Arte Sacro
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Homilia del cardenal de Sevilla en la solemnidad de la Asunción de María.


Arte Sacro.  Adjuntamos a continuación el texto íntegro de la homilía que el cardenal arzobispo de Sevilla, mons. Carlos Amigo Vallejo, dirigió en el curso de la Misa Pontifical que tuvo lugar hoy lunes en la Catedral al término de la procesión de la imagen de la Virgen de los Reyes, patrona de Sevilla.

 HOMILÍA

 1. "La Virgen Inmaculada, preservada inmune de toda mancha de culpa original, terminado el decurso de su vida terrena, fue asunta en cuerpo y alma a la gloria celestial y fue ensalzada por el Señor como reina universal con el fin de que se asemejara de forma más plena a su Hijo, Señor de señores y vencedor del pecado y de la muerte" (LG 59).

Después de esta verdad, proclamada solemnemente por la Iglesia, es lógico pensar que no podía conocer la corrupción del sepulcro la Virgen Inmaculada que concibiera al Cordero de Dios que quita el pecado del mundo (Prefacio). Y no podía por menos que ser coronada como Reina y Señora la mujer más humilde y fiel, la más compasiva y la más misericordiosa.

2. Esta es la fiesta que celebramos: la Asunción de la Santísima Virgen María en cuerpo y alma al cielo. Es decir, que toda la persona de la Virgen María es glorificada por su hijo Jesucristo. El que estuvo en su seno, es el que ahora lleva a su Madre a la gloria más merecida. Cristo, al que alumbrara el vientre purísimo de María, hace nacer a su madre a una eternidad de bendiciones. El Señor, que proclamara bienaventurados a los pobres, a los justos y a los misericordiosos, reconoce ahora a esta bendita mujer como la más santa, la más pobre, la más colmada de justicia, la llena de gracia. 

El Crucificado, el que llevara corona de espinas, es quien pone sobre su Madre la corona de las más hermosas bendiciones. Cristo, el que resucitó de entre los muertos, es el que llena de vida, para toda la eternidad, a la que lo siguió fielmente desde la cuna hasta el sepulcro.

El que cree en mi tendrá la vida eterna, habría dicho Jesús (Jn 3, 15). Y la profecía se ha cumplido en la Virgen María. Dichosa tú, Virgen Santa, porque lo que te prometió tu hijo se ha cumplido.

3. La fiesta de la Asunción de la Santísima Virgen María en cuerpo y alma al cielo, nos invita a mirar a Jesucristo para escucharle, para hacer de su vida, y de su palabra ejemplo, alimento para la nuestra.

Si estás rodeado de las tinieblas de la duda, mira a Jesucristo, escucha su palabra y podrás ver como se hace la luz para tu camino. Si estás entristecido por el mal que te rodea, busca a Jesucristo, que te hablará del trigo que se abre camino entre la cizaña, de cómo la mayor parte de las semillas siempre caen en tierra y producen fruto abundante. Si el rencor y el odio anidan en tu corazón y no te deja vivir en la paz que necesitas, recibe como mandato las palabras de Jesús: perdona siempre, recibe a tu enemigo como a un hermano. Si te ha herido la injusticia, busca en Jesucristo el camino del derecho y reafírmate en el propósito de trabajar siempre por la paz.

4. Esta fiesta de la Asunción lleva nuestros propios ojos a los de Cristo, para ver a su Madre como él mismo la veía, y estar junto a ella como su mismo Hijo lo estaba. Si llamamos a María madre de la esperanza y de la misericordia, no es por otra razón sino porque ella nos ha dado a Jesús, y porque Cristo hace de ella nuestra más eficaz valedora.

Con el mismo amor del Hijo queremos amar a la Madre. Con la misma fidelidad de la madre queremos seguir la palabra y el ejemplo del Hijo. Siempre recordando "que la verdadera devoción no consiste ni en un afecto estéril y transitorio, ni en vana credulidad, sino que procede de la fe verdadera, por la que somos conducidos a conocer la excelencia de la Madre de Dios y somos excitados a un amor filial hacia nuestra Madre y a la imitación de sus virtudes" (LG 67).

