por timidez o por lo que sea, deje de lado tanta diplomacia y tantas contemplaciones en los temas fundamentales que afectan a derechos de los cristianos como tales (que todos somos hermanos, ¿no?).
Lo que pasa es que me temo que las ideas de Monseñor Asenjo son algo diferentes a las de Fray Carlos y, entonces, habremos perdido una gran oportunidad de adaptar nuestra Semana Santa a los tiempos que vivimos y de enriquecernos con los cambios que nos traen, para quedarnos, una vez más, anclados en los tópicos de siempre, por aquello de "que ya está todo inventado". Menos mal que los que vinieron antes que nosotros no pensaban así, porque no me imagino una Semana Santa como la del siglo XVI. Aunque, como digo siempre, ésta es sólo mi opinión.
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