Agua de vida. Antonio Sánchez Carrasco
La suerte que tenemos los creyentes es que vemos a Dios en cada imagen aunque siempre el corazón se nos queda en algún Cristo o alguna Virgen que sin tocarnos nada se nos queda prendido en el alma.
Eso me pasó con el Cristo de la Lanzada de Jerez. La belleza y la unción condensada en un cuerpo más pequeño de lo habitual pero pleno de devoción en cada una de sus llagas.
Lo conocí gracias a mi querido amigo Alberto y aún no he dejado de rezarle.
El sábado tuve la suerte de verlo en la calle, andando con aires macarenos por unas calles que no sabía ni su nombre, pero daba igual, no importaba no conocer el callejero jerezano si el crucificado de los espacios infinitos seguía adueñándose de las calles de su Ciudad y de los que estábamos a sus plantas.
Dios alanceado venía a ver a sus hijos y aprovechando que no era Jueves Santo y no había túnicas carmelitas pero allí estaban nuestros corazones.
Señor nunca nos dejes de la mano, nunca nos alejes del agua de tu costado, llegará el día que jure ante ti como aquellos que te siguen cada día amparados en tus manos atravesadas, mientras seguiré rezándole a la estampa dolorida y sin color que Alberto nos dio aquel día que te conocí en directo. Danos el agua de tu vida y nunca nos dejes de tu pensar, a pesar de tenerte tan lejos.
#LosLunesAlSol
Foto: Antonio Sánchez Carrasco.