5. Esta fiesta de la Asunción de la Virgen María, nos reclama un acercamiento a la Iglesia. Pues Cristo quiso a la Iglesia a imagen de su madre, la Virgen María, que es santa, humilde, misericordiosa, fiel..." Por algo dijo el concilio Vaticano II que la Virgen María es tipo y figura de la Iglesia. Así que la Iglesia es como la Virgen: santa, llena de bondad y de misericordia y espejo que hace ver el rostro de Dios.

Puede ser que estemos viviendo momentos de dificultad para nuestra vida cristiana en unión con la Iglesia, pero como nos ha recordado Benedicto XVI: "Juan Pablo II, nos ha dejado una Iglesia más valiente, más libre, más joven... Que mira con serenidad al pasado y no tiene miedo al futuro" (Mensaje a los Cardenales 20-4-05). Hoy, como ayer, la tarea de la Iglesia es anunciar a Jesucristo en obras y con palabras. La Iglesia no está encerrada en sí misma ni vive para sí misma. La Iglesia no está ni envejecida ni inmovilizada... (Homilía de Pentecostés 15-5-05).

Hemos de comprender que la Iglesia no puede estar obsesionada por adaptarse al mundo, claudicando de sus convencimientos más profundos. La Iglesia está en el mundo para evangelizar. Pues la Iglesia, ni se pertenece a sí misma, ni existe para ella misma, sino que es de Cristo y tiene que hablar del evangelio de Cristo.

La Iglesia tiene que presentarse ante la humanidad como es. Con su originalidad evangélica. Sin complejos ni arrogancias. Pero sin olvidar que su obligación es la de hacer presente a Jesucristo en obras y en palabras.

6. Esta fiesta de la Asunción de María nos lleva, a mirar, también, a nuestra propia casa, nuestra Iglesia, a nuestra diócesis de Sevilla. Porque la devoción, tan arraigada y querida a la Señora de los Reyes, hacen de Sevilla casa de la Virgen donde nos sentimos acogidos y oímos las palabras de Cristo: esta es tu Madre, estos son tus hijos. La fiesta de la Virgen de los Reyes es fuente de una auténtica devoción a la Madre Misericordiosa de Dios y luz que guía nuestra peregrinación al encuentro con Cristo.

7. La devoción a la Virgen de los Reyes ha encendido la lámpara de fe en la Iglesia de Sevilla. Pero no se enciende la luz para ponerla debajo del celemín, sino que hay que ponerla bien alta para que a todos pueda alumbrar. Esta devoción a la Virgen de los Reyes nos ha de llevar a vivir el evangelio de Jesucristo y hacer que cada día la familia, el trabajo, la convivencia, la atención a los pobres..., se haga conforme a la voluntad de Dios. Porque si hacemos las cosas en contra de Dios, pronto las habremos hecho, también, en contra del hombre, de la misma humanidad.

8. En esta gran fiesta de la Asunción de la Virgen María en cuerpo y alma al cielo, nuestra Madre, ha preparado la mesa. A ella nos hemos sentado con todos los hombres y mujeres del mundo. Y Jesucristo, el hijo de María, ha bendecido el pan y nos lo ha dado como alimento, y hemos gustado la presencia y la vida del Cuerpo y de la Sangre de Cristo.

9. Es que la Madre de Jesús, "glorificada en los cielos en cuerpo y alma, es la imagen y principio de la Iglesia. Ahora, en esta tierra, hasta que llegue el día del Señor, antecede con su luz al Pueblo de Dios peregrinante como signo de esperanza y de consuelo....  Por tanto, ofrezcan todos los fieles súplicas insistentes a la Madre de Dios y Madre de los hombres, para que ella, que asistió con sus oraciones a la naciente Iglesia, ahora también, ensalzada en el cielo sobre todos los bienaventurados y los ángeles en la comunión de todos los santos, interceda ante su Hijo para que las familias de todos los pueblos tanto los que se honran con el nombre de cristianos, como los que aún ignoran al Salvador, sean felizmente congregados con paz y concordia en un solo Pueblo de Dios, para gloria de la Santísima e individua Trinidad" (LG 68, 69).

 










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